Antigua estación de ferrocarril de Alba de Tormes
(Tapiada y abandonada)
ESTÁN CLAVADAS DOS CRUCES…
José Luis Miñambres
Ni siquiera dos cruces hubieran soportado ese tiempo de Alba, dejado de la mano del hombre y… ¡ay!, acaso de la mano de Dios! O del suspiro del tren que, con su pasar torpe y mecánico, se dirigía cayendo hacia el olvido. Los muros humildes dejan señal casi eterna del tiempo que se fue, aunque sus puertas y ventanas luchen, enhiestas casi, por recuperar el recuerdo. No ha hay vida humana y la vida vegetal se esfuerza en renacer aunque las plantas no den señal de su biología. Unas ramas secas, pretenden dulcificar el suelo, pero no llegan a ser más que cascotes de zarzas en montón, restos tal vez de alguna mano piadosa que ejercía el centenario milagro de la poda. Pero todo parece herrumbre y abandono. Perviven, sin embargo, recios árboles, símbolo de la vida.Con todo, sus trazas heroicas parecen reanimarnos el corazón y, acaso, el alma que se fue. Y vive valiente el corazón, con los adioses lejanos, incrustados en sus muros y ventanas, con el verdor momentáneo de la plantas. Es posible que el encinar eternice su contorno, pero no brota junto a los muros de la estación. Será que tiene que ser así. Deo volente, llegará la primavera y las primeras horas cambiarán el paisaje y sus quehaceres. Y a ver si con ellas los albenses se apuntan al paseo en sus huellas tan terrosas.
Es el triste sino de la vida que nace, que vive, pero que nunca devolverá el alma a la estación, cerrada para siempre en sus perfiles. Es el paso de los tiempos, de nuestro tiempo, tan recio y afanoso. La vida, en fin y, sobre todo… la muerte.