domingo, 28 de junio de 2009

Alfonso XIII: Visitante ilustre de Alba de Tormes

Con las miras de dotar de mayor esplendor y boato a la celebración del III Centenario de la canonización de Teresa de Cepeda (Gregorio XV - 12 de marzo de 1622), que se conmemoraba en ese año, el 10 de enero de 1922 el por entonces obispo de Salamanca Julián de Diego y García de Alcolea se dirigió al rector y claustro de la universidad de Salamanca  con la petición de que se proclamase a Santa Teresa de Jesús  “acreedora a ostentar en su imagen los emblemas doctorales”.

Unos meses después, el 4 de marzo, se reuniría el claustro ordinario, bajo la presidencia del Vicerrector Unamuno, para acordar por aclamación la concesión del titulo de doctora honoris causa a la santa castellana.

La investidura como primera doctora por la Escuela salmantina tendría su colofón el 6 de octubre en un solemne acto presidido por el rector Maldonado y celebrado en el Paraninfo de la universidad con la asistencia del Presidente del Gobierno, José Sánchez Guerra, y de los Reyes de España, y el 8 del mismo mes, fecha en que Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia, acompañados por una comisión del Claustro universitario,  se trasladarían hasta Alba de Tormes en cuya Basílica en construcción les esperaba la imagen de Santa Teresa para recibir, de manos regias, la pluma y el birrete que desde entonces ostenta como símbolo de su doctorado. Su estancia en Alba finalizaría con la celebración de una misa y procesión por las calles de la villa, tras la cual los Reyes visitaron las reliquias de la Santa en el convento de la Anunciación y tras un frugal almuerzo en la Hospedería Teresiana (actual Hostal America) emprenderían viaje de regreso a Madrid a través de Peñaranda de Bracamonte.

El desarrollo de estos actos sería ampliamente recogido (bajo su óptica particular) por la revista La Basílica Teresiana, y también tendría su reflejo en la prensa grafica de la época de la que hemos encontrado reseñas en las publicaciones Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, ABC y La Esfera, de las que, desde aquí, ofrecemos sus versiones digitales.

                                

Ultima actualización: 19-abril-2012


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jueves, 25 de junio de 2009

El Tormes: Diciembre 1929 - Enero 1930

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Con esta fecha añadimos a nuestra hemeroteca, los números 8 y 9 del antiguo dominical albense El Tormes (último número del año 1929 y primero de 1930). En ellos se continúa informando sobre las nuevas aportaciones realizadas a la suscripción en favor del Hospital de Santiago promovida por ese periódico, al tiempo que se publica un artículo de José Sánchez Rojas recordando la celebración de las fiestas navideñas en Alba de Tormes (articulo que ya fue recogido, en su día, en otro apartado de este espacio) y se da cuenta de la aprobación por parte de la Diputación Provincial de Salamanca de una subvención de 5.000 Ptas. para las obras de la Basílica Teresiana, así como la noticia de la próxima celebración, también a beneficio del Hospital, de un festival taurino con reses cedidas por Emilio Clavijo para ser lidiadas por el polémico y por entonces número uno del escalafón de novilleros Saturio Torón.
Del resto de contenidos destacamos por su curiosidad la publicación (de inserción obligatoria) de la Real orden de la Presidencia del Consejo de Ministros estableciendo una cuota anual de 5 Ptas. por la licencia de uso de cada aparato receptor de radio en domicilio particular y de 50 Ptas. en lugar público (Bares, cafés, hoteles...), y también la felicitación que, a través de los Gobernadores Civiles, hacía llegar a todos los Ayuntamientos, y por extensión a toda la población, Miguel Primo de Rivera, apenas un mes antes de su dimisión como Presidente del Gobierno y posterior exilio en Paris.

jueves, 18 de junio de 2009

Cumpliendo compromisos. L'Aceña nº 24

Así lo anunciábamos recientemente, cuando al incorporar a nuestra hemeroteca digital en nº 32 de la revista L’Aceña nos comprometíamos, no solo a ofrecer a nuestros visitantes los nuevos números que se publicasen, sino también a tratar de recuperar sus números atrasados.
Poco tiempo después Entre el Tormes y Butarque acogía la versión digital de su número 33 y hoy comenzamos la entrega de algunas de sus antiguas ediciones, que iniciamos con la correspondiente a su número 24 (Enero - Marzo 2007) de la que destacamos un reportaje sobre los distintos actos, organizados por Ascua y desarrollados con motivo de la conmemoración del 75 aniversario del fallecimiento del escritor albense José Sánchez Rojas, y un interesantísimo articulo: "Un concierto de piedra. Los ángeles músicos de San Jerónimo” firmado por José Ignacio Cotobal Robles.

sábado, 13 de junio de 2009

1972 - Junio - Martes - El Trece

13 de junio..., día de San Antonio..., de la extinta feria de Alba..., y también martes en el año 1972.

Por este último motivo, coincidencia de martes y 13, la redacción de El TRECE imprimía un carácter extraordinario al número correspondiente a ese mes, número en el que se publicaba un curioso artículo relativo a esta fecha firmado por Antonio Alamo, de quien, en esta misma edición, se facilitaba la noticia de su reciente nombramiento como miembro de la UNESCO

Del resto de su contenido destacamos una entrevista realizada al Sr. Pepe “Chanela”, el espolonero, otra a Jesús Maria Corredera tras la exposición de una muestra de su obra pictórica en la sala La Latina y un crítico artículo de Florentino Gutiérrez poniendo de manifiesto el escaso compromiso de buena parte de la sociedad albense con diversas actividades culturales, educativas, religiosas....

También en este número, y no lo citamos como destacable, sino como curioso, se recogía la clasificación final de la competición de “escuadras de flechas” y se anunciaba la próxima entrega de premios y trofeos a cuyo acto corresponde esta fotografía de algunos de los integrantes de la escuadra ganadora encontrada mientras revisaba un antiguo álbum.

jueves, 4 de junio de 2009

José Sánchez Rojas: El castillo de Alba


(A la Excma. Sra. Dª Concepción de Zuñiga; Vizcondesa viuda de Garci-Grande.)

Alba de Tormes, señora, es su castillo, solamente su castillo. Anidarán en él pajarracos nocturnos; se caerá piedra a piedra; servirá de refectorio á chalanes, gitanos y bohemios; se perderán y empolvarán los frescos que adornan un dormitorio de los gloriosos Duques...

En aquel castillo se caerá también una pieza donde se representaban, allá por los años del Señor de 1492, las comedias de Juan del Encina en el oratorio de los Duques. El padre de nuestros dramaturgos era de un lugarejo cercano, de Encinas de Abajo, que le dio el sobrenombre. Protegido por D. Fadrique de Toledo, primer duque de Alba, hacía sus farsas y autos sacramentales en el castillo, en presencia de D. Fadrique Enriques, almirante de Castilla, de D. Iñigo López de Mendoza, duque del Infantado y del príncipe D. Juan.

Y también se perderá la estancia de D. Pedro Calderón de la Barca. Es fama que después de las correrías, aventuras y amoríos del famoso ingenio por Flandes y Milán, se refugió, desterrado, en el castillo de Alba, para aquietar sus nervios. Su destierro coincidió con la caída del conde-duque de Olivares, el favorito de Felipe IV, allá por el año 1648. En el castillo permaneció Calderón de la Barca dos años y medio. Salió de Alba para encargarse de escribir, en 1650, las bodas reales de D. Felipe IV con doña Mariana de Austria. Un año después obtuvo licencia para hacerse sacerdote. El diablo harto de carne...

Estos recuerdos históricos desaparecerán, señora. Y aquel día, inexorablemente próximo, tendremos que llorar la muerte de Alba. Yo quiero entonar al castillo de mi niñez una elegía prematura. Porque el derrumbamiento vendrá por lo que vienen todos los derrumbamientos de los edificios castizos de nuestra España: por incuria de todos, por ausencia de ambiente artístico, por... Sí, a veces también por engaños y supercherías. Los duques de Alba creyeron en 1885 que poseían en la villa que dio nombre á los timbres de su casa, un palacio confortable, pagaban una cantidad anual por la conservación del castillo, y se encontraron con que el famoso palacio servia para los fines más comunes de la casa entre gentes que carecen de ella.

Y aquel castillo es un hermoso bloque de piedra, entre los siglos XII y XIII construido, alto, con su atalaya de homenaje al frente dominando la vega del Tormes que ya cantó Garcilaso:

En la rivera verde y deleitosa
Del sacro Tormes, dulce y claro rio,
Hay una vega grande y espaciosa,
Verde en el medio del invierno frío
En el otoño verde y primavera,
Verde en la fuerza del ardiente estío,

con todo lo demás que sigue en la hermosa égloga.

El Tormes, en verdad, lame los paredones añejos del castillo y canta, lentamente, su canción de eterna paz. Los álamos bordean las orillas del sacro río que arrastra pepitas de oro en su carrera. El paisaje –si es en otoño- es de una infinita tristeza. Chirrían las ruedas de las tenerías y molinos, esquilean las campanillas de los aguadores. Una moza lozana, remangando su brazo blanco y rollizo, dice una canción monótona y larga como el llano. El puente romano, curvo, remendado a trechos, con piedras blancas en unos ojos y pizarras verduscas en otros, completa el fondo del paisaje casto.

Si, Alba de Tormes es su castillo como la vida del mozo se reduce a su ilusión primera y a los ojos de la mujer que le hablo de la vida... sin hablarle. El castillo es la ilusión, el sueño, el verso robusto de la estrofa coja de mi villa. Cuando anochece, y lucen fogatas rojas en la sierra lejana de Béjar que cierra el horizonte, retornan de paseo los curas, el médico de la villa, el boticario, tipos clásicos, reciamente clásicos todos. Hablan de sus negocios, comentan con donaire una boda deshecha, la tardanza de un específico, la muerte de un viejo catarroso quizás. Y la sombra monumental del castillo en ruinas les impone. Y callan. Es su cuarto de hora ideal. Cruzan pajes, dueñas, frailes, saeteros, enanos, bufones, fosos, pozos fantásticos –donde cayeron franceses- por la imaginación de aquellos buenos señores. Algún viejo verde piensa en un beso de labios ducales, dado en un foso, en una noche de luna. Algún erudito diserta sobre la no muy veraz historia de “La maja desnuda” de Goya y sobre el absurdo derecho de pernada, de fácil aplauso en las peluquerías del lugar. El usurero piensa, con disgusto, en lo que costarían los buenos oficios de una dueña, Y aquellos hombres, por un momento ven la vida a través de un verso de Zorrilla o de una leyenda de Bécquer. El que es culto siente escalofríos murmurando unas palabras rimadas de Enrique Heine. La mole negra del castillo sigue proyectando su sombra augusta sobre las casucas vecinas. Y se oye el canto antipático de una lechuza y el ¡cor cró! repugnante del sapo viscoso.

Señora mía: que recompongan eso, que remienden eso. Alba sin su castillo será un pueblo sin leyenda. Usted, que con su corazón generoso, quiso antaño remediar tanto duelo, permítame que escriba esta elegía prematura.

Y que callen los poetas. Aquel castillo es “mió”, sólo “mío” El sabe deshacerse de mis ilusiones viejas y del retoñar de mis nuevas ilusiones. Con su tristeza ha tapado la mía.

Y que sepa de los escombros de su solar el joven duque de Alba y que sus administradores se den maña para ahuyentar sapos y lechuzas de escondrijos solitarios que antes sirvieron de solaz a poetas y guerreros.

Alrededor del Mundo 10-03-1909
Biblioteca Nacional de España

lunes, 1 de junio de 2009

Puerta del Rio. Primer aniversario.

Con la publicación de su número 12 conmemoraba la revista Puerta del Río su primer aniversario en el mes de junio de 1984.
Entre sus muchos y variados contenidos destacamos dos nostálgicos artículos, “Recuerdos y olvidos” y “Plaza Mayor”, en los que sus autores, Pepe Rueda y José Sánchez, rememoran su infancia en Alba de Tormes al tiempo que nos acercan a buen número de sus históricos personajes.
No menos interesante resulta la colaboración realizada por José Mª Bullón Gil desvelando la existencia de un documento redactado por Francisco Gonzalez Brieva, titular de la parroquia de Ejeme, mediante el que, en plena francesada, relata algunas de las consecuencias del paso de los ejércitos napoleónicos por las tierras de Alba durante el mes de noviembre de 1812, al tiempo que nos da cuenta de sus desvelos para tratar de remedar la perdida del “Libro de Partidas de Bautismo” en el que se recogían los datos correspondientes a los natalicios habidos entre los años 1784 y 1812.