viernes, 31 de julio de 2009

Los "adornos" del Castillo de Alba

A fin de ilustrar el comentario realizado por Ángel González en nuestro articulo relativo a la paralización de las obras en la construcción de la Basílica Teresiana, ofrecemos algunas imágenes en las que puede apreciarse, con meridiana claridad, lo "favorecido" que se encuentra el Castillo de Alba de Tormes a raíz de la colocación en su en entorno de una "estética" estructura de madera desde la que poder visualizar el resultado de los trabajos realizados para recuperar sus restos.


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lunes, 27 de julio de 2009

La Basílica de Alba: Una historia harto repetida


Nuevamente la Basílica Teresiana de Alba de Tormes tropieza en la piedra de la falta de recursos y paraliza temporalmente sus obras.

Este ambicioso proyecto cuya construcción se inició en la mañana del 16 de octubre de 1897, y cuyo progreso parece íntimamente ligado al entusiasmo y dedicación de los distintos titulares de la diócesis salmantina, ha vivido a lo largo de su historia situaciones similares a la actual.

Así, en el año 1904, apenas transcurridos 7 años desde su inicio, se produciría una primera interrupción tras el fallecimiento de su principal impulsor, el prelado salmantino Fray Tomás Cámara (27/031885 - 16/05/1904).
Retomadas la obras por su sucesor Francisco Javier Valdés y Noriega (14/11/1904 – 22/01/1913), en el verano de 1906, y bajo el patrocinio directo de la Infanta de España Mª de la Paz de Borbón y Baviera, estas continuarían a ritmo aceptable durante otros 6 años, hasta 1912 en que, de nuevo, volverían a paralizarse.

               

Durante el episcopado de Julián de Diego y García Alcolea (18/07/1913 – 27/07/1923) los trabajos de construcción recibirían un nuevo empuje, prosiguiendo entre los meses junio de 1914 y marzo de 1916 y nuevamente y de forma ininterrumpida, exceptuando algunos parones esporádicos en periodos invernales, que suponemos debidos a inclemencias meteorológicas, desde el 1 de agosto de 1917 hasta el año 1923.

               

Tras 4 años de inactividad, y con el impulso de un nuevo Obispo, Francisco Frutos Valiente (14/12/1925 – 24/01/1933), las obras se reanudarían entre los años 1927 y 1933 año en el que nuevamente volverían a suspenderse cuando estas llegaban a la altura del arranque de las bóvedas, situación en la que la que la Basílica ha permanecido durante un largo periodo de tiempo, durante el que su construcción no experimento avance alguno, exceptuando la inauguración de varias capillas (años 1947 – 1948 y 1982).
Durante la década de los 80 se realizarían distintos trabajos de mantenimiento y conservación así como la cobertura parcial de sus naves laterales en lo que ya se adivinaba como un abandono del proyecto original de Repullés y Vargas.

       

Finalmente, las obras que ahora vuelven a paralizarse se reanudaron en enero de 2008 siguiendo un nuevo proyecto en el que la mezcla de líneas e ideas arquitectónicas, estilos, materiales…, por el momento ofrece como resultado un híbrido que se define por si mismo.


sábado, 25 de julio de 2009

El Tormes nº 10

"Una gran noticia para nuestros lectores. El Tormes empezará a publicar, muy en breve, la preciosa novela Sol entre nieblas, original de nuestro querido paisano, el ilustre escritor Don José Sánchez Rojas que nos dispensa el alto honor de honrar las columnas de nuestro semanario con un desinterés y una prueba de compañerismo que nunca agradeceremos bastante.
Sol entre nieblas, la acción de cuya primera parte ocurre en Alba, es un modelo de literatura en donde fluye la prosa galana y castiza del insigne escritor.
Sol entre nieblas es una novela que cautiva desde sus primeras páginas por su amenidad, interés y fuerza emotiva. "
Este es el texto que el 12 de enero de 1930 insertaba en su portada el semanario El Tormes anunciando la próxima colaboración de José Sánchez Rojas con este dominical, y que en números posteriores se materializaría con la publicación de distintos artículos que el escritor albense, al igual que años antes realizara con La Basílica Teresiana, habría cedido de forma totalmente desinteresada.
También se recogía en esta edición una amplia crónica del festival taurino recientemente celebrado a beneficio del Hospital y que a pesar de las inclemencias meteorológicas, propias del mes de enero, aportaría a sus arcas la cantidad de 568 pesetas, con 35 céntimos; así como una pequeña reseña en la que parece adivinarse la celebración, en el casino, de una exhibición de boxeo, precedida de una explicación de las normas de este deporte.

lunes, 20 de julio de 2009

Valentín Salinero, albense


«Dame, Teresa, tu corazón de fuego y tu libertad de espíritu, y así las obras serán amores y los amores obras.»
Con estas palabras firmaba José Sánchez Rojas, allá por el año 1914, en el Libro de Visitas y Peregrinos de la iglesia de la Anunciación de Alba de Tormes, firmas que de forma habitual se recopilaban mensualmente en la revista La Basílica Teresiana, y que centrándose en la figura de Sánchez Rojas fueron objeto de un estudio de investigación realizado por Manuel Diego que, bajo el titulo de "José Sánchez Rojas, visitante del sepulcro teresiano", se publicaba en la edición correspondiente al trimestre abril – Junio de 2007 de la revista L’Aceña que salía a la calle, como en ella es habitual, repleta de interesantísimos contenidos entre los que encontramos uno que, al margen de su indudable interés, nos dará pie para una particular reflexión. Se trata del artículo “Un albense en un sello de correos”, que nos acerca a la figura del jesuita Valentín Salinero, fundador de la Congregación de Religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús, y uno de esos albenses reconocidos por “medio mundo” que para nosotros, sus paisanos, nos resulta “cuasi” desconocido.

Valentín Tomas Salinero García, otro albense más que parece no tener cabida en la sección de personajes ilustres de la Web municipal. En situación similar se encuentra Antonio Álamo Salazar, periodista de reconocido prestigio, cronista oficial de Alba de Tormes, académico de número de la Real de Bellas Artes de la Purísima Concepción....; o el brigadier José Miranda Cabezón, heroico defensor del castillo y del puente de Alba en la guerra de la Independencia; y posiblemente alguno más que por olvido o ignorancia no menciono.

Claro que quizás sea mejor no estar que hacerlo con datos erróneos. Tal es el caso de José Sánchez Rueda, quien si se encuentra reconocido en esta sección, la de personajes ilustres, aunque con los datos y biografía de otro prestigioso José, también apellidado Sánchez, aunque con "Rojas" por segundo.

Y es que nadie esta libre de cometer errores y estos, los errores, generalmente son disculpables. El problema es que en el caso que nos ocupa, el de José Sánchez Rueda, el error se mantiene a pesar de que ya hace más de un año que me tome la libertad de remitir al E-mail de la página (infoturismo@villaalbadetormes.com) un mensaje informando de los datos equívocos en este personaje. En similares ocasiones, y con distinta corporación (fíjense que digo distinta, ni mejor ni peor…, solo distinta) se rectificaron algunos de los errores notificados y se tuvo la gentileza de remitirme un correo electrónico agradeciendo la información facilitada.
En el caso actual, como decimos por estos pagos,…. ni flores.

jueves, 16 de julio de 2009

Nostalgia de Salamanca. Nuevo álbum de fotos

La realización de este álbum ha sido posible gracias a la desinteresada colaboración de Raúl Criado, quien me ha facilitado la mayoría de las fotografías que lo componen.

lunes, 13 de julio de 2009

El Trece: Número 11


No tomaba vacaciones El Trece, y apenas tres meses después de su constitución, en el caluroso julio de 1972, la Sociedad Amigos de Alba daba a conocer desde sus páginas el que posiblemente fuera su más ambicioso proyecto: la modernización del histórico Hospital de Santiago y San Marcos y su conversión en una Residencia y Hogar de Ancianos.

Curiosa e interesante nos resulta la anécdota protagonizada por José María Lucas, pintor natural de Galisancho y emigrante en Alemania, quien nos relata como en una exposición se negó a vender una de sus obras a un visitante que se mostró interesado por ella, y que a la postre resultaría ser el Director del Museo del Louvre.

Trescientos millones de Ptas. sería la recaudación de las quinielas en aquella época, según se desprende de una página crítica con las abusivas cantidades que se manejaban en el mundo del deporte. Hay que ver lo mucho que han cambiado algunas cosas, y lo poco que lo han hecho otras.

Todo esto, y más, podemos encontrar en este número, el 11, que ya se encuentra disponible en la Hemeroteca digital albense que Entre el Tormes y Butarque ofrece a cuantos estén interesados en su consulta.

martes, 7 de julio de 2009

Sol entre nubes. Novela corta de José Sánchez Rojas

Posiblemente con poco rigor en el método, quizá de una forma un tanto desordenada…, continuamos acercándonos a la obra de José Sánchez Rojas y hoy ofrecemos desde este espacio Sol entre nubes, novela corta original del escritor albense que allá por el año 1911 recogería entre sus paginas La Ilustración Artística, revista barcelonesa que con una periodicidad semanal publicaría algunas otras de sus obras que en un futuro incluiremos en esta sección.

SOL ENTRE NUBES

I

Siempre que se trasladaba a Madrid le sucedía lo mismo a Manolo Suárez, abogado por ser algo, mozo de rentas saneadas, de espíritu alegre, de simpática fachenda y dueño de su vida y de su tiempo. Vivía cuidando de sus terrones, a la vera de ellos, en una muerta ciudad castellana, con canónigos y colegiata, donde el tiempo discurría placidamente, entre el tute del casino, los bailes de confianza, los libracos que le traían de Paris, amarillentos y frívolos, y el culto a las musas. Manolo tenia su musa, María, una mozallona de la ciudad, alta y garbosa, de castaños ojos prometedores, cristiana de sangre, humilde, angelito casero a quien Manolo había hecho dueño de su corazón y confidente de las fantasías de sus ocios.

Aquellos amores largos y sedantes, tenían paréntesis de cuatro o cinco meses, en que Manolo se trasladaba a la corte a ver los teatros, a murmurar con sus colegas en Apolo de los que no estaban presentes, a oír los pintorescos discursos parlamentarios, a flanear por las rúas de la villa del madroño, con sus amigotes y antiguos condiscípulos de la Central. Los primeros días escribía a María largas epístolas y hasta espiaba, desde su lindo cuarto de la calle del Arenal, la llegada del cartero. Luego, embotaba su pluma y se adormecía su musa. Los amigos, los teatros, los libros de los conocidos, el tranvía, el estreno, el te del Ideal, la excursión a Toledo, le separaban de María. La pobre chica, que conocía a su Manolo, resignábase a los contratiempos. Sabía que su prometido era un tarambana, pero que a ella no le desalojaba, sin más ni más, cualquier intrusa del corazón del desmemoriado.

Madrid sin embargo, prendió aquel año con sus raíces de frivolidad, de escepticismo y ligereza, en los amores del mozalbete desocupado y rico. No se sabe como comenzó aquello, ni si comenzó siquiera. Tengo para mí que en el cambio tuvieron parte un sol dominguero, la alegría callejera de pianillos acatarrados que esquilean, de gritos de vendedores que aturden, de mujercitas adorables de trajes claros que inquietan el corazón acompasado y seguro de si mismo. Es el caso que Manolo, en la calle del Arenal por cierto, topó con una damisela rubia, esbelta y gentil como una palma, de inmensos ojos azules que negreaban con el enojo y diluían su color con la sonrisa, bien vestida, mejor calzada como buena madrileña de recia estirpe, coquetuela, acompañada por una acartonada dama de compañía, de gesto torvo y cara de pocos amigos. Que al requerimiento de simpatía de Manolo accedió la bella con una sonrisa, con dos sonrisas, con muchas sonrisas, camino del Retiro, y que al regreso, a la hora en que los rayos del sol se quiebran por entre los árboles del hermoso jardín, la bella animaba ya francamente a la persecución y a la conquista. Que Manolo, aturdido por la dulzura de aquellos ojos y la elegancia de aquel palmito, siguió a la muñeca hasta la calle de Leganitos donde vivía. Que quince días después se juraban amor eterno, con la discreta protección de la acartonada señora, solterona machucha y agresiva. Que María, la pobre María, la honesta mozallona de su pueblo, pasó a la fosa del olvido. Que la novia escarnecida por el ingrato tarambana lloró mucho y esperó más. Sol entre nubes, su espíritu se dejaba mecer por una canción remota, que apagaba, con su lejana música, el desasosiego de la infeliz. ¡Si Manolo volviese!

Lolita –Lolita se llamaba la linda muñeca madrileña- adormeció con sus gorjeos de alondra juguetona los remordimientos de Manolo. Tuvieron un mes encantador de relaciones. En el Retiro, por la Castellana, por la santa placidez del Parque del Oeste, cascabelearon, como diligencia novata, los oídos de las gentes con aturdimientos de su amor intemperante.

Lolita era una charlatana adorable. Sus recuerdos de colegio embobaban a Manolo. La muñeca tenía un horror invencible al silencio, a la disciplina, a la calma del colegio. Una noche de Cuaresma, mientras las buenas madres oraban con sus educandas, Lolita aporreo el piano, vecino al comedor, y preludió las notas jubilosas de la Marsellesa. Se privó a Lolita de postre durante quince días. Otro día, durante la clase de pintura, pegó con recosidos la falda de dos compañeras. Y repetía, alocada, imitando el gesto de la madre superiora:

- Oh, mademoiselle! Oh, mademoiselle! Ça n’est pas possible, comprenez?

Al mes justo de los amores, Manolo comenzó a notar que Lolita era poco exacta en sus recuerdos. Caía en flagrantes contradicciones. Además, era poco puntual, cada vez menos, a las citas en el Ángel Caído, las tarde de sol. Luego, sospechó que no conocía del todo la familia de Lolita, el mundo de Lolita. Vestía con demasiada elegancia y el sueldo de papá era harto poco. El papá, deseoso de representar un distrito en el Congreso, entre señorones de reluciente tubo y levitas impecables, hacia poco caso de Lolita. Manolo pensó que, tal vez, había sido demasiado ligero. Tímidamente, de tarde en tarde, pensaba en María:

- ¿Me perdonará?

Y aquellos amores se rompieron de pronto, porque si, sin ruido, por un capricho de Lolita, por una testarudez de Lolita. Los ojos azules, el palmito gentil, el sombrero enorme que encuadraba el marco de las delicadas facciones de su muñeca, se le había colado alma adentro más de lo que el había sospechado. Indudablemente, decía bien Musset: on ne badine pas avec l’amour.

Y pensó en volver a su tierra enseguida. Y escribió a María. Pero María no contestaba. Ocho días después, Manolo, que no acertaba a explicarse el enigma del silencio, dejó la baraúnda cortesana por la calma del poblachón, donde cuidaba de sus terrones la mayor parte del año.


II

A la puesta del sol, se doraban las gloriosas piedras de la ciudad muerta castellana. El astro se ocultaba en la tierra de las llanuras, lenta, rítmicamente, dejando huella de sangre en su descenso. De la tierra surgía una canción fecunda de promesa y de misterio. Y en la ciudad, para decir a los hombres frívolos que llegaba la hora de las sombras, lloraba la campana de la colegiata. A su llamada, contestaba temblorosa la esquila de un convento monjil, de aniñado acento; la campana moza de una parroquia; el tañido armonioso, lejano, de una ermita del arrabal.

Se encendieron las luces de la ciudad. Sus calles, en ziszás, recordaban los surcos quebrados de los llanos que la circundan y aprietan. Eran todas evocadores y todas distintas. En una plazuela solitaria arañaba el cielo la aguja de una torrecilla; en otra cantaban los niños, a coro, un romance de las tres hijas del rey infiel. En una calleja, una alhóndiga. En la de al lado, un escudo moroso en la fachada vieja. Por ella discurría Manolo, presa de una agitación febril, esperando la luz conocida de una ventana que permanecía cerrada.

Dos horas de mortal angustia esperaba Manolo la luz de aquella ventana que tantas veces había alumbrado sus ensueños. ¿Ahora? La interrogación, sin respuesta cabal, le martilleaba las sienes. ¿Aquella Lolita? Pero Lolita no tenía culpa, sino él, él solo. Y proseguía en su monologo, henchido de divagaciones, contradictorio, pintoresco, absurdo:

- Esas provincianitas, se decía, nos quieren, si, nos quieren, como María me ha querido. Pero la procesión les anda por dentro. Nos quieren y no saben decirlo. Se sacrifican y nadie sabe su sacrificio. En la vida, son perfectas madres, pero como novias… No; lo que es para novias, Madrid. ¡Aquella Lolita, tan charlatana, tan embustera, ton bonita!... ¡Pero María! ¿Saldrá María? ¿Jugará conmigo ahora como yo he jugado con ella antes? El caso es… que yo no tengo defensa. Y la quiero pedir perdón, y casarme con ella, y…

Se oyó ruido de cristalería, se abrió una ventana y asomó un busto de mujer. El de María. Manolo quedó confuso. Se acercó tímidamente.

-María…, balbuceo el terrible pecador, el de los devaneos e infidelidades cortesanas.

María replicó dulcemente:

-Pero Manolo…

Y Manolo razonó la solicitud de su indulto prolijamente. Siempre ha sido torpe costumbre la de oír conversaciones ajenas y necia cosa, además, fisgonear platicas de enamorados. Aquella fue larga y cordial Se habló de boda: se fijó una fecha; “pelillos a la mar” dice el adagio.

María, al hablar luego con su mamá, estaba radiante, pero en las mejillas había surcos de lágrimas.

También Manolo, espíritu fuerte para los contertulios de la cacharrería del Ateneo; lloró aquella noche…

Y es que le nació el grande amor entonces sobre el solar de las pasadas frivolidades. El amor, del que ha dicho un poeta que es como un niño recién nacido. En efecto, hasta que no llora, no sabemos si vive.


JOSE SANCHEZ ROJAS
LA ILUSTRACION ARTISTICA 11/09/1911

miércoles, 1 de julio de 2009

Puerta del Río nº 13


Si allá por el año 1929 el semanario El Tormes recogía en sus páginas la preocupación existente por la lejanía de la estación de ferrocarril y daba cuenta de las infructuosas gestiones que las autoridades locales de aquella época realizaban en un intento de conseguir su aproximación a la villa, 55 años más tarde, en 1984, otra publicación albense, en esta caso Puerta del Río, cuyo número 13 ofrecemos en edición digital, recogía en las suyas una preocupación paralela: el proyecto del Gobierno de remodelación de las vías ferroviarias que tendría como consecuencia la supresión, en el mes de enero de 1985, de la línea Palazuelo – Astorga y que dejaría sin tren a Alba de Tormes y en desuso y sin utilidad alguna a su distante estación.
Del resto de los contenidos de este número destacamos el anuncio del inminente alumbramiento de una emisora de radio albense, “Radio Bucarón”, proyecto que, al parecer, llegaría a materializarse, realizando una primera emisión en pruebas desde la discoteca Caballo Rojo, y alguna otra emisión posterior, pero con el que, a pesar de la ilusión de sus promotores, pronto darían al traste la escasez de medios y la falta de colaboración.
También nos ha resultado interesante el articulo “Del teatro del Hospital al cine Tormes” que nos permite, sirviéndonos de los recuerdos de José Sánchez Rueda acercarnos a la historia y evolución de este singular edificio, historia que desde aquí tratamos de complementar aportando algunos documentos de la época, tales como el díptico editado con motivo del “homenaje popular” que en el año 1949 ofrecerían el Ayuntamiento y la Junta Municipal de Beneficencia del Hospital a Antonio Fernández y Eroteides Cascajo con motivo de la remodelación del teatro, que en el mencionado artículo nos describe Pepe Rueda, o algunos carteles de mano anunciando diversas veladas teatrales que, con fines benéficos, protagonizarían en los primeros años de la década de los años 30 distintos aficionados integrantes de los que en algún momento se llamó “Cuadro artístico albense” y que en más de una ocasión se “atrevió” a representar obras distintas con apenas de un mes intervalo entre ellas, lo que nos induce a pensar en la existencia de una consolidada tradición teatral en el Alba de aquellos años.

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