La Soledad –de Pedro de Mena–,
elCristo de la Salud –más conocido por
Cristo de San Jerónimo– e, incluso, La Dolorosa –de la escuela de Gregorio
Fernández– son, sin duda, las imágenes más representativas de nuestra Semana
Santa, sin embargo existen otras, menos valiosas, menos artísticas, que las
complementan y que desde siempre han despertado un especial atractivo para la chiquillería
albense. Estas no son otras que las popularmente conocidas como Los Judíos, y
más concretamente el paso de La flagelación del Señor, al que la leyenda local
siempre atribuyó un peso desmesurado y a cuyos personajes se les apodaron
conlos nombres de otros similares de la
iconografía pasional de la capital salmantina: Bocarratonera y Culocolorao.
No es frecuente una vista fotográfica desde el Camino de la Estación, por donde el Tormes baja impetuoso, arrastrando en su corriente mimbreras y bardas, dejando atrás las tierras de La Maya y Sieteiglesias. Por eso es ésta una imagen distinta: es éste un Alba mutilado por su zona del mediodía. No existe el Castillo ni el Torreón se lanza hacia la orilla del río. Por eso, es otro Alba. Alba sin castillo…no es la villa. Tal vez aquí se vea un Alba diferente, más acartonada y dispersa en su cabellera vegetal, que la rodea con sus árboles. Este Alba es el Alba descarnado, algo pobre, a fin de cuantas. No se aprecian las ruinas de la Basílica y está ausente la torre de San Pedro. La falda del poniente albense luce sólo ruinas. Excepcionalmente, El Espolón se muestra enhiesto en su terraza y fragante en su jardín superior. Casi al fondo, la Fábrica de los Moros, domina y encauza el furor de las aguas del Tornes para el ejercicio de la molienda diaria.
El Alba de la foto es también un Alba residual, como de aprovechamiento de cascotes pretéritos y viejos. Alba resulta trasnochada, creciendo con el Tormes, dividido por el puente, sin verja; con un carro que, lento e indolente, parece dirigirse hacia el Palacio, destino señero en otros tiempos. Ese destino agazapado entre las carreteras de la Estación, Valdemierque y Salamanca, con la curva del Ventorro y los restos del viejo puente.
Camino de la estación, a contracorriente del Tormes, otro carro rueda con indolente parsimonia. Es un carro de mulas, en nada parecido a los gloriosos carros de bueyes que luciera Alba en otros tiempos. Tal vez camina a la estación para recoger encargos ferroviarios. Con su paciencia cansina deshará el camino, hasta llegar a la Posada, junto a la iglesia de San Pedro. Y así, indolente y sufrido… seguirá girando el mundo. Como el tiempo infinito.
Y con este que hoy cumplimos son ya diez los años que nos mantenemos en red, diez años que continuamos actualizando, al menos semanalmente, nuestras publicaciones, diez años que perseveramos en la búsqueda de nuevos contenidos que incorporar a nuestro proyecto de consolidar un repositorio documental que contribuya a la divulgación de la historia, la cultura y las tradiciones de Alba de Tormes y sus gentes.
¿El futuro?… Ese lo iremos descubriendo día a día. De momento aún nos quedan temas en la recamara.
Fuera de inventos, los albenses somos charros y nuestros abuelos vistieron los trajes clásicos de la charrería. Y pasearon aquel empaque orgulloso con olor a rancio por nuestras calles hasta que el progreso y la revolución industrial los desterró para siempre.
(Jesús Mª García, Libro-programa de fiestas de Alba de Tormes, octubre 2015)
A principios del siglo XX tenemos que remontarnos para tratar de esta agrupación que, con el nombre de La Charrada, adquirió notoriedad no solo por su gracia y acierto –que también– en la ejecución de las danzas charras, sino, y fundamentalmente, por haber sido uno de los grupos participantes en las Fiestas Reales organizadas con motivo de la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg celebrada el 31 de mayo de 1906 en la madrileña basílica de San Jerónimo el Real.
Para festejar el enlace regio se programaron una seria de actos que despertarían gran interés y una masiva afluencia de público. Entre ellos, un concierto en el Teatro Real, una fiesta literaria, una expedición automovilística entre Barcelona y Madrid, distintos bailes de sociedad, una corrida de toros, una retreta militar, una batalla de flores,… y un certamen musical en el que participarían los danzarinos de Alba que hoy recordamos.
Todas las sociedades seleccionadas para este certamen debían estar en Madrid, a disposición de la Comisión Organizadora, el día 1 de junio, y para ello los danzarinos de la agrupación albense, encabezados por su Presidente –Fidel Criado Miguel «Machaquito»–, partieron en la mañana del 31 de mayo con dirección a la capital del Reino ignorantes de los acontecimientos que allí se desarrollarían.
Efectivamente, a las 13:55 horas de aquel día, cuando el cortejo nupcial se dirigía desde la iglesia de los Jerónimos al Palacio Real, sufrió un atentado mediante una bomba que, oculta en un ramo de flores, fue arrojada desde uno de los balcones del nº 88 (hoy 84) de la calle Mayor. Los Reyes resultaron ilesos, pero murieron cerca de 30 personas y más de cien resultaron heridas.
En estas circunstancias llegaron nuestros danzarinos a Madrid. Resulta difícil imaginar los apuros y peripecias que pasarían al comprobar que nadie les hacía caso y sentirse abandonados en las calles de una ciudad desconocida que se encontraba sumida en un indescriptible revuelo.
No obstante, y aunque, en un primer momento, se suspendieron algunos de los actos programados, no ocurrió igual con el certamen musical, que se celebraría en la tarde del 4 de junio en la antigua Plaza de Toros de Goya (situada en los terrenos en los que actualmente se levanta el pabellón de los deportes madrileño) y en él participaron la rondalla La Logroñesa; los orfeones Juan Bravo (Segovia), Pamplonés, Los Amigos Tintoreros (Barcelona), Burgalés, Unión y Concordia (Gerona), Asturiano (Gijón), La Oliva (Vigo), Sociedad Artístico-musical (Pontevedra), El Áncora (Tarragona), La Vega (Valencia), y los madrileños Círculo Católico Obrero de San José, Eco de Madrid, y Fraternidad Castellana; así como grupos de bailadores de Ciudad Real, Zaragoza y Alba de Tormes.
En el mismo destacaron los orfeones de Pamplona y Vigo, el grupo de baile de Zaragoza y La Charrada albense, que sería subvencionada, por el gobierno de la nación, con 1.000 pts. y cuyos componentes, tras unos días de estancia en Madrid, regresaron a la vera del Tormes con algunas pesetas en sus bolsillos y una aventura que contar.
Eran integrantes de esta agrupación, entre otros, «Mallares»,Víctor Martín, Urcisino M. Miguel, José «El Soldao», Miguel González, Águeda Cuesta, Manuel Romero, Mateo Crespo «Sr. Polainas», Antonio Flores, Tinito «El Colchonero», Gustavo Martín, , Francisco Gómez, Isidoro Hernández «El Redobla», José Rodríguez, Jesús Aparicio, Andrés Gonzalez «Bocachica», Miguel Sánchez, Luis Sierra, Isidro Hernandez Rodriguez «El Monjo», Felipe García, Jesús Amores, Cesáreo Moro, Rosa «La Partera»…
Desconocemos la fecha de creación de este grupo de bailadores albenses o si lo hizo ex profeso para participar en el certamen real madrileño. Tampoco sabemos de su duración, ni cuando se disolvió. Las últimas noticias que tenemos de él hacen referencia a su participación, con similar éxito al obtenido en Madrid, en un festival celebrado en la plaza de toros de Salamanca en las ferias y fiestas de aquel mismo año de 1906.
Bibliografía:
El Día de Palencia, 18-05-1906
Heraldo de Tarragona, 18-05-1906
La Voz de Peñaranda, 19-05-1906
El Noroeste, 05-06-1906
El Imparcial, 06-06-0906
La Cruz, 06-06-1906
El Adelanto, 17-06-1906
La Basílica Teresiana,15-12-1907
Programa de fiestas de Alba de Tormes, Octubre 1992