viernes, 25 de abril de 2014

ALBA DE TORMES Y SALAMANCA NO DEJAN CAER EN EL OLVIDO EL IV CENTENARIO DE LA BEATIFICACIÓN DE SANTA TERESA

Manuel Diego Sánchez, carmelita

Las conmemoraciones centenarias sirven para refrescar la memoria  de acontecimientos del pasado que, a su vez, nos traen valores susceptibles de mantener vivos en el tiempo presente. Y cuando se trata de figuras como Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida por Santa Teresa de Jesús, entonces percibimos la dimensión universal de esta mujer, la pervivencia de su legado a través de una familia religiosa de monjas y frailes, el Carmelo Teresiano; pero sobre todo esto sucede a través de sus libros, con un mensaje que trasciende el tiempo y hasta con un valor literario muy significativo, todo lo cual convierte a esta escritora mística en un clásico de la lengua española.

Estamos recordando el IV centenario de su beatificación en Roma (24 de abril del 1614), una fecha que pone delante no sólo el hecho de una santidad reconocida oficialmente por la Iglesia, sino que es el punto culminante de todo un camino de penetración dentro de la cultura española, sin dejar de ser a la vez una fecha importante también para la cultura europea.

Muerta Teresa de Jesús en Alba de Tormes (4.10.1582), su fama perdura, sus escritos serán muy leídos desde que Fr. Luís de León los publicara en Salamanca (1588). Y hasta su sepulcro en la villa ducal comenzó a ser visitado de inmediato, porque eran muchas las personas que buscaban su intercesión.



PROCESOS INFORMATIVOS EN ALBA DE TORMES.
Fue el obispo de Salamanca, Jerónimo Manrique Figueroa (1579-1593), quien tomó la decisión a los 9 años de la muerte de abrir una serie de informaciones canónicas en Salamanca y Alba de Tormes. Es la primera piedra que se puso en el camino de la beatificación de santa Teresa. Del 15 de octubre de 1591 hasta el 3 de enero del 1592 las informaciones y preguntas a testigos se hacen en Salamanca; el mismo obispo se traslada luego a Alba de Tormes y allí preside los interrogatorios del 1 al 10 de abril del 1592. Rigurosamente hablando, no sólo proviene de Salamanca la idea de comenzar el proceso de beatificación a los 10 años de muerta (seguramente a instancias de la familia carmelitana y de otras tantas personas e instituciones), sino que es allí donde se pone en ejecución tal medida. Posteriormente (1595-1597) será el Nuncio quién mandará hacer otras informaciones en distintos lugares de España vinculados a la Madre Teresa; mientras que por mandato de Roma se realizarán todavía más informaciones en 1604, 1609-1610. Podemos afirmar examinando el contenido de todos estos procesos (accesibles a través de la publicación de Silverio de santa Teresa en 1935), que santa Teresa tuvo mucha suerte, pues todas estas informaciones se hacen interrogando a personajes (no sólo monjas carmelitas, frailes y clérigos) que la han tratado y conocido; por eso, a la postre son una fuente de primera mano para conocer su figura, aunque han de ser usados estos testimonios con cuidado porque dependen ya de la primera biografía teresiana de Ribera (1590) y tienen una finalidad estrictamente apologética, es decir, defender la santidad de la Madre Teresa.

Para hacerse una idea del valor y calidad de los testigos que, por ejemplo, hablaron en 1592 en Alba (se conservan los originales de estos procesos), baste citar que entre otros lo hicieron el cuñado Juan de Ovalle, su sobrina ya monja carmelita Beatriz de Jesús Ovalle, Mariana de Jesús Gaitán (hija del caballero Antonio Gaitán que la acompañó a tantas fundaciones); los clérigos Antonio de Zamora (que la conoció y confesó), Perucho de Villarreal, Antonio de la Trinidad; también los médicos locales Francisco Ramírez, Martín Arias; las monjas isabeles Dª Mayor Mejía y Dª Francisca de Fonseca; y, sobre todo, un buen grupo de carmelitas descalzas del monasterio de Alba que asistieron a su última enfermedad y muerte, y han sido testigos del milagro de la incorrupción del cuerpo, de los diversos milagros y hasta de la primera devoción local y de fuera (viajes y peregrinaciones al sepulcro) hacia la madre Teresa, tales monjas como María de san Francisco Ramirez, Mariana de la Encarnación Velázquez, Catalina Bautista Hernández, Juana del Espíritu Santo Guiera, Inés de Jesús Villapecellín, Catalina de san Ángelo Mejía, Constancia de los Ángeles Centeno, Isabel de la Cruz Morales. Hoy resulta emocionante pasar los folios de este códice y encontrarse con estos testimonios originales acompañados de las firmas autógrafas de personas tan cercanas a Teresa de Jesús.









UN PROCESO DE INVESTIGACIÓN RÁPIDO Y DE GRAN VALOR HISTÓRICO.
Todo el proceso de beatificación que duró hasta el 1610 demuestra la seriedad de la investigación que se ha llevado a cabo en toda España, sobre todo en aquellos lugares más vinculados a la presencia de esta mujer, buscando las personas que la han tratado y conocido más de cerca. Todavía en Alba se hizo otra información años más tarde, en mayo de 1610, bajo el obispo Luís Fernández de Córdoba, aunque menos representativa en cuanto a la calidad de testigos.

Por eso, la beatificación de 1614 fue el punto de llegada de un largo trabajo de recopilación de material original (hoy diríamos un largo tiempo de investigación) que demostró la divulgación y fama que había alcanzado la figura teresiana por toda España. 

Nosotros leemos ahora estos procesos desde el punto de vista histórico y hallamos criterios y opiniones que no compartimos del todo, pero hay que entender que entonces se trataba de poder demostrar la santidad del candidato, conocer los milagros que hacía…, es decir, seguir un estilo que coincidiera con el modelo de la santidad barroca, con un estereotipo de ciertos valores de la santidad que el candidato debía cumplir estrictamente. Por eso resultan estos procesos de beatificación teresianos un material que –desde el punto de vista histórico– se debe cribar críticamente, lo cual no significa que no se diga en ellos la verdad, sino que se habla desde unos motivos y parámetros ya muy establecidos y prefijados. Que ésta venía a ser también la finalidad apologética de la hagiografía barroca, ideología muy bien recogida en las dos primeras biografías teresianas, la del jesuita Francisco de Ribera (1590) y la del jerónimo Diego de Yepes (1606).

No obstante todo lo dicho, impresiona la cantidad y variedad de personajes que han dado su palabra para conseguir ver en los altares a Teresa de Jesús.



LA PALABRA ESCRITA DE TERESA.
Pero en el caso teresiano hay todavía algo muy especial y es que, además del recurso a los milagros, se hace una defensa de los valores humanos de su personalidad con testimonios muy explícitos del realismo teresiano. 

E incluso se recuerda algo que no siempre estaba presente en otros santos, el sentir común acerca del beneficio de la lectura de sus obras; esto era posible gracias a la edición salmantina de Fr. Luís de León (1588). Por eso entraba dentro del interrogatorio la pregunta explícita acerca de las obras escritas. Con lo cual se constata que de inmediato los libros teresianos han salido de los estrictos límites conventuales y son ya patrimonio común por medio de la lectura de tantas personas. Seguramente éste fue el aspecto más útil de la beatificación por encima del hecho de la santidad reconocida por la Iglesia y el que de ahora en adelante se le pueda dar culto público, es decir, el lograr salvaguardar y difundir su legado doctrinal y literario para la posteridad, defendiéndolo de tantas acusaciones como había tenido después de muerta, hasta el punto de que fue un asunto bastante serio a resolver y que dificultaba la misma beatificación. De ahora en adelante, la obra escrita de Teresa, en el campo místico, formará parte del patrimonio de toda la Iglesia y será una lectura de moda y la que más circule entre los ambientes espirituales. Es más, en el año de la beatificación (1614), los libros teresianos han salido ya de España y han entrado en Europa contribuyendo no poco a la renovación y efervescencia espiritual del continente.

Con razón, cuando se componen los textos propios para la liturgia y el culto de Santa Teresa, algo que era inherente a la beatificación y como consecuencia de ella, se recurrió a textos ya tradicionales y comunes, pero el mismo Papa quiso señalar la singularidad de Teresa y, por eso, mandó que dentro de la oración colecta de la misa y oficio divino, se incluyese aquel inciso en forma de petición que todavía perdura en la liturgia teresiana de nuestros días: que nos alimentemos siempre de su celestial doctrina para crecer continuamente en santidad. Fue el primer reconocimiento que se hizo de su magisterio espiritual dentro de la Iglesia.



ALBA DE TORMES DESDE LA BEATIFICACIÓN.
No cabe duda que la villa percibió la trascendencia e importancia que tenía para su vida e historia aquella beatificación. Como se intensifican las visitas al sepulcro teresiano hubo que ir adaptando y mejorando la posición arquitectónica de éste dentro de la iglesia conventual de las monjas. En aquel mismo año 1614 celebró ya su fiesta y octava en el día prescrito entonces (5 de octubre) e hizo el voto de elegirla como patrona de toda la tierra de Alba haciendo festivo su día. Solamente en Alba se podía alargar la fiesta durante 8 días, a modo de octava desde el punto de vista litúrgico. Una costumbre que se mantiene hasta el día de hoy en las fiestas anuales de octubre.

El hecho de poseer la tumba colocó también a la villa en una posición privilegiada, incluso frente a la ciudad de Ávila, y era que no sólo los frailes y monjas de su Orden podían celebrar la liturgia teresiana, sino que en Alba cualquier sacerdote que visitara al sepulcro lo podía hacer también. Una gracia que más tarde (25.6.1614), en la misma forma que en Alba, solicitó Ávila para toda su diócesis. Así lo expresaba la bula de beatificación: que en la villa de Alba, diócesis de Salamanca, en el monasterio y en la iglesia en que se guarda el cuerpo de la beata Teresa, puedan todos los sacerdotes, tanto seculares como regulares, rezar y celebrar el oficio y la misa, respectivamente, en honor de la dicha beata Teresa, según las rúbricas del Breviario y del Misal romanos. Gracia que, en virtud de nuestra autoridad apostólica, concedemos a perpetuidad… (24.4.1614).

Alba de Tormes y Salamanca tienen motivos suficientes en este año de 2014 para recordar la beatificación de santa Teresa de Jesús.

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