viernes, 27 de febrero de 2009

Grupo folclórico de Alba de Tormes

Navegando por la red nos hemos encontrado con la agradable sorpresa de una nueva web albense. Se trata de la página del Grupo Folclórico de Alba de Tormes, que aunque ya lleva algunos meses en funcionamiento, hasta hoy no habíamos descubierto, y en la que, además fotografías y otras secciones en desarrollo, anida un blog en cuya primera entrada manifiesta su pretensión de que «este sea un lugar de encuentro para todos aquellos interesados en el folclore y la cultura tradicional.»

Aunque con algún retraso, le damos la bienvenida a la comunidad virtual y desde hoy incluimos su vínculo en nuestros enlaces.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Salamanca: El palacio de los Garcigrandes

JOSE SANCHEZ ROJAS

Cuenta Bell en su preciosa monografía sobre la historia del Renacimiento español, que cuando el Padre Francisco Vitoria explica sus lecciones de derecho de gentes en la Escuela, y Fray Luis de León profesa de agustino y acude a las aulas en los primeros cursos, se inicia el arte plateresco en la roja ciudad del Tormes. Se labran entonces las fachadas de Sanctí Spíritus, de San Esteban y de la Catedral nueva: acaban de decorar Monterrey y se construye esta casa de los García Grandes llamada después de los Garcigrandes por haberla adquirido los Espinosas, que llevan aún en nuestros días el vizcondado de este nombre, en plena calle de Zamora, á la vera del corazón de la ciudad. Esta preciosa, casa plateresca, con sus escudos, sus ventanales, su portal y sus graciosos medallones, coge ya á Salamanca en pleno Renacimiento. Seria curioso estudiar, siguiendo las indicaciones del notable investigador de la vida y obras de Fray Luis de León, estudiar si en Salamanca fue el cuadro antes que el marco o éste primero que aquél. Se plantearía así el curioso problema de si el ambiente de la Escuela forjó el de la urbe, ó el de le urbe el de su estudio. Posiblemente, las dos transformaciones son coetáneas y paralelas, y obedecen al mismo ritmo espiritual de las gentes. El precioso balcón esquinado de este palacio y la ventanita del plano inferior, situadas en el lienzo lateral, hoy profanado por canalones y palomillas, sus hermanosgemelos de otros huecos de casas contemporáneas. El gótico se va asalmantinando, hasta que asoma el plateresco en toda su pujanza. Y el plateresco es el comentario que hace la piedra, obediente y roja, á las inquietudes renacentistas de la ciudad. Solamente ante estos primores pueden escribirse la oda á Salinas sobre la música y las páginas admirables de La perfecta casada. Se adivina que, fatalmente, necesita de este escenario el agustino para forjar los jalones de su severidad espiritual.

Y hasta que estos palacios no se levantan por todos los barrios de la ciudad, hasta que no se termina el artesonado de Sancti-Spiritus, hasta que los dominicos —enemigos naturales en la Escuela de los agustinos— no acaban su solemne morada de San Esteban, hasta que los arquitectos y decoradores no dan fisonomía á las portadas de la Catedral y á los dragones y quimeras de las cornisas de Monterrey, Salamanca no sabe comenzar una vida intensa e inquieta en su estudio. Salamanca cuenta ya con diez mil escolares y toda la ciudad es una prolongación de su Academia. Estos palacios se construyen para que los habiten estudiantes ricos, seguidos de su corte de capigorrones hambrientos que tapan con sus capas cortas le parvedad y sutileza de sus vestidos y muestran en la cuchara del chapeo la necesidad de comer caliente antes de filosofar despacio. Y en Salamanca pudo el lazarillo engañar al ciego; hurtándole vino de la bota, tapando con bolitas de cera los remiendos de la bota. De un lugar cercano á Salamanca hace proceder Cervantes á Cortadillo, rey de le tahurería y príncipe del robo y de la martingala. La Escuela es también refugio de la picaresca, y sus estatutos son tan democráticos y tan tolerantes, que todo el mundo tiene derecho á penetrar en las aulas, á contender con los maestros y hasta á fingirse escolar, oficio que tiene más privilegios que obligaciones. El que sabe tañer una vihuela ó soplar en una gaita zamorana, instrumentos que tanto temía aquella tía fingida de la donosa Esperancita, no necesita de otras habilidades para justificar su oficio. Estas casas grandes, como los Colegios, como los Conventos, habitados también por estudiantes de mejor condición, sin su cocina al aire libre en los días inciertos. No se consume más carne que la de carnero en la ciudad, y las truchas del Tormes y las alubias de Arévalo, y no digamos nada de las famosas empanadas del figón ó tasca del Humilladero, son manjar reservado para los titulares de los Colegios Mayores y para los hijos de los magnates. El sol de Salamanca, que dora y enrojece le piedra de le casa de los Carcigrandes, es el mejor remedio para tantos males. Muchas veces es una mujer, la que por oír en buen romance una sátira de Marcial ó un canto suave del cisne de Mantea, socorre al necesitado.

La casa de los Garcigrandes aparece en Salamanca cuando su Estudio vierte su espíritu renacentista é inquieto por toda la ciudad. Se alza en una preciosa plazuela salmantinísima y traza las elegancias platerescas al barrio de los labradores y forzados de la tierra. Este palacio, como casi todos sus hermanos, se ha ido plagando de mal humor á las necesidades de los tiempos. Abandonado de sus dueños, fue casa de banca y hoy sirve de abrigo á varios vecinos á la vez, Pero no ha logrado perder se prestancia y su alegría y desde la mañana á la noche recibe los besos y las caricias del sol, que lo ha dorado y enrojecido. Caminando hacia el centro de la ciudad, hacia le Plaza, súmanse ya la zona barroca y churrigueresca de la ciudad, que tiene también su encanto. En la ciudad del Tormes, los arquitectos de las postrimerías del siglo XVII y del siglo XVIII no saben estar ociosos, y sus labores detallistas, cargadas y opulentas, conciertan con el tono burlón de don Diego de Torres Villarroel, y con las trovas artificiales de los Arcades bobos que debaten en el zaguán endiablados diálogos de amor libresco y de galantería forzada con sus Cloris fingidas y sus Batilos no menos fingidos y engañosos.

LA ESFERA 22/03/1930

Biblioteca virtual de prensa histórica.
Ministerio de Cultura

domingo, 22 de febrero de 2009

El Tormes. Nº 1

«Si dijéramos realidades, quizá fuera mejor. Realidad es este primer número de EL TORMES que hoy nos cabe el honor de ofrecer al público para que pueda apreciar el tímido balbuceo de unos jóvenes llenos de ilusión que aspiran conseguir para la adorada villa ducal un nuevo ¿ ? con que exornar su nombre inmortal.
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Decir que piensa hacer EL TORMES no es fácil. La juventud no halla horizontes limitados, porque mira siempre a lo alto. A lo sumo limitará su vista al azul purísimo del cielo y este no tiene límites. Empieza hoy a realizar su propósito y bullen en su menta ¡tantas cosas...! Poco a poco irá desenvolviendo su vida. Como al infancia; acaso tropiece como suele tropezar la juventud, por inexperiencia. Mas quisiera ser como ella cuando aún no agita su corazón el desenfreno de las pasiones.

Del caos en que parece se halla envuelto el pensamiento de EL TORMES surgen ya fuera de la superficie agitad algunos puntos, que son como el principio básico en que levantar un recio y seguro edificio. Ve EL TORMES pasar ante sus ojos, como visión cinematográfica, esos puntos con formas reales, tangibles, con denominación propia... estación..., Basílica Teresiana..., pantano..., intereses locales..., gratitud a Salamanca..., y otros muchos en la confusión de la lejanía.

Ya tenemos una causa: Alba y su partido; un lema: juventud; un propósito decidido: vencer.»

Con estos “Propósitos” iniciaba su andadura, allá por el año 1929 el nuevo semanario albense “El Tormes”, cuyo primer número veía la luz publica el domingo 10 de noviembre y que hoy reeditamos en versión digital.

Lamentablemente el proceso de captura de imágenes, de este y de otros números, no se ha realizado con la meticulosidad que hubiera sido de desear, quizás condicionado por el hecho de encontrarse encuadernados los originales y no haber podido, o no haberse atrevido (en aras de su conservación), a desencuadernarlos previamente. El resultado, por tanto, carece de la calidad deseada y dificulta enormemente, y en ocasiones llega a imposibilitar, una completa lectura comprensiva de alguno de sus artículos; sin embargo, y como ya indicamos con anterioridad, consideramos que los ejemplares resultantes son lo suficiente interesantes, aun a pesar de estas deficiencias, como para que merezca la pena incluirlos en nuestra hemeroteca.

jueves, 19 de febrero de 2009

José Sánchez Rojas. Recuerdos de niñez

EL NACIMIENTO
(Fragmento inédito del libro en prensa “Recuerdos de niñez”)

Desde el día de Todos los Santos esperábamos los niños ansiosamente las fiestas de Navidad.

Los días eran cortos y melancólicos los atardeceres. La Seña Leonor vendía castañitas asadas bajo los soportales de la plaza. Los chicos nos recogíamos en casa después de merendar. Había una novena de Ánimas en la iglesia románica de San Juan donde el sacerdote refería ejemplos terribles de condenados que se retorcían, como sarmientos secos, entre las llamas infernales. Y al acabar la novena el pueblo prorrumpía en un canto que era un lamento desesperante, donde vibraban terrores milenarios y espantosos.

¡Ay! Aquellos cantos me quitaron más de una vez el sueño. Y las benditas almas del Purgatorio, que yo me imaginaba con rabillo rojo como el diablo, me lo quitaron también. Durante un mes de Noviembre hubo en Alba eso que llaman cuadros disolventes: historias de aparecidos, de fantasmas, de espíritus en pena. Llegó a descomponerse el cordaje de mis nervios infantiles. Tuve pesadillas. Mi madre comenzó a preocuparse seriamente de mi estado. En el espejo bruñido y virgen de mi espíritu se reflejaban fuertemente las impresiones recibidas.

Mi padre fue nombrado, por empeño del subsecretario de Hacienda, Isidoro García Barrado, fiscal municipal. Lo dijo en casa después de comer al recibir el nombramiento; yo se lo conté a una vecina y amiga nuestra, doña Sofía, que tenía una escuela de niñas en su casa. Doña Sofía me dijo que el oficio de papá, el de acusón, era el mismo oficio que tenía el diablo. Aquellas palabras causaron un efecto singular en mi alma. Fui corriendo a casa, abordé a mi padre en un tono resuelto, que no dejó de sorprenderle, diciéndole que no fuese fiscal ni un solo minuto más, porque se condenaría. Mi padre se río primero a carcajadas; pero advirtiendo mi no fingida excitación, procuró disuadirme de que aquella profesión de fiscal municipal era más inocente que un corderillo blanco…

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Decía –perdone el lector estas divagaciones- que desde el día de todos los Santos esperábamos los niños ansiosamente las fiestas de Navidad. Venían primero los Santos con los puestos de castañitas asadas y con los buñuelos de viento; los Difuntos con la obligada visita al camposanto, con las roscas de pan blanco y mollar, con los hachones amarillos; la novena de San Juan; el santo de mi padre, con las partidas de tresillo que duraban toda la noche; la fiesta de la Purísima Concepción, también en San Juan, con las ringleras de niños blancos y bonitos en la procesión de prima tarde. Venía, por fin, la matanza.

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Llegaba Navidad. No tocaba nunca la lotería. La Nochebuena venían a casa los abuelitos. Las monjitas mandaban la colación; pavos, los charros, cigarros, vinos y turrones, los amigos. Las Hermanas de la Caridad enviaban unas mantecadas riquísimas; tartas de almendras las Benitas. Las hijas de Santa Teresa la tortilla carmelitana de vigilia.

Yo me pasaba comiendo todo el día con creciente apetito; verdad es que no paraba un solo minuto de la mañana a la noche.

La cena. Alegría. Intimidad. Grata expansión en torno a los manteles blancos. Papá bailaba. Los chicos nos vestíamos de mamarrachos. El abuelo Miguel comía y callaba. Se prolongaba la cena hasta después de media noche. El volteo alegre, atropellado, violento de las campanas de los Padres, brincaba dentro de mi corazón. La misa del Gallo nos íbamos todos a los Pares.

Yo subía al coro. Tenía un amigo, el hermano Hilario, que me daba confites y recortaduras de hostias y de formas. En el coro sonaban las zambombas, las panderetas, las castañuelas. Con un aparatito de hoja de lata, relleno de agua, se imitaba el canto del canario. Yo era el encargado de soplar aquello. Hacia filigranas. Gorjeos más bonitos no se oyeron nunca en la virgen América. Me tenía dicho el buen lego que en el Credo y en el Gloria trinase todo lo que me viniese en gana, pero que al llegar a la consagración, moderase prudentemente mis modulaciones. Y no podía contenerme. El pajarito seguía cantando en la enramada cuando el Ministro del Altar ofrecía a los fieles la Carne y la Sangre del dulce Cordero Inmaculado. No había modo de hacerme callar.

Después de la misa bajaba a ver el Nacimiento, que estaba a la izquierda del altar mayor. Cintas de papel de plata simulaban arroyos y regatos; había viejas muy graciosas con cestas al hombro, pajes, pastores, pastorcitas, puentes rústicos atrevidísimos, chozas y cabañas de paja. El niño Jesús recibía, desde el portal, el aliento del bondadoso buey. Las figuritas de la Virgen y de San José respiraban una tristeza dulce y melancólica. Una estrellita de avalorios mostraba a los Reyes Magos –Melchor, Gaspar y Baltasar- el camino de Nazaret. Y había corderitos blancos, ovejitas rojas, bueyes con cuernos retorcidos, gansos sobre un lago formado de papel de plata, pajaritos en las enramadas, árboles corpulentos, musgo, vereditas de arena, castillos feudales, casa de campo de estilo suizo…

Todos los días los Reyes Magos, con su impedimenta de pajes, criados y presentes que iban a regalar al Niño-Dios, se acercaban un poquito más al Portal de Belén. El día de los Santos Inocentes aparecían unos bebés de cartón desnarigados, descabezados, recibiendo con cara asustada los hachazos de los verdugos y esbirros del Rey Herodes. Y el día de los Reyes desmontaban de sus cabalgaduras a Melchor, a Gaspar y a Baltasar, y aparecían ofreciendo ante el portal sendas costaladas de oro, incienso y mirra.

Yo soñaba las noches de Navidad con estas cosas, acariciando al niño Manolo, viendo la bondadosa sonrisa de la Virgen, oyendo la aspiración bronca del pobre buey, escuchando el rumor de las zambombas, de las sonajas, de los panderos, de los tamboriles…

José Sánchez Rojas


La Esfera 22/12/1917

Biblioteca virtual de prensa histórica
Ministerio de Cultura

martes, 17 de febrero de 2009

El Tormes. Recuperación de nuevos ejemplares

Recientemente hemos encontrado nueva documentación relativa al semanario albense “El Tormes” que ha pasado a engrosar nuestros fondos hemerográficos junto a aquellos otros ejemplares de los que ya disponíamos de copias originales.

Después de acondicionar las últimas imágenes obtenidas y convertirlas en archivos accesibles desde la red, hemos logrado reunir una colección de 17 números consecutivos, que en su día fueron publicados entre el 10 de noviembre de 1929 y el 2 de marzo de 1930, y que, tal y como venimos haciendo, se irán poniendo a disposición de nuestros visitantes.

Lamentablemente el proceso de digitalización de los nuevos documentos a los que hemos tenido acceso deja bastante que desear, lo que ha condicionado una escasa calidad en alguno de los ejemplares resultantes. No obstante consideramos que mejor esto (ejemplares con calidad deficiente) que nada.

sábado, 14 de febrero de 2009

Alba de Tormes en la revista "Viajar"

Reportaje publicado en la edición correspondiente al pasado mes de enero de la revista "Viajar".

Alba y otros pueblos nobles de Salamanca.

“Condados y Ducados”: con ese título genérico se agrupa a las comarcas salmantinas de Tierra de Alba, Tierra de Peñaranda y Alto Tormes. En ellas dejaron huella las familias nobles a las que pertenecían, pero también las órdenes religiosas a través de fundaciones y conventos.

Se entiende que Garcilaso dedicara versos al Tormes a su paso por la villa de Alba. Enrocada ésta en un teso de pizarra, el río se agiganta a sus pies, de manera que para vadearlo hubo que tender un puente de 23 ojos. La villa medieval estaba amurallada, con su castillo, y en el río sigue habiendo aceñas y molinos. Dentro llegó a haber una docena de parroquias, aparte de ermitas y conventos. Sólo dos iglesias medievales, de un románico mudéjar, han resistido: la de Santiago y la de San Juan. Ésta preside la Plaza Mayor, y allí se han reunido imágenes, retablos y sepulcros de otros templos, lo que la convierte en una suerte de museo. Con dos piezas sobresalientes: un Apostolado románico, en piedra policromada, y un Cristo atribuido a Vicente Masip, que igual podría ser de Juan de Juanes, o de Morales.

Al margen del pasado medieval (y tal vez romano), la villa adquiere protagonismo con el nacimiento de la Casa de Alba. Ocurrió en 1430, cuando era Castilla un reñidero; Juan II entregó la plaza a la familia Álvarez de Toledo, que le era fiel. Primero la poseyó un obispo, y luego su sobrino, que obtuvo el título de conde de Alba; su sucesor consiguió el Ducado, y dos generaciones después pasaba este título al más grande de la estirpe, don Fernando Álvarez de Toledo, el Gran Duque de Alba, un personaje clave en la historia de la Europa renacentista. Lo educó Juan Boscán, y llegó a hablar francés, inglés, holandés, alemán e italiano. Con 17 años se escapó a pelear en Fuenterrabía, junto al emperador, y se hizo amigo de Garcilaso de la Vega. Luego acompañó a Carlos V a Viena, a frenar a los turcos, y más tarde fue enviado a Túnez, a luchar contra Barbarroja. Intervino en la batalla de Mühlberg, venció al Papa en Italia y, ya con Felipe II, fue enviado a Flandes, donde hizo ejecutar a miles de revoltosos, predicadores, luteranos y nobles respetados, como los condes Hornes y Egmont (Beethoven quiso hacer una ópera con el tema, pero sólo compuso la obertura). Todavía le quedaron arrestos, ya viejo, para sacarle a Felipe II las castañas del fuego en Portugal; allí murió, en Tomar, en brazos de Fray Luis de Granada.

El castillo del Duque de Alba alcanzó en aquellos días su máximo brillo. A la labor de sus antepasados hizo añadir la de artistas de toda Europa; escultores italianos se hacían traer mármoles de Carrara para labrar una galería abierta a la vega, el francés Cristóbal Passin pintaba en la torre del castillo frescos sobre la batalla de Mühlberg (que descubrió en 1960 el primer marido de la actual duquesa, y son lo único que resta, ya que el palacio fue incendiado por un guerrillero en la Guerra de la Independencia, y sirvió de cantera a los del pueblo). El de Alba era un palacio renacentista y humanista.

Y no sólo por sus murales, estatuas o tapices. Allí compuso Garcilaso los versos que describen las riberas del Tormes en su Égloga II. Allí se representaron villancicos teatrales de Juan del Encina, primeros vagidos del teatro español. En aquellos salones trabajó Lope de Vega como secretario del duque Antonio, cumpliendo un destierro de la Corte que duró cinco años; Lope tuvo casa en Alba (que se quiere recuperar) y perdió a su primera esposa, Isabel de Urbina, la Belisa de sus poemas y piezas redactadas en el exilio (La Arcadia, El dómine Lucas…).

Otro cuasi desterrado fue Calderón de la Barca. Lo que ocurrió en realidad es que cerraron los teatros de Madrid, en luto por la muerte de dos miembros de la familia real, durante tres años, los mismos que pasó en Alba Calderón. Hasta un joven Miguel de Cervantes acudió al palacio ducal, a recoger un premio literario; fue en 1614, con ocasión de la temprana beatificación de Teresa de Jesús. Cervantes supo dar jabón a la santa, al pueblo y a los duques: "Aunque naciste en Ávila, se puede/ decir que en Alba fue donde naciste; pues allí nace donde muere el justo...".

También Santa Teresa había frecuentado los salones del palacio, llegando a hacerse amiga de la duquesa. Un matrimonio de Alba le cedió casa y solar para que fundara un convento, cosa que hizo poco convencida. Al cabo del tiempo, la duquesa llamó a su amiga monja, vieja ya y con fama de santa, porque esperaban en palacio el parto difícil de un nieto. Acudió Teresa muy enferma, y murió precisamente en el convento que había fundado, el de la Anunciación, por bajo de la Plaza Mayor.

Entonces sucedió el devoto y necrófilo rifirrafe: se llevaron el cadáver en secreto a Ávila, más tarde lo tuvieron que devolver, y entretanto le habían amputado al cuerpo incorrupto un brazo y una mano, y le habían arrancado el corazón. El cuerpo está en una urna, en el altar mayor del convento; el brazo y el corazón transverberado, en sendos relicarios, junto a la celda donde murió (que se visita). La iglesia, por dentro, guarda pinturas interesantes (de Rizzi y otros artistas) y su fachada preside, junto a la contigua Iglesia de San Juan de la Cruz, la plaza más bonita de Alba, conocida como "de las Madres".

A finales del siglo XIX, el obispo Cámara quiso levantar a la Santa de Ávila una basílica neogótica y excesiva, pegada al convento y asomada al río (para lo que hubo que expropiar 41 casas con sus corrales). El proyecto, firmado por Repullés i Vargas, se inició en el año 1898 (puede verse la maqueta en la Iglesia de San Juan). Como estaba costeado por suscripción popular, solamente se pudo terminar el arranque de las naves. Así ha permanecido durante más de un siglo. Pero ahora, tras la visita del Papa Juan Pablo II, se quiere rematar esta Almudena albense de una manera discreta.

Entre Alba y Peñaranda hay pueblos humildes, algunos con iglesias mudéjares que merecen el desvío, como Peñarandilla, Coca de Alba, Turra, Gajates o Macotera. Este último es célebre por sus botos camperos y calzados artesanos. También hay algo de mudéjar en Peñaranda, que lleva el apellido de otra familia noble, los Bracamonte. Uno de sus miembros, Gaspar de Bracamonte y Guzmán, virrey de Nápoles, fue culpable de la colección de pintura napolitana del Museo de las MM Carmelitas.

Se ve a la legua que Peñaranda ha sido siempre un pueblo rico, gracias a sus mercados. Lo delatan sus tres plazas contiguas y porticadas, donde se guarecen algunas carnicerías de fama a las que acuden propios y extraños en pos de exquisiteces de cerdo ibérico (hay varias fábricas en el pueblo de jamones, embutidos y chacinas, siguiendo la estela de Guijuelo). Pero sobre todo adquirió fama Peñaranda como uno de los vértices de la ruta del tostón (cochinillo asado), junto con Arévalo y Segovia.

Eminentes gastrónomos, como Néstor Luján, se enzarzaron en disputas acerca de cuál de esas diócesis merecía el primado. Aun siendo una sede centenaria, el mesón Las Cabañas luce ahora auténticos comedores de diseño, mucho más acordes con los nuevos tiempos (que han traído al prestigioso arquitecto Álvaro Siza a modelar un centro de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez). Con tal intendencia de arte y tostones suculentos, el invierno resulta sin duda más llevadero.

Acceso a la revista en versión digital

viernes, 13 de febrero de 2009

El Trece nº 6



Un mes más, una nueva edición de El Trece que llega hasta nosotros. En ese caso el nº 6, correspondiente a febrero de 1972, que ya se encuentra disponible, para todos nuestros visitantes en la "Hemeroteca digital albense".

viernes, 6 de febrero de 2009

Sonido Junkos

A cada uno su merito y a Manolo Patrocinio el suyo.
Efectivamente es Manolo, bajista de Los Junkos, quien lleva 25 años empeñado en recuperar el sonido y las canciones que en su día interpretaron y a quien debemos el poder escucharlas en la actualidad con aquel sonido suyo tan característico.
Así nos describe como ha venido realizando esta laboriosa tarea:

«Con mucha paciencia e intentando darle el aire que nosotros le dábamos. Empecé con un pequeño teclado y dos pletinas de casete. La base de batería y bajo la hacia con el teclado, y las guitarras y voces eran naturales. Un trabajo de chinos, grababa en una cinta y después la reproducía para grabar en la otra lo que sonaba y lo que yo tocaba. Un lío y un sonido muy deficiente. Ahora tengo un mini estudio de grabación en casa, dos teclados casi profesionales, micros de lo mejor, mesa de mezclas con multiefectos, la Fender y un programa para secuenciar Midis con el que suplo la falta de bajo y batería. Tengo grabado un CD con 24 canciones en Wap, el problema está en que soy un inconformista y después de escucharlas siempre encuentro algo para mejorar.»

También nos ha facilitado 2 nuevas muestras de su trabajo durante estos años: La Bamba y Robamelones que, con sonido mejorado, incorporamos desde hoy a la sección Recordando a Los Junkos.

martes, 3 de febrero de 2009

La casa de los “Garcías” en Alba y Salamanca

«Bajando del Castillo hacia la Plaza, por la Cuesta del Duque, en Alba de Tormes, no puede dejar de llamarnos la atención un hermoso escudo de piedra, sobre la puerta de una casa moderna. Su constructor, “El tío Berna”, tuvo la buena idea de conservar esta hermosa piedra armera.»

Así iniciaba Fernando Jiménez su artículo titulado La casa de los “Garcías” en Alba y Salamanca, que se publicaba en la revista Puerta del Río correspondiente al mes de febrero de 1984, ya disponible en nuestra Hemeroteca.
Lamentablemente, 25 años después de esta publicación, el referido blasón ha dejado de llamarnos la atención; lamentablemente ya no se encuentra en su primitivo solar, lamentablemente, en posteriores reconstrucciones del edificio no se tuvo la “buena idea del Tío Berna” y lamentablemente para recordar esta muestra del patrimonio histórico de Alba tenemos que remitirnos a la descripción que de él realiza Fernando Jiménez en el ya citado artículo del número 8 de Puerta del Río, o al álbum de fotos ó al montaje de video  que bajo el titulo Firmas en piedra se incluyen en este espacio.