jueves, 22 de marzo de 2018

Camino de la estación

 Alba de Tormes
1954

CAMINO DE LA ESTACIÓN
José Luis Miñambres

       No es frecuente una vista fotográfica desde el Camino de la Estación, por donde el Tormes baja impetuoso, arrastrando en su corriente mimbreras y bardas, dejando atrás las tierras de La Maya y Sieteiglesias. Por eso es ésta una imagen distinta: es éste un Alba mutilado por su zona del mediodía. No existe el Castillo ni el Torreón se lanza hacia la orilla del río. Por eso, es otro Alba. Alba sin castillo…no es la villa. Tal vez aquí se vea un Alba diferente, más acartonada y dispersa en su cabellera vegetal, que la rodea con sus árboles. Este Alba es el Alba descarnado, algo pobre, a fin de cuantas. No se aprecian las ruinas de la Basílica y está ausente la torre de San Pedro. La falda del poniente albense luce sólo ruinas. Excepcionalmente, El Espolón se muestra enhiesto en su terraza y fragante en su jardín superior. Casi al fondo, la Fábrica de los Moros, domina y encauza el furor de las aguas del Tornes para el ejercicio de la molienda diaria. 
       El Alba de la foto es también un Alba residual, como de aprovechamiento de cascotes pretéritos y viejos. Alba resulta trasnochada, creciendo con el Tormes, dividido por el puente, sin verja; con un carro que, lento e indolente, parece dirigirse hacia el Palacio, destino señero en otros tiempos. Ese destino agazapado entre las carreteras de la Estación, Valdemierque y Salamanca, con la curva del Ventorro y los restos del viejo puente. 
       Camino de la estación, a contracorriente del Tormes, otro carro rueda con indolente parsimonia. Es un carro de mulas, en nada parecido a los gloriosos carros de bueyes que luciera Alba en otros tiempos. Tal vez camina a la estación para recoger encargos ferroviarios. Con su paciencia cansina deshará el camino, hasta llegar a la Posada, junto a la iglesia de San Pedro. Y así, indolente y sufrido… seguirá girando el mundo. Como el tiempo infinito.

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