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jueves, 31 de julio de 2025

Alba en “Páginas Escolares”

Páginas Escolares es una publicación mensual –la primera revista colegial de los centros jesuitas del mundo– fundada en 1904, editada en Gijón y elaborada en exclusiva por los alumnos del Colegio Inmaculada Concepción de aquella localidad asturiana. En su número correspondiente a octubre de 1928 insertaba entre sus contenidos un articulo sin firma, cuya descarga facilitamos a continuación, en el que se describe un viaje en tren desde Salamanca a Alba de Tormes y la correspondiente visita al monasterio de la Anunciación para venerar las reliquias de santa Teresa.

martes, 15 de abril de 2025

La espada del imperio español

Historia y Vida es una revista especializada en historia perteneciente al Grupo Planeta, editada por Prisma Publicaciones y creada en 1968.
De periodicidad mensual, además interesantes reportajes relacionados con diversos personajes históricos y otros en los que se analizan los conflictos actuales, contiene un dossier que en su número 554, correspondiente al mes de mayo de 2014, dedicaba al devenir histórico de Fernando Álvarez de Toledo –III duque de Alba–, en los que su autor, el doctor en historia Josep-Lluís Palos, hacía especial hincapié en su faceta militar al servicio de la dinastía de los Austrias; un documento que hemos extractado y que desde aquí ofrecemos a cuantos quieran profundizar en el conocimiento del que fuera –y es– conocido como Gran Duque de Alba.

sábado, 15 de febrero de 2025

El castillo de Alba de Tormes, por Leopoldo Torres Balbás

Leopoldo Torres Balbás (1888 – 1960). Reputado arqueólogo, arquitecto y restaurador español que desarrolló una importante actividad en los monumentos más emblemáticos de Granada, ocupando el puesto de arquitecto restaurador de la Alhambra entre 1923 y 1936.
Fue miembro de la Real Academia de la Historia, académico de honor de la de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, correspondiente de la de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, numerario de la de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias de Granada y miembro correspondiente de la Hispanic Society of América de Nueva York y de la Academia Argentina de la Historia.
De sus numerosos viajes por España nos resulta de especial interés el que realizó a Alba de Tormes para estudiar los restos de su castillo. El resultado de cuanto allí pudo observar fue publicado –junto a otros estudios– en noviembre de 1920 en la revista Arquitectura bajo el título «Rincones inéditos de antigua arquitectura española» que más adelante extractamos.
El archivo del Patronato de la Alhambra y Generalife conserva una fotografía –que mostramos a continuación– que identifica como Interior de las ruinas del castillo de Alba de Tormes, con un hombre posando, posiblemente Torres Balbás, algo que nos parece incompatible con el estado de conservación del castillo en la fecha de la visita de Torres Balbás a nuestra localidad que, aunque desconocemos, situamos ya iniciado el siglo XX, por lo que podría darse la circunstancia –que no nos atrevemos a asegurar– de que en realidad se corresponda con la que en el artículo se afirma que fue tomada por Charles Clifford en 1853.

 

EL CASTILLO DE ALBA DE TORMES (SALAMANCA)

Domina a Alba de Tormes un alto torreón Cilíndrico abandonado, único resto del palacio-fortaleza de los duques de Alba, mansión magnífica desaparecida al igual de tantas otras durante el siglo XIX. Álzase hoy el torreón en un vasto solar yermo, sin vegetación alguna, en el cual yacen enterrados los escombros del palacio, entre montones de cascajo, trozos de azulejos toledanos, algún cimiento y el brocal del pozo que había en medio del patio. Antes hubo aquí suntuosas construcciones y espléndidos jardines.

La vista desde el altozano es bellísima. Divísase al pie el ancho y sinuoso curso del Tormes y las dehesas de fresca hierba que bordean sus orillas; en el fondo, cierran el horizonte por el Sur y el Poniente las sierras nevadas de Gredos, Ávila y la Peña de Francia. Al pie del palacio, a mediodía, hubo un paseo llamado del Terrero, desde el cual contemplábase este suave paisaje salmantino.

«Me parece –dice Ponz– que tenían buen gusto los antiguos señores de este territorio de vivir en la referida habitación; porque, ciertamente, es muy apreciable, atendiendo al sitio elevado que domina la vega por donde corre el inmediato Tormes hacia Salamanca. Es también prueba del gusto que tuvieron en las Artes por lo que aquí hicieron, y en el célebre sitio de la Abadía, cerca de Baños, no muy distante de éste.»

El agrietado torreón cilíndrico «sobresalía del palacio hacia Oriente; es redondo, pero hubo necesidad, para fortalecerle, de adherirle recios espolones, y además se le arrima una escalera del siglo XVI, hoy destrozada. Su diámetro interior es de 11 metros; constaba de un piso bajo de gran altura, con techo de madera que no existe; otro encima que era la sala de la armería, con su cúpula, y toda ella pintada al fresco; y más arriba otros dos pisos, hoya la intemperie, de los que el último formaba cuerpo reentrante por adelgazar mucho las paredes. Su construcción parece del siglo XV, de mampostería, con grandes cornisas de modillones y un arco apuntado en lo bajo» (1). Hoy es albergue de centenares de palomas.

«En el fuero de la villa (1140) se nombra al alcázar, aludiendo al señorío de aquélla, que era de potestad real, y en 1215 se concedieron a la catedral de Salamanca «las aceñas del palacio, cerca del castillo que se llama alcázar» (Dorado, página 159). Alfonso X lo dio a su tercer hijo, D. Pedro; a principios del siglo XIV pertenecía al Infante de la Cerda; pero Fernando IV se cobró en 1312 la villa, después de haberla cercado y batido con ingenios, lo que prueba que ya tenía murallas, si no es que se refiere tan sólo al alcázar. Bajo Enrique II pasó a los Infantes de Portugal, como dote de D.ª Constanza, hija de ese Rey; luego a los Infantes de Aragón, hasta que al confiscarles los bienes en 1429, tocó a D. Gutierre Gómez de Toledo, obispo de Palencia, y más adelante arzobispo de Sevilla y Toledo» (2).

El año 1445, el arzobispo D. Gutierre Gómez de Toledo otorga público instrumento en 17 de julio, en el que habla del hospital que había «fundado cerca del castillo nuevo que había mandado fazer en la villa de Alba». En ese año pasó este, por testamento del citado arzobispo, a poder de su sobrino D. Fernando Álvarez de Toledo, primer conde de Alba, y desde entonces siguió en poder de esta casa, ducal poco más tarde por merced de Enrique IV. En 1486 recibe D. García Álvarez de Toledo en el palacio al Rey Católico; en él habita más tarde D. Fernando de Toledo, el Gran Duque, generalísimo de Carlos V y brazo derecho de Felipe II. Calderón de la Barca, desterrado en esta villa a la caída del Conde Duque, hospedóse en el palacio a mediados del siglo XVII, escribiendo en él varias comedias. A fines del XVIII lo describe D. Antonio Ponz en su Viaje de España, encontrándolo íntegro. En 1813, al marcharse los franceses pegan fuego al castillo. Quedó desde entonces desmantelado; conservábanse aún importantes restos en la primera mitad del siglo XIX, cuando los dibujaron Pérez Villamil (3) y Carderera (4); algo más tarde, en 1867, en el mapa de Coello pudo trazarse aún parte de su planta y los seis cubos que lo circuían. Al visitarlo por los mismos años Quadrado, la destrucción estaba mucho más avanzada. Hoy ya hemos dicho lo que queda; restos insignificantes de un palacio magnífico, solar de una de las más ilustres casas españolas. «Fragmentos y despojos de tan magnífico palacio han pasado a decorar algunas casas de la villa y, sobre todo, un jardín, llamado el Casino; pero todo lo más precioso ha desaparecido, cual los bustos hechos en bronce por León Leoni (Vasari, Ponz) entre 1554 y 1556, representando al Gran Duque, a Carlos V y a Felipe II; el de Mauricio de Sajonia, en mármol, y otros dos del Duque, uno de ellos dedicado, por un Lungelinus desconocido, en 1571.

En un portal de la plaza se hallan varias de las columnas bajas del patio, con breves pedestales y graciosos capiteles itálicos de la primera mitad del siglo XVI; a sus arcos corresponderán, quizás, las ricas dovelas dispersas por el Casino, llenas de tallas en piedra franca, finamente labradas, y de su crestería serán los trozos góticos, de un metro de alto, que allá mismo se conservan. La portada habrá dejado quizás despojos en varias pilastras semicorintias, llenas de adornos platerescos de lo más primitivo, dos salvajes con escudo y maza entre follaje gótico, dos parejas de ángeles volando, de estilo flamenco, que tienen el escudo de armas de los Duques, un pináculo, de estilo flamenco, que tienen el escudo de armas de los Duques, un pináculo y otros fragmentos, todo ello en el Casino.

De la espaciosa galería que se alzaba al sur del palacio, y que reproduce el dibujo de Villamil, quedan en el Casino algunas basas, fustes y capiteles corintios de unas seis columnas, parte de las arquivoltas adornadas con florones, y cinco de sus enjutas con bustos dentro de círculos por ambas caras, todo ello labrado en mármol blanco de Carrara. Los capiteles son de óptimo cincel, y las medallas, cuyo diámetro es de 0,58 metros, revelan también un artista diestro y representan cabezas de emperadores romanos puestas de perfil. Acaso pudo ser esto el encargo que el Duque de Alba tenía hecho a Gian Giacomo della Porta y a Nicolás de Corte, hacia el año 1536 (Justi). Es bueno e italiano también un fragmento de pasamanos en mármol, con adornos, parte de balaustre y remate en forma de leoncillo, teniendo el escudo de los Toledo» (5).

«¡Qué poco se hace ahora de esto, y quán poco nos cuidamos de dexar tan dignas memorias a los venideros! –exclama Ponz–. Si es humildad, no le tiene ninguna cuenta al exercicio de las nobles Artes.»

Uníanse las murallas del palacio con las de la villa que bajaban hacia el río y de las cuales tan sólo queda un torreón cercano al Tormes. Ha desaparecido por completo la antigua parroquia de San Andrés y Santa María, cuyos restos alcanzó a ver Quadrado. Uníase al palacio por un arco, paso de los duques para el templo.

Desde el menguado resto del magnífico palacio ducal contémplase en bajo un caserón modesto, casi desnudo de galas arquitectónicas. En él entregó su alma a Dios, el día 4 de octubre de 1582, una mujer de espíritu ardiente y batallador, gloria de las más altas de Castilla: la Madre Teresa de Jesús.

Las páginas dedicadas por D. Antonio Ponz  (6) al palacio, dicen así:
«Al lado del mediodía de la villa está situado el castillo y palacio del excelentísimo duque de Alba, incluida la habitación dentro del mismo castillo, y pocos se mantienen tan bien conservados, atendiendo a su antigüedad. En el patio principal hay galería alta y baxa, con catorce arcos en cada una, y columnas caprichosas en la alta, figurando como cuerdas retorcidas, entre istrias espirales desde la base al capitel. Las columnas de la galería baxa son regulares, pero con capiteles también caprichosos; a este modo es el trepado de la coronación, el antepecho, los arcos de la escalera, el pasamano hasta la galería alta, etc. La portada del palacio tiene también infinitas de estas labores, con similitud a las de la portada principal de la Universidad de Salamanca, de la qual di noticia a usted.
Se entra en una pequeña galería, correspondiente a un balcón de dicha portada, y se ve adornada con pinturas de animalillos; medallas y lo demás que llaman de grotesco; desde esta pieza hay comunicación a otra redonda, en el hueco de una de las torres de la portada, especie de gabinete o tocador, toda pintada a fresco como la antecedente y del mismo género de ornatos, con su cupulilla dorada. El autor de estas obras parece que fue un Thomas de Florencia, según un letrero que hay en la pieza anterior, y dice: Ilustrissimæ Mariæ, Ferdinandi Ducis, conjugi cariss, et Comitis. Albæ listicæ filiæ felicissimæ. Thomas Florintinus hos labores C. et D. No tengo presente si se llamó Thomas alguno de los hijos de Bergamasco, Fabricio y Graneli, que pintaron las bóvedas de la sacristía y capítulos del Escorial, conforme a las quales pinturas son éstas que he referido a usted.
Hay porción de quadros repartidos en las piezas de este palacio, que están bastante deteriorados: son de estilo flamenco, y juzgo que de Martín de Vos o de su escuela. Parecen invenciones para pintar por ellas alguna bóveda; el mayor representa un congreso de los dioses, y en los otros variedad de figuras y adornos. Del mismo estilo son otra porción de quadros de la historia de Moysés, y doce que en figuras alegóricas expresan los meses del año. Las techumbres de algunas de estas piezas merecen observarse por sus labores.
También es cosa digna de verse de armería, así por sus armas y armaduras, como por las pinturas que adornan las paredes, executadas por los mencionados Fabricio y Graneli. Se representan tres batallas, en que fué general y vencedor el gran duque de Alba D. Fernando Alvarez de Toledo: una de ellas es en la que quedó prisionero el duque Mauricio de Saxonia, de quien se guarda allí mismo un busto de mármol.
Se sale a una espaciosa galería al mediodía de este palacio, adornada de seis columnas de mármol y medallas con cabezas de la misma materia en las enjutas. Dentro la galería se ven algunos bustos de bronce sobre pedestales, y se lee debaxo del primero: Fer. Dux Albæ. En el segundo: Phi. Rex Angliæ, etc. El tercero: Imp. Caes. Car. V. Aug. En otro se lee: Ferdin. Albæ Dux; y más abaxo, Lungelinus optimo Duci 1571. Este Lungelino probablemente sería el artífice del busto, que es excelente, como los otros referidos, o tal vez alguna otra persona que lo mandaría hacer para obsequiar al duque. También hay allí otro busto de mármol de dicho señor.»

Quadrado vió (7) «de las construcciones del palacio unas paredes de ladrillo, y del castillo primitivo los fuertes muros que trazaban su cuadro, y alguno de los seis cubos que lo flanqueaban, unos y otros ceñidos de matacanes. Ruedan por el patio bases de columnas, delinea su arco apuntado una que otra ventana; pero de la magnificencia de las habitaciones no hay más vestigio que los frescos de batallas pintados alrededor de una pieza circular, y su bóveda, cubierta de grandes figuras mitológicas, diosas, ninfas, amores, guerreros y cíclopes forjando una armadura. Encierra a dicho gabinete la torre del homenaje, cuya redondez asoma sobre los ángulos salientes o estribos que la revisten, y domina las imponentes ruinas plantadas sobre la vega y el río a manera de faro en una costa solitaria».
Descripciones y dibujos muestran una obra del segundo tercio del siglo XVI (8).

Leopoldo Torres Balbás

Revista Arquitectura
Núm. 31. Noviembre de 1920



(1) Manuel Gómez Moreno, Catálogo monumental (inédito) de la provincia de Salamanca.
(2) Manuel Gómez Moreno, op. cit.
(3) España artística y monumental, París.
(4) Acuarela conservada en el palacio de Villahermosa.
(5) Manuel Gómez Moreno, op. cit.
(6) Viaje de España, tomo XII, Madrid, MDCCLXXXlll.
(7) José María Quadrado, Recuerdos y bellezas de España: Salamanca, Ávila y Segovia, 1865
(8) Reprodújose el dibujo de Villamil, convertido en grabado en madera y acompañado de parte de la descripción de Ponz, en la obra Castillos y tradiciones feudales de la Península Ibérica, por los más distinguidos escritores nacionales, bajo la dirección de D. José Bisso, Madrid, 1874. Existe una fotografía de las ruinas del Palacio, hecha en 1853 por Clifford.

viernes, 1 de noviembre de 2024

La tumba de Manterola

En estos días en los que la tradición nos acerca hasta el camposanto albense para honrar a nuestros ancestros, parece oportuno rescatar una interesante reseña periodística publicada en octubre de 1901 por Revista Bascongada bajo el título “Un donostiarra ilustre: La sepultura de Manterola”.
El artículo en cuestión –que nos ha sido facilitado por Nacho Cotobal– relata la visita que el prestigioso periodista Ángel María Castell realizó a la tumba de Vicente Manterola diez años después de su fallecimiento y describe, de forma sucinta, algunos de los aspectos que pudo observar en nuestro antiguo cementerio.
Es precisamente esta última parte la que transcribimos a continuación, si bien también facilitamos la posibilidad de descargar la totalidad del documento.


«[…]
Esta mañana la he visitado.
El camposanto de este pueblo engaña.
Por fuera es tan alegre como triste por dentro. Sus muros son blanquísimos; tan blancos por fuera como moralmente negros por dentro. No diré que esté bien dorada la píldora; pero lo que es plateada lo está a conciencia. Como si con nieve traída de la sierra de Piedrahita hubiesen levantado los lienzos exteriores de sus tapias, el cementerio parece a gran distancia una paloma posada en el lomo de un cerro cuyas peladas rocas están separadas por pequeñas praderas que simulan pedazos de aterciopelada alfombra.
Una muchacha a quien sus compañeros de vecindad la han contagiado el mutismo, abre sin pronunciar palabra la añosa puerta pintarrajeada de rojo cuyos oxidados goznes prorrumpen en estridentes alaridos de desesperada agonía. Algunas gallinas, únicos seres vivientes que pisan para escarbarla la tierra de la ciudad de los muertos, corren asustadas y cacarean en su revuelo protestando con indignación contra mi presencia que ha turbado el silencio que las rodeaba y la paz de su festín.
Son las doce del mediodía. El sol cae de plano calentando por igual a ricos y pobres en aquel democrático reino de la muerte. Las campanas de las iglesias del lejano pueblo tocan las oraciones. Toque alegre para el obrero que deja el trabajo y busca el placer de vivir en el seno amoroso de la familia. Pero como todo es del color del cristal por que se oye, a mí me parece que doblan a muerto.
Por entre las calles que forman las sepulturas, cubiertas las más por modestas pizarras en las que los vivos hicieron grabar la ofrenda de su amor a sus muertos, y rodeadas de verjas de forjado metal las menos, llego a la capilla, que está en el fondo como sitial de la presidencia de aquella asamblea de muertos.
Más que la popular poesía de Bécquer cantando la soledad de los muertos evoca la imaginación los versos de Murger que cantan la «aterradora armonía del silencio».
A derecha e izquierda de la capilla hay en los muros hileras de nichos, algunos de los cuales están guardados por cubiertas de madera pintada de negro, especie de toscas celosías puestas para evitar que el sol penetre y turbe el sueño de los que duermen disfrutando de posición más elevada.
La puerta de la capilla se abre también rugiente y perezosa. Desde el dintel al altar no hay dos metros de espacio, el suficiente, sin embargo, para que en el suelo se haya cavado una fosa y en ella descanse Manterola.
La mesa del altar, sin ornamentos sagrados, es de madera pintada de blanco que el tiempo ha llenado de injurias, y en su frente hay por todo símbolo un corazón sangrando atravesado por una daga. En la pared del fondo un pintor, con torpe mano sin duda, pero con sobra de almazarrón, quiso pintar un pabellón rojo entre cuyos pliegues hallase abrigo un crucifijo de madera tallada en la cual la polilla da tremendos asaltos y abre profundas brechas.
A la izquierda de la sepultura de Manterola hay medio tumbado contra el suelo un púlpito pintado de negro. Pronto se erguirá a la puerta de la capilla para que desde él un sacerdote hable a los vivos en plena fiesta de los difuntos. Entre tanto, allí está caído, arrinconado. Algo simbólico parece; algo como tributo rendido al que fue gloria del púlpito y de la tribuna. ¿No es verdad que al lado del cadáver de Manterola está muy en carácter y como expresando yo no sé cuántas cosas, un púlpito caído?

* * *
Cubren el pavimento de la reducida capilla, baldosas cuadradas de barro rojo, y solamente el espacio que ocupa la fosa de Manterola está cubierto por una pizarra en cuya superficie se han grabado grecas y arabescos revestidos de purpurina dorada y la inscripción siguiente:

«El Iltmo. Señor
Don Vicente Manterola,
Penitenciario de la S. I C.
Primada de España,
Ex magistral de las de Málaga y Vitoria,
ex diputado a cortes, etc.,
Falleció en esta villa
el 24 de Octubre de 1891.
R. I. P.
La villa de Alba de Tormes
como tributo a su memoria».

Y contemplando tumba tan modesta y tan olvidada, se recuerdan los versos del poeta sevillano, del mismo modo que al entrar en el cementerio se recuerdan los de Murger con preferencia a los de Bécquer, y sin formular cargos contra nadie: ni contra el partido político que a la elocuencia tribunicia del difunto debió tanto, ni contra la provincia en la que vio la luz, se exclama:
Dios mío, qué solos, ¡demasiado solos! ¡demasiado olvidados! se quedan los muertos ilustres!

Ángel María Casteell
Alba de Tormes y Octubre de 1901.»

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Alba de Tormes, hoy (1979)

Apenas unos meses después de que los ayuntamientos españoles recuperasen su tradición democrática (las primeras elecciones municipales tras la dictadura franquista se celebraron en el mes de abril de 1979) El Adelanto, por entonces periódico decano de la prensa salmantina y actualmente desaparecido, incluía entre sus páginas una serie de artículos dirigidos a facilitar a sus lectores una visión global sobre la situación política, social, económica,… en que se encontraban distintas poblaciones de la provincia de Salamanca.
La realización de estos reportajes, de periodicidad semanal, les fue encargada a dos personas sobradamente conocidas en Alba: Julián Moreiro y Jesús María García, quienes, lógicamente, no tardaron en dedicar uno de ellos a muestra localidad en una reseña titulada «Alba de Tormes, hoy» que vio la luz el 14 de octubre de 1979 y que hoy recuperamos para nuestra sección de Prensa Histórica.

lunes, 17 de mayo de 2021

El `Papa´ Clemente

Llevamos ya algún tiempo resistiéndonos a dedicarle una entrada a uno de los sucesos más bochornosos del pasado reciente de Alba de Tormes. Sin embargo, más que nos pese, no resulta razonable que en un espacio desde el que se intenta difundir su historia, su cultura y sus tradiciones se relegue al olvido un incidente que colocó a nuestra localidad en las portadas de casi todos los medios de comunicación nacionales desde donde se ocuparon de ella en multitud de reportajes desarrollados bajo titulares  de este calibre: «Vuelve la España negra», «En Alba se festeja la paliza propinada al “Papa” Clemente», «Con el Palmar llegó el escándalo a Alba de Tormes», «El “papa” Clemente y varios seguidores, agredidos en Alba de Tormes», «Alba de Tormes fue Fuenteovejuna contra el “Papa” Clemente», «Intentan linchar al “Papa” Clemente en Alba de Tormes», «El papa Clemente y ocho obispos de El Palmar, a punto de ser linchados en Alba de Tormes», «El Papa Clemente monta un cristo», «A Clemente le casca la gente», «Alba de Tormes fue Troya para el “Papa” del Palmar», «Provocación del “papa” Clemente», «Intentan linchar al “papa Clemente”», «Los agravios a Santa Teresa y Alba de Tormes», «Los obispos del Palmar agredidos por insultar a Jua Pablo II»…

Los hechos se produjeron el 17 de mayo de 1982, hace ya 39 años, una tarde como la de hoy, cuando el autoproclamado papa Gregorio XVII (Clemente Domínguez Gómez), acompañado por otros jerarcas de la Iglesia palmariana –escisión de la Iglesia católica que muchos consideran como una secta religiosa–, se encontraba en la iglesia de la Anunciación de Alba de Tormes orando ante las reliquias teresianas, a las que profesaban una gran devoción.

Entre tanto, dos grupos de turistas recorrían el templo acompañados por el P. Ursicinio Fernández, Prior del convento de Carmelitas Descalzos de Alba, quien, de forma reiterada, aludía a la próxima visita de Juan Pablo II para clausurar el IV Centenario de la muerte de Santa Teresa y ponía un especial énfasis para referirse a él como al «verdadero Papa». Este fue el desencadenante: Clemente, indignado, se levantó gritando que él era el verdadero Papa y Juan Pablo II un impostor y comenzó a discutir con algunos de los peregrinos que allí se encontraban. La discusión fue subiendo de tono, se intercambiaron algunos insultos y, a partir de ahí, todo se desbordó. Las campanas tocaron a rebato, por toda Alba corrió el rumor de que pretendían robar los restos de Santa Teresa y los albenses todos abandonaron sus actividades y comenzaron a concentrarse en las inmediaciones de la iglesia de la que ya salían precipitadamente Clemente y sus obispos quienes, entre golpes, puñetazos, palos y patadas, a duras penas lograron alcanzar sus coches donde continuaron siendo agredidos por una turbamulta cada vez más enfervorecida que impedía su huida.

Afortunadamente, la llegada de numerosos efectivos de la Guardia Civil logró que aquellos hechos –plasmados en estas fotografías y crónicas periodísticas que aquí recogemos– quedaran reducidos a un anecdótico y lamentable incidente e impidieron que terminaran en una verdadera tragedia.


ABC
18-05-1982
ABC
19-05-1982
ABC (Sevilla)
21-05-1982
Combate
28-05-1982
Diario 16
18-05-1982





Diario de Mallorca
19-05-1982
El País
18-05-1982
El País
19-05-1982
La Gaceta Regional
18-05-1982
Mediterraneo
18-05-1982
   
La Vanguardia
18-05-1982
  Interviu
26-05-1982
  La Vanguardia
19-05-1982

 

 

                         

 

 

viernes, 27 de noviembre de 2020

Las viñas de Alba de Tormes

Con este título, Las viñas de Alba de Tormes, publicaba el periódico salmantino El Adelanto (04-07-1936) este artículo –con el que incrementamos los fondos hemerográficos de nuestra sección Prensa histórica– firmado por Mariano de Santiago Cividanes en el que, ilustrado con fotografías de Jaime Briz, se describía el estado ruinoso en que por entonces se encontraba el antiguo monasterio –y panteón ducal– de San Leonardo. 


viernes, 16 de octubre de 2020

Grupo Escolar "Filiberto Villalobos"

Rescatamos hoy, para nuestra sección de Prensa Histórica, la reseña que El Adelanto publicaba sobre  la inauguración de las actuales escuelas públicas de Alba de Tormes; un complejo educativo que vino a remplazar a las ya por entonces obsoletas Escuelas Viejas situadas en la c/ Hospital frente al Teatro de la Villa y que inició su andadura el jueves 26 de septiembre de 1935 bajo la denominación de “Grupo Escolar Filiberto Villalobos”, aunque poco después, tras la sublevación militar de 1936, quedaría en el olvido el nombre del eminente exministro de Instrucción Pública salmantino sustituyéndolo, como no, por el de “Grupo Escolar Santa Teresa”, más acorde con la ideología del nuevo régimen  y con el que ha llegado hasta nuestros días. 

viernes, 19 de junio de 2020

Fiesta del Trabajo en Alba

No es nuestra intención polemizar con aquellos que, hace algún tiempo, negaban desde sus tribunas municipales que esta fiesta, la del trabajo, se hubiese celebrado en alguna ocasión en Alba de Tormes; pero lo cierto es que se trata de una conmemoración que, cuando menos, se remonta a 1917, tal y como puede comprobarse en esta reseña –ya disponible en nuestra sección “Alba en…prensa histórica”– publicada en El Adelanto del 08 de mayo de aquel remoto año, en la que se informaba de la reciente creación de una Sociedad obrera en nuestra localidad y describía la celebración de un 1º de Mayo que paralizó toda la actividad laboral de la villa en una época en la que esta fecha aún no había sido declarada festiva y se consideraba como día laborable.

viernes, 22 de mayo de 2020

Un castillo en venta

El rumor corrió insistentemente, no solo por Alba, sino también por su comarca y por la provincia de Salamanca en los primeros años del pasado siglo: La Casa de Alba tenía la intención de poner a la venta las ruinas de su castillo-palacio en el solar de su linaje.
Desconocemos el grado de veracidad que había en ello, aunque algunas informaciones que han llegado hasta nosotros, tras consultar con la administración de los duques en nuestra provincia,  lo daban por cierto. Incluso nuestro paisano, Sánchez Rojas, en uno de sus artículos –La ventana del Castillo, El Sol (30-08-1918) -La Esfera (01-11-1924)– nos da cumplida cuenta de su tasación en inventario: 100 pts.
Sea como fuere, hoy acercamos a esta página la reseña de uno de los periodicos de la epoca –El Castellano (02011905)– que se hacía eco de aquel rumor y también transccribimos un curioso artículo, de autoria desconocida, publicado sobre este asunto en este mismo diario salmantino pocos días más tarde.


Castillo en venta 
Carta del otro mundo
De don Fernando Alvarez de Toledo al Duque de Alba.
Haces bien, nieto mio: Dicenme de ahí abajo que tienes en venta el castillo donde yo daba vagar a aquellos arcabuceros y a aquellas lanzas que llevé a Flandes, Italia y Portugal. ¿Para qué le quieres? Las anchas cuadras de mi servidumbre son ahora refugio de gitanos y ladrones; las estancias del palacio guarida de las aves del monte; la altiva torre del homenaje no ha de ver rendidos ante ti a los famosos capitanes de las mesnadas albanas; el rey no ha de utilizarse de tu genio y de tu brazo para domar pueblos y tajar cuellos. Los tiempos han cambiado: arcabuceros, lanzas, siervos, mesnadas y reyes, o no existen, o se han modificado; de consiguiente, poco provecho habías de tener en conservar un edificio que para encerrar todo aquello construí. El recuerdo histórico debe el Estado sostenerlo. Si alcancé triunfos y esos dorados sillares de mi castillo son gloriosos, debió la patria por que peleé perpetuarIos, y no dejaros a vosotros, mis sucesores, el encargo de ver cómo, día a día, se desmoronan y se truecan en rodadizo cascote.
Bien sé que muchos te dirán que eres tú el que debes conservar todos esos restos, por ser los de tu casa solariega. ¡La casa solariega! ¡Si supieras qué cosas he aprendido desde que abandoné ese mundo por este de la verdad, y cuánto han variado mis pensamientos sobre muchas materias desde que aquí me hallo platicando no ya con los de mi tiempo y los de más antaño, sino también con los que vienen (aunque no son muchos en verdad) a morar mas aina entre nosotros!
También aquí nuestro espíritu está sujeto a mudanzas, y conocemos algo de eso que vosotros llamais por ahí abajo progreso aunque a mí se me figura que bastaría con llamarlo variación o cambio.
Yo víne aqui con la idea de que los deseendientes de un linaje que fue honra de su país, llevando a término memoorables hazañas, son algo así como porcioneros del que fue cabeza y tronco del linaje mismo. También sé que algunos de por ahí participan todavía de esas creencias e imaginaciones. Empero, bien comprendo que no es esa la verdad de las cosas sino otra muy diferente. Si en los signos y señales de la casta falta la ley de herencia, figúrate lo que será en las manifestaciones del ánima.
Yo no sé si tú tendrás en el rostro rasgos del mio y en tu caracter las vehemencias que eran particulares y aun lo son de este tu abuelo. Lo que sé es que sí participas de los honores que a mí me concedieron en pago de mis servicios y te ves como obligado a conservar los restos de nuestras grandezas y de nuestro castillo, no es sino en virtud de una especie de mágica social.
¿Qué tiene que ver que yo, guerrero famoso, edificase un castillo en consonancia con mi oficio y con mi gusto, para que tú , distinguido sportman, según me dicen, hagas de él solar de mi grandeza? Para ello deberías convertirlo en garaje, o cosa así, porque eso cuadraría tal vez a tus gustos, y esas máquinas con que haceis tantas maravillas, son como las armas de tus empresas y los trofeos de tus victorias.
Mi villa y los pueblos del llano al ver en la alta torre los primeros y los últimos rayos del sol que alumbra la diaria labor de la tierra, no se acuerdan seguramente tanto de tí, apuesto mancebo, como de mí y de mis gentes de armas.
Una sola cosa rechazo de tu propósito: el precio de la venta. Para venerando recuerdo mio, no es mucho que lo valúes en cinco mil maravedises de oro, y si solo ves en esas ruinas una cosa inútil cuyo mantenimiento te es indiferente, toda cantidad que señales quizás sea harto crecida, porque el taso de esos agrietados muros y montones de escombros, no puede ser sino cosa de alarifes.
Que seas feliz te desea tu abuelo
FERNANDO ALVAREZ de TOLEDO

Por la copia,
Luis de Villa Regia

lunes, 2 de septiembre de 2019

La romería de Otero

Queda solitaria, en la campiña, la ermita de Otero, donde entre el prodigio de las piedras seculares se han prendido los más ricos fervores…

Ya hablamos de ella el pasado año cuando recordábamos un díptico firmado por el Padre Raimundo relativo a esta romería.
Este año, coincidiendo, de nuevo, con el día de su celebración, volvemos a ocuparnos de esta tradición, y lo hacemos recuperando un artículo periodístico de 1924 con el que un albense de los de entonces describía para los lectores de El Adelanto (06-09-1924) las particularidades de este festejo popular que, año tras año, invita a las gentes de Alba a subir a la ermita de Otero el primer lunes de septiembre.

«ROMERIAS CASTELLANAS
Son famosas estas fiestas amables y patriarcales de la arcaica Catilla, que tienen un atractivo que hace brotar el corazón en edénicos jardines de quimeras y aventuras, aunque a ellas no acuden las mozas luciendo su típico traje charro: el jubón de terciopelo, la falda grana o purpurada, el delantal bordado, el justillo sobre el cual caen, desde la garganta, los áureos collares; lo que se conserva en el fondo del arcón familiar como preciadas reliquias…
   Las costumbres castizas, los indumentos característicos, se bastardean o se extinguen; nos europeizamos en lugar de españolizamos. Sin embargó, las fiestas castellanas aún conservan notas originales que impresionan y seducen al que por vez primera asiste a ellas.
Alba de Tormes, la villa señorial y vetusta, la de las herrumbrosas rejas, la de los nobiliarios escudos, la de los viejos conventos, ha celebrado, en medio de la mayor animación y el más grande entusiasmo, su anual y clásica romería a la ermita de Nuestra Señora de Otero.
   Los albenses se han trasladado, en una sentimental caravana de fervor y de admiración, en esta tarde septembrina, bajo la gloria espléndida y cegadora de un sol que lanza sobre los severos campos castellanos, en un cálido torrente, sus vivas llamaradas de fuego, a la ermita de los muros milenarios, históricos, preñados de reliquias, exaltación y ornato del tiempo que pasó, que encierran la imagen de la Virgen de Otero, y a sus pies, los habitantes de la ducal villa, la han rendido la ofrenda de su profunda devoción.
   Y es que estas almas fuertes, apasionadas y devotas de la Castilla de hoy, son como aquellas otras que aromaron con sus virtudes los legendarios romances, como aquellas otras del siglo XVII, siglo gallardo y español, que hicieron ondear el oro y la púrpura de nuestra bandera en los más recónditos rincones del mundo, son como las almas de la Castilla de antaño, la de los esforzados soldados, la de los andariegos monjes, la de los errantes troveros…
   Han llegado al santuario gentes rústicas, de Palomares y Terradillos, ataviadas con vistosas prendas que deslíen un olor jocundo, de hogareños aromas, y vienen por las áridas tierras, en dirección al templo, las muchachas de Alba, gozosas, simpáticas, joviales, cogidas del brazo como guirnaldas hechas de bellezas y de risas…
   Se reza ante la Virgen y principia el baile. Suenan la dulzaina y el tamboril. Las mozas y mozas bailan y turnan a bailar danzas encantadoras, evocadoras, típicas, de bellos ritmos, de ademanes cadenciosos, de actitudes armónicas y artísticas.
   En la callada agonía de la tarde, sobre los dilatados campos salmantinos, se comen sandías, almendras y avellanas. Vibra en el cielo una llama aurífera que viste de amatista las sierras y montañas que recortan el horizonte en caprichosos trazos, y vuelven a oírse las notas agudas de la dulzaina, llenando el ambiente de cadencias y acariciando el espíritu con rosas de bondad y de dulzura.
   El baile está cada vez más animado. La polvareda aumenta. Las tostadas mejillas de los labriegos adquieren notas carmín y sus cuerpos recios como plantas montañosas, bailan sin cesar, con extraordinaria actividad, con creciente entusiasmo.
   Ha anochecido. Bajo la comba azul del firmamento espolvoreado de temblonas lucecitas de plata, volvemos a Alba de Tormes contentos, alegres, envueltos en los misteriosos efluvios que despiden unos ojos negros, embriagadores, adormecedores, oyendo risas claras y cantarinas qua parecen sones de liras de cristal...
   Queda solitaria, en la campiña, la ermita de Otero, donde entre el prodigio de las piedras seculares se han prendido los más ricos fervores, los entusiasmos más acendrados del glorioso misticismo castellano, que nos hacen evocar los pretéritos tiempos caballerescos, de guerreros, pajes y escuderos, tiempos encantadores como un ensueño de amor lejano...
U. Domínguez Diaz.
Alba de Tormes, Septiembre, 1924.»

jueves, 7 de marzo de 2019

La gran riada

No siempre el Tormes, a su paso por Alba, ha sido el río tranquilo y apacible que actualmente conocemos. Antes de la construcción del pantano de Santa Teresa –cuyas obras finalizaron en diciembre de 1960– su caudal aumentaba considerablemente durante los meses invernales y en algunas ocasiones sus aguas perdían el sosiego con el que ahora discurren y tras anegar la dehesa,  aceñas y huertos ribereños, pasaban embravecidas bajo los ojos del puente.
De aquellas crecidas nos han llegado algunas referencias que se remontan a los años 1256 –la más antigua que se conoce– o a 1626, también llamada de San Policarpo, que en la noche del 26 de enero llegó a sobrepasar las murallas de la villa y causar importantes estragos en la ciudad de Salamanca; y también otras, de las que apenas si tenemos noticias –salvo las de su existencia–, ocurridas en los año 1500, 1739, 1743, 1840, 1855, 1881, 1905, 1909, 1947, 1948… o esta del 18 de febrero de 1936 de la que se conservan algunos documentos gráficos y una reseña publicada en el diario El Adelanto del día 23 de aquel mismo mes y año, en la que se describe la inundación de la fábrica de luz  –regentada por Bernabé Reyes– y otras industrias albenses y también el valeroso rescate de los habitantes de Las Huertas protagonizado por los hermanos Enrique (Portus) y Juan (Sapaña) Polo Barba.


          

          


miércoles, 28 de febrero de 2018

Nuestras fiestas en 1931

Posiblemente fuese el desempleo la principal preocupación de aquel primer ayuntamiento republicano albense, o al menos así parece desprenderse de las crónicas de las fiestas de Santa Teresa publicadas a lo largo del mes de octubre de 1931 en distintos números de El Adelanto en las que se aprecia un especial énfasis en destacar la celebración de la Fiesta de la flor –una cuestación en la que se entregaba un flor natural a cambio de un donativo– y de una novillada, ambas actividades destinadas a recaudar fondos en beneficio de los obreros sin trabajo de la localidad.

Al margen de esta apreciación, resulta significativo comprobar la similitud, al menos en las formas, de las publicaciones relativas a Alba de Tormes en la prensa de entonces y en la de hoy, en las que encontramos, de forma habitual, noticias complementadas de manera superflua con verdaderas retahílas, antaño de nombres, hogaño de fotografías, que, suponemos, atienden más a objetivos comerciales que a intereses informativos.

                           
06/10/1931                                                      20/10/1931                                                     22/10/1931

lunes, 19 de junio de 2017

¿Para qué sirve un río?

Esta es la pregunta –¿para qué sirve el río? – que se hacían Jesús Mª García y Julian Moreiro en una serie de artículos, ilustrados con fotografías de José Cojo y publicados en el mes de octubre de 1978 en el diario salmantino El Adelanto, en los que se cuestionaban la utilidad para Alba de Tormes de un río cuyas aguas difícilmente podían servir para saciar la sed, para facilitar un placentero baño en los calurosos días del verano o para entretener a los albenses con una de sus tradiciones seculares: la pesca.

                        
Documentos facilitados por Jesús Mª Gracía

sábado, 15 de abril de 2017

Aniversario republicano

«A las doce de la mañana de hoy, y en medio del mayor entusiasmo y el orden más perfecto, ha sido proclamada en esta villa la República española. A dicha hora se izó la bandera tricolor en el balcón principal del Ayuntamiento, y el alcalde provisional, Luis Cordero García, hizo la proclamación republicana. Todos los comercios permanecen cerrados, y el pueblo todo albense circula por las calles festejando el triunfo republicano.»                                                                      (El Adelanto 16-04-1931)
Así rezaba la crónica publicada por el diario salmantino El Adelanto relativa a la proclamación, en la mañana del 15 de abril de 1931, de la segunda República Española en Alba de Tormes, en medio de un entusiasmo popular que a nosotros nos resulta, cuando menos, extraño conociendo, como creemos conocer, la secular idiosincrasia de muchas de las las gentes de esta tierra y su escasa tradición liberal a la que ya aludían José Sánchez Rojas y Francisco Rupérez en un mitin republicano celebrado pocos días más tarde en el teatro albense:
«Alba será uno de los sitios más señalados para una propaganda continua, ya que es un pueblo de escasa tradición liberal. Los campanarios de las iglesias y la mole feudal del castillo, dan al visitante que llega a Alba el tono de su fisonomía espiritual, que iremos cambiando poco a poco, y cueste lo que cueste.»                (El Adelanto, 28-abril-1931)
Hoy constatamos el fracaso de aquel intento de cambio, paulatino y a cualquier precio, de nuestra fisonomía espiritual y en Alba, 86 años después, aún perdura una trasnochada prosapia ducal y un impostado teresianismo.

              
El Adelanto, 16-04-1931                                                                 El Adelanto, 28-04-1931