sábado, 23 de junio de 2012

L'Aceña nº 2

El Mayo, una costumbre ancestral prácticamente ya desaparecida de nuestros pueblos; los Huertos Familiares, una iniciativa de mediados del pasado siglo con la que Ayuntamiento de la época pretendía facilitar una economía de subsistencia para las familias más necesitadas; el Instituto, una mirada a los orígenes de este centro de enseñanza albense, una semblanza que nos descubre a Claudio Constanzo Aparicio, un Académico Correspondiente de la Real de la Historia nacido en Alba; el protagonismo de los carreteros albenses en los antiguos Concursos de Carros, un reportaje sobre la vecina localidad de Pedrosillo, unos apuntes sobre el convento de San Juan de la Cruz, son algunos de los temas que en la primavera de 2001 se publicaban en el número 2 de la revista L’Aceña que ahora reeditamos en formato digital.

viernes, 15 de junio de 2012

Alba ayer y hoy

Un recorrido por el pasado y el presente de Alba de Tormes visualizando imágenes de distintas épocas que nos permitirá comprobar la evolución que ha experimentado y, dependiendo del particular punto de vista de cada uno, lo mucho que ha ganado o lo mucho que ha perdido.

jueves, 7 de junio de 2012

Los santos

Los utilizábamos como moneda de cambio en nuestras ingenuas apuestas de infancia y nos esforzábamos en aguzar nuestro ingenio y ejercitar nuestras mejores habilidades para ganar al chite o a los santos y aumentar así nuestra colección.
No eran más que recortes de cajas de cerillas, aunque para nosotros representaban un pequeño tesoro, y algunos llegaban a adquirir un valor excepcional por su colorido, por su dibujo, o en algunos casos porque así lo determinaba su propietario (A ver quien se atrevía a llevarle la contraria).
Hoy presentamos uno de ellos: un santo por cuya posesión habríamos sido envidiados  y que constituiría, sin duda, nuestra pieza más valiosa. Se trata, como vemos, de una caja de cerillas que ilustra su cubierta con un grabado del castillo de Alba de Tormes cuya historia, resumida, se explica en su reverso –error semántico incluido– con el siguiente texto:

«La primitiva fortaleza, una torre atalaya, se levanta a principios del siglo XIII por Fernando II de Castilla. Sancho IV el Bravo la convierte en castillo, que desbastan los comuneros. Sobre sus ruinas reedifica señorial palacio el primer duque de Alba, que destruye en 1809 el ejército del Mariscal Kellermann, durante la guerra de la Independencia.»

Imágenes cedidas por Miguel Manuel Martín

Para la gente joven que no ha llegado a conocer estos divertimentos, o para quienes ya empezamos a olvidarlos -a mí me ha tenido que refrescar la memoria mi entrañable amigo Sera-, el chite era una pieza, más alta que ancha, de madera, piedra o cualquier otro material, que se colocaba en posición vertical en el centro de un circulo  trazado en el suelo. El juego consistía en tratar de derribarlo lanzando contra él, desde una distancia a determinar (la raya), el objeto que en cada caso se estipulase (piedra, chapa…) ganando, quien lo consiguiese, los santos que hubieran caído fuera del circulo y que, como objeto de la apuesta,  previamente se habrían colocado en su parte superior.
En el juego de los santos, menos habilidoso y más sujeto a las leyes del azar, había que lanzar el mazo de santos –constituido por las aportaciones de cada uno de los participantes– contra una pared, una puerta, un  árbol…, ganando, el lanzador, aquellos que cayesen de cara, esto es, con su ilustración hacia arriba.