lunes, 26 de julio de 2010

Cartilla de racionamiento

Nuevamente Miguel Manuel Martín quiere hacer participe a Entre el Tormes y Butarque y a sus seguidores de uno más de los documentos que sobre su tierra (y nuestra) viene atesorando. En este caso se trata de unos cupones recortables, impresos en el reverso de una página ilustrada con la imagen de “Francisco Pizarro. El Conquistador de los Incas” (acorde al fervor imperial de la época), que fueron emitidos en el año 1941 con el objetivo de racionar el abastecimiento de alimentos para la población de Alba de Tormes
Vales” por 100 grs. de lentejas, o 130 de azúcar, o 2 cabezas de ajos, o 150 grs. de guisantes, o 100 de arroz, o 1 cebolla, o 150 grs. de harina, o 100 de sal, o 250 de patatas, o 200 de judías, conforman este documento del que hoy nos ocupamos a titulo de curiosidad.
¡Y nos quejamos de la "crisis" actual!

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miércoles, 21 de julio de 2010

«España» y Sánchez Rojas


En nuestro periplo por distintas bibliotecas virtuales tras el rastro de José Sánchez Rojas, localizamos una nueva cabecera de prensa que contó con su firma entre sus páginas.
En esta ocasión se trata de «España: Semanario de la vida nacional», publicación de periodicidad semanal editada en Madrid entre los años 1915 y 1924, con redactores de la categoría de José Ortega Gasset, Pio Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramon Pérez de Ayala..., y en la que hemos encontrado diversas colaboraciones del escritor albense fechadas en 1917 y 1919 cuyos originales, digitalizados, ya se encuentran disponibles en la sección que Entre el Tormes y Butarque dedica a su obra.

sábado, 17 de julio de 2010

Alba de Tormes al Día nº 11

Temporada para recordar. Este es el lema de portada del número 11 de Alba de Tormes al Día correspondiente al mes de junio de 2010 y dedicada, en esta ocasión a los magníficos resultados obtenidos por el equipo representativo de nuestra localidad en Primera Nacional A de Futbol Sala. Temporada para recordar la del Solimar Albense, y “temporada” para recordar la de Alba de Tormes al Día, plenamente consolidada como revista de información local y comarcal, tanto en su versión digital como en su edición en “papel”, que alcanza ya, con este ejemplar que hoy presentamos, 11 meses de publicaciones consecutivas, y que recientemente ha sido distinguida con un accésit en la III edición del concurso Emprendedores promovido por la Diputación Provincial de Salamanca.
Recibid ambos, Solimar Albense y Alba de Tormes al Día, la felicitación sincera de Entre el Tormes y Butarque por los logros obtenidos fruto, sin duda, de vuestro buen hacer.

martes, 13 de julio de 2010

El Trece nº 23

Al antiguo castillo-palacio de los duques de Alba dedicaba su portada el número 23 de El Trece que hoy incorporamos a este cuaderno electrónico. En ella se bosqueja uno de los grabados que el pintor romántico Jenaro Pérez Villamil realizó sobre esta edificación cuando ya se encontraba en estado ruinoso tras el deterioro sufrido en los diversos asedios de que fue objeto durante la Guerra de Independencia y, fundamentalmente, después de haber sido “pasto de las llamas” como consecuencia del incendio provocado por Julián Sánchez “El Charro”.
Del contenido de esta edición, publicada en el mes de julio de 1973, destacamos la segunda entrega del artículo “Alba y su historia”, ya iniciado en el número anterior, y que en este realiza un somero recorrido por el devenir histórico de Alba de Tormes entre los años 1.446 y 1812.

sábado, 10 de julio de 2010

El ciego Sabino

Coincidiendo con el aniversario de la capitulación de Ciudad Rodrigo y como modesta contribución de Entre el Tormes y Butarque a la conmemoración del bicentenario del asedio francés a esta localidad que, a diferencia de lo ocurrido el pasado mes de noviembre en Alba de Tormes, ni olvida ni da la espalda a su historia, reproducimos una de las obras premiadas en los Juegos Florales con los que, junto a otros actos, se rememoró en 1910 el primer centenario de los sitios. El ciego Sabino, relato del que hoy nos ocupamos, obtuvo el premio correspondiente al tema VII (Crónica literaria sobre un episodio del sitio de Ciudad Rodrigo) de aquel certamen y su autor fue el escritor y periodista albense José Sánchez Rojas.


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EL CIEGO SABINO

Con un libro de historia sobre la mesa de estudio, abierto por un grabado que representaba a Daoiz y Velarde defendiendo el Parque de Madrid, dormitaba yo las horas de mis ensueños, diez años ha, en el colegio de mi niñez. Eran las siete de la tarde y corría el mes de Mayo, ingrato para los estudiantes. Habíamos regresado de paseo los colegiales, con nuestros bonetes cuadrados y nuestras flamantes becas azules. Apretaba el calor y el tiempo apretaba. Y yo repasaba la Historia de España, deteniéndome con deleite en la epopeya de la Independencia.

La ventana de la sala de estudios miraba a la muralla de la ciudad. Aquellos paredones rugosos y viejos daban una impresión castiza de pueblo castellano digno de los juglares de nuestro sabroso Romancero.

Por aquellos días leíase en el refectorio del colegio una historia de Mirobriga; antes, habíamos escuchado la lectura de unas leyendas, y en mi memoria danzaban, confundidos, un obispo resucitado, una bella que resiste los halagos de su rey y desfigura su rostro con aceite hirviendo, unos caballeros que luchaban por su dama en las sombras de la noche y en los ángulos de las esquinas, el eterno motivo shakespeariano de los Montescos y Capuletos, con Julietas que asoman su rostro blanco al pálido claror de la luna y con Romeos que lanzan ante las tapias del jardín azul los eternos ayes de nuestras esperanzas y de nuestros amores.

Y soñando, soñando -¿qué ha de hacer un niño sino soñar?- tuve una visión clara y sintética de la epopeya nacional que antes estudiara. Por primera vez en nuestro pueblo, de sus entrañas surge un grito redentor, que sale de las ciudades, que se desparrama por las aldeas; eco que retumba en los valles, canción que vibra en las montañas, grito de coraje, de esperanza y de amor. No luchan las ideas; no se pelean los hermanos; entonces y solo entonces siente el pueblo que es uno y que es firme. La unión nacional simbolizada en el pendón de Granada, tiene para el pueblo un valor plástico ante el peligro francés. La unión nacional se consolida entonces. Las notas diplomáticas callan cuando habla el pueblo. No pelea el ejército regular, luchan siempre los guerrilleros. Mezclanse clérigos, hampones, mujerucas, escolares, los mozos y los viejos, los desordenados y los modosos, los corregidores y los corchetes. El pueblo es el héroe. No hay episodios sucintos, aislados en la conmoción popular. Son anónimas las glorias y en el corazón del pueblo encienden su llama generosa. Cada uno se siente un trozo vivo, entraña palpitante de la patria única; cada uno defiende sus amores, el beso de la madre, el halago del hijo, el techo de la vivienda, la espiga que dora la campiña y la canción que aprende a la reja de la mujer amada. No es la junta central, no son las cancillerías, ni los generales, ni los obispos ni los letrados, los que declaran la guerra santa: son dos artilleros del Parque de Madrid, son las coplas de los zaragozanos, es el alcalde de Mostoles que en su Concejo lanza una proclama que es reguero de sangre y manantial de cantares. Es el instinto popular, grande en su fiereza, magnifico en su cólera, el que quiere lo suyo: el pan del suelo y el pan del alma, que lo conquista como puede.

Y mientras sueño comienza a ponerse el sol. Las campanas de la catedral caen, lentas, en la calma del crepúsculo. La sombra se adueña de las murallas que veo desde mi ventana. Y pienso en la lucha de la ciudad. También el pueblo es aquí el héroe. Al lado de Perez de Herrasti, están el deán austero, de patriotismo noble y de frase acerada, el gran Aparicio; Lorenza Iglesias, de gesto altivo y de señoril continente, el ciego Sabino, el héroe que sube desde las entrañas del pueblo al trono de la gloria; el fantástico Julián Sánchez, sembrando espanto entre los gabachos con sus lanceros inmortales.

La figura de Sabino… ¿No es esta, amigos míos, una figura genuinamente épica? Si Homero el ciego canta las gestas de los bandos que las caricias de Elena se disputaban, el ciego Sabino las realiza en nuestra casa solariega. Si Milton el ciego canta el Paraíso, el nuestro, el español, el mirobrigense, lo trae a las murallas de la ciudad sagrada, encendiendo su ceguera focos de luz en los patriotas.

La historia del sitio no esta hecha. Son más las tradiciones orales que los documentos escritos los que narran las hazañas de vuestros abuelos, mirobrigenses. No os apesadumbren achaques de tal linaje.

La charla del viejo que os ha referido, en vuestros años mozos, cosas que el oyó en su muchachez, tiene un matiz, un arte, un calor de humanidad que no reproduce nunca el papelote amarillo, el cronicón añejo y la carta familiar de un ascendiente, traspapelada en los sótanos de un desván, donde silba el viento durante las noches invernales. La del ciego Sabino es una tradición oral, y por serlo, es más verdadera que el documento tamizado por el erudito rebuscón. Las murallas, grietosas, comienzan a desconcharse. Los conventos de Santa Clara y San Francisco, el cimborrio de la catedral, oyen el zumbido de la metralla. Hay voces desgarradoras, cuerpos que caen, lamentos, polvo, ruido infernal. Las mujeres llevan agua a los combatientes; Perez de Herrasti no quiere rendirse y despide a los emisarios. El pueblo lucha bravamente y no quiere ser francés.

Y camina un ciego con su perro por la muralla. No se arredra nunca; él está siempre en la vanguardia y no sabe del peligro ni de la vida. Y lleva municiones, dice palabras de piedad a los moribundos, predica a los fuertes y da vigor a los débiles. Tal vez tropieza con un casco de granada; se rehace, y los ladridos del perrillo, que olfatea en el ambiente, dan luz a sus ojos y a su alma coraje.

Y yo digo que no hay figura como esta, ni arrojo como este arrojo. Es el episodio más conmovedor del sitio y de la epopeya toda de nuestra independencia. Ni Agustina con sus cañones, ni Palafox con sus arengas, son comparables al ciego mirobrigense.

Y estas figuras desaparecerán para siempre. No tornaran nunca a los dorados jardines de nuestra niñez. El patriotismo se ha trocado ahora, de arrojo individual, en cifras numéricas y en fuerzas mecánicas; de escaramuza aislada, en achaque cerebral. Mas nuestra España formará su alma del recuerdo de las viejas gestas, y el ciego de Ciudad Rodrigo puso una nota de ternura en la bandera y en el alma de la patria. Alma plebeya, anónima, juglar de nuestro espíritu, el ciego Sabino abrirá camino de luz a nuestros hijos. Leguemos a estos la historia dorada que de nuestros padres heredamos nosotros. Una historia fuerte, viril, austera, de leones que rugen y de águilas que tienen cortadas las alas; historia a la que puso el ciego Sabino un momento de gracia y de melancolía.

José Sánchez Rojas

lunes, 5 de julio de 2010

L'Aceña nº 37



Una vez más, en el momento incorporar a nuestra sección dedicada a la prensa albense un nuevo ejemplar de la revista L’Aceña, recurrimos a destacar alguna de las ideas o frases más significativas que encontramos en su lectura. Tal es el caso de este número 37 del que extractamos una parte de su editorial desde el que “a vueltas con el turismo albense” se plantean determinados interrogantes que deberían hacer reflexionar a nuestros responsables municipales en esta materia:
«…
Las cantinelas con las promociones turísticas no nos pueden engañar durante más tiempo: ¿Sirven las ferias Fitur e Intur para algo? ¿Si son provechosas porqué no se ha ido este año entonces? ¿Si no lo son porqué se fue en años anteriores? La crisis no puede ser disculpa cuando algo es productivo, porque si se invierte en ofertas que repercuten positivamente en Alba, ahora es cuando más hay que hacerlo. Se mire como se mire aquí no cabe disculpa
.
…»

jueves, 1 de julio de 2010

La imagen del mes

Bajo este epígrafe inicia su andadura una nueva sección con la que se pretende ofrecer, con un intervalo mensual, una imagen que resulte de interés para cuantos visitan Entre el Tormes y Butarque.
Esta imagen, que se publicará en coincidencia con los primeros días de cada mes, dispone de una replica en miniatura, alojada en la barra lateral, que permite enlazar con la publicación original, y con anteriores de la misma serie, cuando estas ya no estén visibles en la pagina principal.

Espero que resulte de vuestro agrado.

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Ruinas del castillo-palacio de Alba de Tormes
Primera mitad del siglo XIX
Jenaro Pérez Villaamil