lunes, 23 de octubre de 2017

Explanada de la Basílica

En ella se pueden apreciar la antigua churrería y el
 bar-terrraza Martín que por entonces estaban en este lugar.
(Fotografía anterior a 1975)



La basílica de Alba. Construcción.
Nicolás Miñambres

     No tuvo suerte Enrique M. Repullés y Vargas con al Basílica de Alba. Sólo el primer cuerpo se mantiene enhiesto en sus columnas, mirando el Tormes. Pero observando sobre todo el mediodía del sol, al sur, fuente casi siempre de luz y de sosiego. La foto que hoy publicamos es una mole recia, contundente, que debería haber soportado los novo góticos muros y pináculos. A su espalda, por la fachada norte (de donde vienen siempre los fríos mesetarios, los hielos  y las nieblas de invierno) se protege la Basílica. Lo hace con la fortaleza del convento de Las Madres y su iglesia regia, que fuera, escribe Repullés, “Casa primeramente de Francisco Velázquez, intendente de los Duques de Alba”. Diversas calles albenses fueron sacrificadas para la erección del templo, pero el tiempo y el olvido se encargaron de paralizarlo.
     No hay en sus muros floraciones góticas de importancia, pero si vemos el Proyecto de E. M. Repullés, reviven nuestros ojos al contemplar la belleza de los dibujos de sus “Plantas” y sus láminas. Si el tiempo y las circunstancias hubieran sido favorables, la Basílica hubiera crecido hasta mostrar en su límite espacio idóneo para la puerta abierta al  servicio de los peregrinos.
     Los proyectos se los llevó el viento y sólo la Basílica actual mantiene su empaque mirando casi a las aguas del Tormes y persistiendo cercana la iglesia de San Pedro. Sólo eso. Si acaso su luz y su empaque son poéticos testigos de la ladera meridional de Alba. Mirando a la Puerta del Río, puerta del paso, del bullicio cosmopolita y eterno. Lo dejó escrito el Duque de Frías en honor de Santa Teresa en 1900, en Basílica Teresiana: Ante su afán por el ayuno, díjole la Superiora: Hermana Teresa, en obediencia y por Dios le mando que almuerce una tortilla de torreznos. Respondiole: ¡Ay, madre mía! Dios, obediencia y torreznos, sea muy en hora buena!
     Que sea lo que Dios quiera. Sólo le faltó a la Santa exclamar...Sic transit gloria mundi.

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