jueves, 29 de noviembre de 2018

Pesqueras del Tormes

(Edición: Félix Briz)

ALBA… ALTA DE TORRES
José Luis Miñambres

Es lógico y bello el aforismo que recuerda a Alba y sus torres. Se observan con claridad en el cielo de la imagen: casi un bosque de piedras y estilos variados miran a lo alto, retoñando casi de los tejados y de las torres centenarias. Con ellas, todo el cielo de Alba renueva su azul. Es evidente: los siglos tomaron asiento en sus tejados. No faltan los estilos. Desde el Castillo hasta la Basílica y el Jardín del Espolón, las torres recuerdan el pasado de la Villa, su historia. Entre la verticalidad de sus torres y la superficie acuosa del Tormes, un manchón de árboles da vida al paisaje urbano.

Pero tal vez, la aceña de los Moros, construcción casi mítica en otro tiempo, auxiliada por pesqueras irrelevantes, dejan soñar con el origen lejano de estas aguas del río, nacidas en las escarpadas tierras de las montañas de Gredos. Llegan las aguas desde lejos, bravías, tempestuosas a veces, para calmar su ímpetu acuoso en las orillas de la Dehesa y ser ahormadas por el Puente y las pesqueras. Y por el vuelo veraniego de las golondrinas, buscando su insectívoro sustento. 

Es curioso: siempre fue Alba espacio dedicado a los peces fluviales. Abundaban los trasmallos y el espejar de los anzuelos generaba brillos inesperados. ¡Quién no ha comido los peces de Alba en los establecimientos casi fronterizos con el agua! Esa pesca no alcanzaba a los peces de Amatos, que no fue nunca tierra de pescadores como Alba. Si acaso, de perdices y de libres. Hijo popular de la Villa, Amatos nunca se rindió a los encantos de las aguas del Tormes, a la inesperada atracción de las pesqueras. 

Mirando de nuevo la imagen, surge un extraño sentido de nostalgia, de algo que se fue, muy lejos tal vez. Pero, a pesar de lo artificioso, los peces siguen poblando las pesqueras. No es poco. Y no falta el eco literario de los versos de Lope y Garcilaso. Garcilaso especialmente.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

El pueblo de Teresa de Jesús

Aunque somos conscientes de que la dispersión de la obra de José Sánchez Rojas dificulta enormemente la localización de muchos de sus artículos y de que a pesar de haber recuperado buen número de ellos seguramente aún nos queden muchos por descubrir, si pensábamos que, al menos, habíamos encontrado todos los relacionados directamente con Alba de Tormes; sin embargo Sánchez Rojas no deja de sorprendernos y, recientemente, hemos tenido acceso a una nueva semblanza –desconocida por nosotros– descriptiva de su tierra que fue publicada por el diario madrileño El Liberal con fecha 7 de agosto de 1924 y que transcribimos a continuación.


SENSACIONES
EL PUEBLO DE TERESA DE JESÚS
 (ALBA DE TORMES)
(Para Emilio de Zúñiga)

Una noche de insomnio y de fatiga en el vagón del ferrocarril. Luz del alba en tierras extremeñas, Baños de Montemayor, los picachos nevados de la sierra bejarana. La mantequilla y el café con leche de la cantina. Y luego, las tierras paniegas. Fuentes, marcando la división de las Castillas y de Extremadura; Guijuelo, orgulloso de sus jamones y de sus chorizos; las dehesas enormes —con monte y caza— del ducado de Alba... Alba de Tormes... El viajero, después de cuatro años de ausencia, después del haber rehecho —o deshecho—su vida para siempre, torna al pueblo de la niñez. La vieja diligencia con herrajes rotos que le traslada a la villa, los montes de Navales y de Galiana, la dehesa y el río, el castillo presidiendo las casitas bajas, achaparradetas y graciosas del pueblo, espejándose en el Tormes...
El viajero no puede con su emoción, que ya no le cabe en el pecho. Las muchachas —amigas de sus novias—están gordas y son jamonas y caminan lentamente con las facciones abultadas. Los chicos son hombres de bigotes, concejales del Directorio y miembros del «requeté» local.
Aquel señor que saludamos en la tertulia es el delegado gubernativo.
Hay registrador nuevo, juez de primera instancia nuevo, notario nuevo. El viajero es un poco extraño en su propia casa. Abrazos a queridos amigos de la niñez que nos han seguido de lejos —¡muy de lejos!—, a través de nuestros escritos. ¿Y Fulano? Murió. ¿Y Zutano? Marchó a Buenos Aires. ¿Y Lolita? Lolita casó con un ganadero de fuera. Paquito tuvo suerte en tierras extrañas, y manda a sus viejos pesos de oro.
¡Alba de Tormes!... Visitamos la iglesia de Santa Teresa, tan íntima, tan recogida, tan silenciosa, tan llena de paz y de gracia. Y firmamos en el álbum de viajeros como un turista frívolo más que visita los pueblos para comprar postales. Y una monjita nos llama al torno, y maternalmente nos saluda:
—¡Pepito! ¡Pepito! ¡Pero cuánto recordamos en esta santa casa a tu padre, tan bueno con nosotras, aquel republicano y herejote que está en el cielo...!
La comida en la casa amiga, las confidencias a pleno chorro en el comedor discreto y en la sombra. El sabroso yantar y los amigos leales, eternos, que nos dan una impresión de hogar a nosotros, desterrados del contacto de la efusión. Un paseo por la villa. Gentes extrañas, rostros desconocidos en la casa de nuestros padres; una barbería en lo que fue nuestro despacho, en la ancha pieza donde los libros de Cervantes, de Leopardi, de Manzoni, del Dante, de la Santa, nos regalaban el cerebro y el corazón a manos llenas.
Y el paseo lento, a la caída de la tarde, por el Espolón. Sigue el Tormes con su eterna canción de quietud, que nosotros hemos oído y entendido tantas veces. Sigue la mole ingente del castillo ducal, lleno de grietas y de remiendos, y el feo puente metálico que nos regaló este querido Isidro Pérez Oliva cuando fue diputado, a petición de un alcalde filisteo, y las caperuzas de la sierra lejana llena de nieve y llena de blancura, y una ventana —¡ la misma !—hoy cerrada y sin perfume, espejándose en el Tormes.
La noche. Un minuto en el convento con los frailes amigos. El silencio de la huerta con los lechugales, con las rosaledas, con las abejitas zumbando y laborando en el dorado fanal. El organista, que no sabiendo qué decirnos, nos regala con una audición al órgano de un delicioso nocturno de Chopín:
—¡Estupendo, chico!
—¡Delicioso, padre Manolo!
La despedida en la puerta del río. Manos amigas qué apretamos fuertemente contra el corazón. ¿Para qué palabras, para qué protestas de afecto? El pueblo de la niñez nos da la sensación dé una de esas mujeres que hemos amado, y cuyo rostro, al cabo de loss años, no nos es desconocido completamente:
—¿Dónde he conocido yo a esta mujer? ¡Pues no lo recuerdo! ¡Y no está mal del todo, no está mal!

JOSE SANCHEZ ROJAS
Agosto, 1924

martes, 13 de noviembre de 2018

Programa de fiestas 1961

Poco, muy poco, podemos comentar sobre este programa de fiestas de octubre de 1961 que hoy recuperamos en formato digital. Una enfática poesía dedicada –como no– a Santa Teresa, los habituales anuncios del comercio y la industria albense, una escueta enumeración de los festejos populares organizados por el ayuntamiento de entonces y… poco más. Si acaso, destacar el regusto nostálgico que produce el reencuentro con este tipo de documentos y, en particular sobre aquel año, un novedoso concurso de feos con importantes premios para aquellos que, paradójicamente, resultasen agraciados.

lunes, 5 de noviembre de 2018

El Domine Lucas

En octubre de 2017 la Biblioteca de Temas Albenses añadía un nuevo título a su colección: El Domine Lucas, una comedia de enredo escrita por Lope de Vega durante su estancia en nuestra tierra al servicio del duque Antonio Álvarez de Toledo y cuya acción se desarrolla en Alba de Tormes y en un alquería cercana.
Hoy, un año más tarde, procedemos a la publicación digital de este sexto volumen del sello editorial albense editado por Mª Jesús Villar García.