lunes, 31 de diciembre de 2018

87 aniversario de la muerte de Sánchez Rojas.

Adiós a Sánchez Rojas
No corre prisa escribir sobre Sánchez-Rojas. Su vida, ese montón de anécdotas que formaron su existencia de insaciable y caprichoso vagamundo, no tenía importancia ni siquiera para él, que desde que salió de las aulas universitarias, en su vuelo de altura hacia las claridades y finuras de la gentil Italia, se la fue echando, como si fuese carne ajena, a todas las tentaciones que le salieron al camino. Por eso no es este uno de esos casos de necrología de urgencia, en los que hay que salir a escape a posarse en los restos fríos de unos cuantos recuerdos –bondades, virtudes, éxitos brillantes y efímeros– antes de que todo eso se aleje y se borre de la memoria de los vivos que ya se vuelven hablando de otras cosas cuando todavía no ha caído la tierra sobre el difunto. No hay prisa, no. El Sánchez Rojas que nos importa, está naciendo; sale a la vida, a la verdadera vida, como un chiquillo que era, en el fondo, aprendiendo a andar los primeros pasos de su fama de la mano del año nuevo.
Su vida, ¿qué era eso? Niño y loco, con ese desequilibrio nervioso o mental –allá los médicos– que es el triste y glorioso sello de los hombres geniales, se ha muerto de hombre maduro, sin saber por dónde se iba a ninguna parte, tropezando, cayendo, levantándose, con sus ojos glaucos, desorbitados, por donde se le metían tan adentro, tan adentro, hasta lo más blando del alma, las sensaciones de los paisajes castellanos. Le he llamado genial, y ya te sonríes, lector, porque te parece excesivo. Pero ya veréis como no; ya veréis cuando venga el mozo salmantino que está para salir de la Universidad famosa, y recoja con cariño esos millares de artículos de Sánchez-Rojas y los seleccione y estudie, con fervor y sabiduría de crítico apasionado, frotando bien aquellas pedrerías; ya veréis como entonces nos decimos todos, con vanidad provincial, como sorprendidos del descubrimiento: “¡Qué maravilla de prosa la que escribía aquella pluma!”
Todavía es temprano para decirlo. Se podría decir si tuviéramos la idea de que dentro de cuatro días, o de cuatro meses, o de cuatro años, ya nadie se acordaba de aquellas prosas, tan parecidas, en el eco sentimental que despiertan por su armonía interior, por su delicadeza y ternura, a los más deliciosos versos. Pero todo se andará, y, o mucho me engaño, o en esa fuente clara refrescarán su corazón nuestros nietos. Aquel recorrido de peregrino curioso, cargado de tradición, saturado de historia, con la cabeza llena de fantasías y de lecturas clásicas, por los Santos lugares de Castilla –Madrigal, Tordesillas, Villalar, Torrelobatón– cuyas impresiones iba escribiendo en las posadas, como Saavedra Fajardo sus “Empresas”, entre mozas, arrieros, hidalguillos y bachilleres, nadie las ha paladeado aún porque vivieron lo que la verdura de las eras, en algún lejano periódico… Y esas crónicas, como las dos últimas de “Nuevo Mundo”, las que, no sé por qué, recorté para mi carpeta de trozos selectos; y aquel libro ¬ –¿dónde andarán sus cuartillas?– inspirado en confesiones y reflejos de su propia vida, que nos leyó una mañana, de una sentada, sin darse cuenta de que las personas sensatas y afanosas tienen sus horas de sentarse a comer; y algunos capítulos de “Las mujeres de Cervantes”, y el ingenuo y gracioso “Manual de la perfecta novia”, ya veréis, repito, como florecen de nuevo, y ya para siempre, en el mejor macizo de nuestra literatura salmantina.
Dejémosle ahora, arropado en la tierra bendita de aquella Villa Teresiana, que él amó sobre todas las cosas y cantó como nadie lo hiciera desde aquellas estrofas de Garcilaso. Dejémosle en descanso, el primero y último en su desatinada vida de caminante, sintiendo la proximidad del Castillo, del breve pinar ribereño, del claro Tormes, que “murmura lento la canción de la quietud”. Pensando en cómo vivió y como murió nos retoña en la memoria –mientras nos alejamos de su cadáver– el noble verso de Antonio Machado:

Y cuando llegue el día del último viaje
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar…

F. Iscar-Peyra

miércoles, 26 de diciembre de 2018

El paseo de la Plaza



ANDARES Y PASOS ALBENSES
José Luis Miñambres

       Las viejas tradiciones albenses anuncian en la Plaza Mayor el aura de lo desordenado y de lo oscuro; del misterio. La fachada del edificio público se asemeja a un reloj de iglesia. Todo ello dota al espacio de una condición de prosopopeya momentánea, como algo que tuviera que andar: por el movimiento de brazos y piernas, por el firme de la Plaza…que habla entre susurros.

     ¿A dónde va esta gente? ¿Qué busca en su ansioso y descarriado caminar? ¿Van hacia el Ayuntamiento, convertido en símbolo viejo de tiempos pasados? El Ayuntamiento ahora es casi una fachada erigida al servicio del extraño campanario, que con su bronce milenario, puede llamar a los albenses en momentos delicados, a la oración o a la guerra. Y, a la izquierda, en mínima separación, un pobre edificio quiere anticiparnos con su humildad y sus ventanas diferentes, la  próxima e inmediata belleza de la iglesia de San Juan. Pobre Alba, conocida antaño por lo alto de sus torres. A su derecha, seguramente se yerguen las casas modernistas, próximas a la zapatería de Juanito el Albarquero. 

       Frente a nosotros vemos, en familiar aglomeración, un grupo de albenses que, con su cuerpo, forman un grupo humano, pintoresco. Pero con esos cuerpos, el grupo resulta abigarrado, aunque solo en blanco y negro por  culpa de la fotografía; por lo recio de su tonalidad. ¿Qué esconderá en este momento su corazón a los humanos? Algo ha pasado, pero no hay un eco significativo de tristeza o de alegría. Así eran los tiempos de antaño, desbocados, oscuros, incomprensibles a nuestra mirada. Aunque la campana observe nuestros caminar y nuestro recorrido, los  pasos insomnes como la vida, son alborotados y extraños…Una mancha turbia, de color. Y que el cielo lo vea.

domingo, 23 de diciembre de 2018

La Navidad en Unamuno y Sánchez Rojas

Miguel Ángel Diego Núñez
Autor del libro “Regionalismo y regionalistas leoneses del siglo XX (una antología).”


Nos acercamos a la Navidad y, los salmantinos con raíces y memoria, también al recuerdo de dos figuras señeras vinculadas a Salamanca que nos abandonaron un 31 de diciembre: Miguel de Unamuno y José Sánchez Rojas. Ambos se sintieron interrogados y tocados por la Navidad, cada uno a su modo plasmó en su obra el acontecimiento y le dedicó sus versos.

Miguel de Unamuno, representado paseando pensativo junto a las Úrsulas desde hace 50 años, en el monumento escultórico de Pablo Serrano erigido por suscripción popular, apunta:
“en navidades se celebra la fiesta de la niñez, el culto al Dios Niño. El nacimiento del Hombre-Dios se pone en un paisaje nevado y alto aunque en Belén no fuere muy conocida la nieve.”

Describe la escena del portal:

“Estaba la Virgen María
meciendo el pesebre en Belén;
brizándole a Dios que dormía;
estribillo del brizo era amén.”

Reflexiona, da unos pasos y continúa:

“¡Dios ha nacido!
¡No, Dios no nace!
¡Dios se ha hecho niño!
¡Quien se hace niño padece y muere!
¡Gracias, Dios mío!
Tu con tu muerte
nos das la vida que nunca acaba”

Se detiene, explica filosófico y paradójico que “cuando me pongo a soñar en una experiencia mística a contratiempo, o mejor a arredrotiempo, le llamo al morir desnacer y la muerte es otro parto”, y recita:

   “así Cristo nació sobre la cruz;
 y al nacer se soñaba a arredrotiempo
 cuando sobre un pesebre
 murió en Belén
 allende todo mal y todo bien.”


La figura de Sánchez Rojas resulta modesta al lado de la de su maestro, don Miguel. Sin embargo, ante la Navidad, sus frases nos contagian una emoción profunda y sincera llena de religiosidad, tanto en verso como en prosa:

 “¡Dulce Jesus bueno, cuyo nacimiento
celebro esta noche, transido de pena,
que esta Nochebuena no vive mi padre!
¡Derrite la nieve con tu blando aliento;
que María, tu Madre, sea esta noche Madre
de los que no tienen ni portal ni cena!”

 “¡Danos esa Nochebuena, Señor! ¡Enséñanos a superar la vida, a enraizar en ella, a vivirla y a gozarla en los demás! ¡Venga esa Nochebuena, Señor, para adorarte y alabarte!
¡Que la leña añosa de nuestra paz se trueque en fuego y en brasa; que en el banquete familiar estallen las risas de los niños; que sea para ellos, para mi amigo, para mi enemigo, para todos, Señor, la vida, una Nochebuena hermosa, con su portal de Belén, con los magos que llegan al portal alumbrados por la luz de una estrellita que les precede en su camino!”

José Sánchez Rojas nos recuerda que las campanas acompañan a los hombres en los acontecimientos y celebraciones importantes, en una continuidad que se prolonga a lo largo de los siglos:
“Como las olas del mar llevan al puerto más humilde emanaciones de otras playas, las campanas traen a nuestros días voces olvidadas de otras generaciones que parecían perdidas. Son el tiempo, la eternidad humana, las campanas; el vigilante que no se duerme, la voz querida que nos habla desde lejos, la estrofa rota que hilvana en nuestra esperanza una canción, que nos recuerda algo misterioso, vago, impreciso: el contorno dorado de un día de niñez, las líneas de una remota esperanza que nos hace temblar de dicha en el silencio.”

Las campanadas de fin de año dan la bienvenida al próximo y simultáneamente nos recuerdan el adiós esperanzado de Unamuno y de Sánchez Rojas. Los dos desean el amparo eterno de la ciudad de Salamanca y los versos de éste bien pueden ponerse en los labios de ambos:

“¡Salamanca de lumbre, yo te adoro!
Recoja tu beldad mi último aliento;
arrópenme tus piedras”

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Alba de Tormes a comienzos del siglo XVIII (5)


ORGANIZACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL MUNICIPIO DE ALBA DE TORMES A COMIENZOS DEL SIGLO XVIII
Jesús Gómez Criado

I.- RELACIONES ENTRE EL MUNICIPIO DE ALBA Y LA MONARQUÍA. (Leer)
II.- RELACIONES ENTRE EL MUNICIPIO Y EL DUQUE DE ALBA. (Leer)
III.- CARGOS DEL GOBIERNO DEL  MUNICIPIO. (Leer)
IV.- LA COMUNIDAD DE VILLA Y TIERRA DE ALBA. (Leer)

V.- OFICIOS ADMINISTRATIVOS.
1.- Mayordomo de los bienes de propios o bienes propios y Depositario general de la Villa.
El cargo recaía en una persona del estado general y era nombrado por el Duque. Sin embargo, el Concejo tenía poder para remover al nombrado en el caso de incumplimiento de sus funciones y para nombrar interinamente a otro, como así ocurrió en alguna ocasión. A veces este oficio es ejercido por algún Regidor.
En el nombramiento hecho por el Duque se solía expresar que lo era “por el tiempo de mi voluntad”, pero no solían durar muchos años en el cargo.
La toma de posesión se realizaba ante el Ayuntamiento, tomando juramento el Corregidor. Se le entregan los bienes de la Villa y las hojas de sus rentas, así como “otros efectos y derechos de su pertenencia”. Tiene que presentar fianza.
El cargo tiene salarios, derechos y emolumentos y se le guardan las honras, exenciones y libertades propias de su oficio.
Realiza numerosas funciones:
· Es el administrador económico del Concejo. Cobra las rentas de los bienes de la Villa, en dinero o en granos. Entrega los tributos que cobra. Vende los granos y presenta anualmente las cuentas de su gestión.
·  Desahuciar a los renteros de dichos bienes.
·  Es el administrador de la “jabata” (una fundación).
· Forma parte de algunas comisiones: para buscar un préstamo en Salamanca con el pagar algunos tributos; para prohibir la venta de granos, etc.

2.- Contador de los bienes de propios y de la Alhóndiga.
Era nombrado por el Ayuntamiento y su duración era “por el tiempo de la voluntad de esta Villa”. En los veinte primeros años del siglo XVIII se renuevan los cargos sólo por muerte de su antiguo titular (¿es una casualidad que en tan pocos años murieran tres contadores o es que el oficio recaía en personas de mucha edad?).
Recibía un salario de 150 reales de vellón por la contaduría de la Alhóndiga y 44 por la contaduría de los bienes de propios.
Sus funciones consistían en llevar la contabilidad de la Alhóndiga y de los bienes propios de la Villa y Tierra, así como recibir las cuentas que le entregaba el Depositario del pan de tandas.

3.- Fieles.
Para su nombramiento, el Concejo propone a dos personas por el estado noble y a otras dos por el estado general. El Duque nombra un Fiel por cada estado de entre los dos propuestos. En una ocasión el Duque rechazó la propuesta por el estado noble, alegando que dicho oficio de Fiel era incompatible con el de Regidor. Ante ese rechazo, se comisiona al Procurador General para que se informe en Salamanca sobre dicha incompatibilidad. La respuesta por parte de catedráticos de la Universidad se plasma en un informe muy fundamentado en antecedentes históricos. Al final se resuelve el conflicto realizando una nueva propuesta por el estado noble.
El Procurador General protestaba todos los años al hacerse la proposición a fin de que los propuestos por el estado noble fueran de “reconocido linaje nobiliario” y de esta manera “los que adquieran la propiedad o posesión de la nobleza no les competa a ellos ni a sus ascendientes”.
La posesión se realizaba ante el Ayuntamiento. Les tomaba juramento el Corregidor y se les entregaban los “marcos y potes de su oficio”.
La duración del oficio era anual. La propuesta se hacía al comienzo de cada año. El nombramiento por parte del Duque tardaba pocas semanas en llegar. En 1718 murió en febrero el Fiel nombrado por el estado general. El Concejo propone al Duque que nombre a otro y así lo hace.
En cuanto a las retribuciones, “se les reconocen los honores, salarios, franquezas y prerrogativas que les competen por fuero, estilo y derecho”.
Las funciones que realizan los Fieles no constan en los libros de actas, si bien en una ocasión se les encomiendan la vigilancia de que no se venda o adquiera vino secretamente ni por medida menor, así como que “no permitan que ningún cosechero eche a vender su vino sin que primero les conste por cédula del Sr. Diputado de Millones haber hecho prenda”.

4.- Oficiales menores.
Hay que distinguir entre los oficios que eran renovables cada año, que eran elegidos por el Ayuntamiento al comienzo de cada año, y los oficios sin tiempo determinado.
a) Oficios renovables cada año:
  - Depositario del papel sellado.
Generalmente es elegido para este oficio un mercader; alguna vez, un zapatero o mesonero.
Al tomar posesión ante el Ayuntamiento, se le entregaba el papel sellado y, al final del año, debía devolver lo sobrante y las cuentas del papel vendido. Se obligaba a ello con su persona y bienes presentes y futuros.
  - Contraste de medidas:
Para este oficio era elegido siempre un carpintero, puesto que se trataba de medidas de madera.
  - Contraste de pesas:
El oficio lo tenía asignado, podríamos decir que de forma vitalicia, un cerrajero, dada “su extrema pobreza”. Cuando este cerrajero no pudo ya ejercerlo, se nombraba a un herrero o a un cerrajero. Eran pesas metálicas.
  - Mayordomo de la Alhóndiga, o Alhondiguero, y receptor de bulas:
Aunque era elegido al comienzo de cada año, no tomaba posesión hasta el día de San Juan (comienzos del verano), durando su cargo hasta San Juan del año siguiente. Posteriormente se retrasó la fecha a San Miguel (comienzos del otoño), hasta San Miguel del año siguiente.
Sus funciones eran las de cobrar los caudales de granos de la Alhóndiga y el padrón de las bulas. En 1713 se le asignó, lo mismo que al alhondiguero menor, un salario fijo de 400 reales al año.
  - Herreteador (el que marca o señala con un instrumento de hierro):
Este oficio, para el que se elegía a un zapatero, solamente existe en las actas de los dos primeros años del siglo XVIII, después no se vuelve a hablar de él.
  - Tasadores de alcabalas:
Eran nombrados anualmente, uno por el estado noble y cuatro por el general, para tasar y repartir las alcabalas del año precedente. También asistía al reparto un Regidor (alternando cada año por su turno) en representación del Ayuntamiento.
Todos estos oficios tenían sus correspondientes salarios y franquezas.
b) Oficios sin tiempo determinado:
  - Encargado de asistir al romano de las carnicerías:
Al elegido, “persona de fidelidad, aptitud e inteligencia”, se le entregaban las llaves y papeles correspondientes a dicho oficio. En 1711 tenía una asignación de 400 reales al año.
  - Depositario del pan de tandas:
Cuando existía escasez de pan y el pueblo se quejaba de su falta, el Ayuntamiento sacaba trigo de la Alhóndiga y se lo entregaba a “ocho o diez panaderos” para que vendiesen el pan en la Plaza o en otros lugares públicos. De esta manera, los vecinos y, sobre todo, los forasteros se abastecían de pan “para que tengan hasta el primer tránsito”. En 1709 se acordó  sacar trigo de la Alhóndiga y “se ponga en el pósito para cocer pan para los forasteros en la próxima feria, dada la mucha concurrencia de forasteros”.
El depositario del pan de tandas era el encargado de recoger el pan que sobrase, así como el dinero que se obtenía diariamente de su venta, “con el cual se ha de ir reemplazando de los vecinos que salieren a vender sus granos en esta villa y otras partes no solo lo que se sacare para dichas tandas y surtimiento público, sino todo el demás que se ofreciere para que por esta razón no pueda faltar tan preciso e inexcusable abasto”.
  - Porteros del Ayuntamiento:
Eran varios, posiblemente tres. El Ayuntamiento elegía de entre los candidatos al que creía conveniente “usando de la facultad, poder y regalía que toca a este villa”. En una ocasión, tras el fallecimiento de un portero,  la elección de otro portero por el Ayuntamiento, de entre varios pretendientes, “por la experiencia y buenas condiciones que en él concurren”, es protestada por los tres sexmeros, amenazando con deducirlo en caso necesario en juicio, porque el elegido ya ejercía el cargo de Alguacil de la sal. El Concejo no atiende la protesta.
Tomaba posesión ante el Ayuntamiento, prestaba juramento y se le entregaba una vara, insignia de la justicia.
En cuanto a la duración del cargo, “lo ejercerá por el tiempo de la voluntad de este Ayuntamiento”. Sabemos de uno que se despidió él mismo y de otro que fue despedido “por justos motivos y causas que para ello concurren, cuya expresión se omite. Por lo cual se mandó se le haga saber y notifique arrime la vara e insignia de justicia y que se le aperciba de ella no use pública ni secretamente, pena de ser por todo rigor castigado”.
Las funciones que realizaban eran muy variadas: “Ejercerá solicitando por todos los medios posibles cumplir con la obligación que le incumbe en todos los casos y cosas que ocurrieren y se le encomienden así tocantes a la administración de justicia como en las que tocaren a este Ayuntamiento, sus propios y rentas particulares, asistencias y demás que le correspondieren por fuero o por costumbre y que observará y guardará inviolable secreto en todos aquellos casos y materias en que se necesite o le fuere encargado”.
Por ejemplo, se les encargan varios trabajos o comisiones, como llevar a Salamanca el dinero de un préstamo, la venta de harinas en reserva, la vigilancia de la entrada de vino de fuera, … Por todas estas comisiones obtienen algunos ingresos dinerarios.
Son los encargados de realizar todas las notificaciones a particulares.
  - Pregonero del Ayuntamiento:
Desde el balcón del Ayuntamiento y en otros lugares de mucha concurrencia de público, pregona las Órdenes reales y los ajustes de los diversos abastos.
A veces se le encomiendan algunos otros trabajos, como limpiar la Plaza después del mercado, por lo que recibía 10 reales cada vez que realizaba la limpieza.
  - Estafeta:
Era elegido por el Ayuntamiento de entre los pretendientes al cargo. Se le exigía tener las siguientes cualidades: “ser persona de gran confidencia, de gran integridad y fidelidad segura y abonada”.
Tomaba posesión prestando juramento y fianza. Sus funciones consistían en llevar la correspondencia de la Villa a Salamanca.

Poximamente
VI.- OFICIOS RELACIONADOS CON LA AUDIENCIA.

martes, 4 de diciembre de 2018

Rapsodia albense: Siete estampas para una Villa

«La obra reúne una serie de imágenes o estampas musicales que recorren los lugares más representativos de la villa: La Puerta del Río, la Plaza de Santa Teresa, un taller alfarero, la Plaza Mayor, el Castillo de los Duques de Alba, el río Tormes a su paso por el puente y el parque de El Espolón sobre los restos del antiguo Alcázar. Cada autor ha plasmado en su propio estilo un sugerente fresco que conforma un emocionado retrato de la Villa Ducal, hecho desde el arte, las vivencias y el amor a Alba, incluye elementos descriptivos, como las campanadas que anuncian la salida de la procesión de Santa Teresa, la corriente del Tormes o el movimiento del torno del alfarero, y referencias musicales a himnos teresianos o a un villancico de Juan del Enzina.»



1  La Puerta del Río - Entrada en Alba

Compositor:  Jaime Jiménez Perez
Interprete:     Banda de Música de Alba de Tormes (18-11-2017)

Alba da la bienvenida con los brazos abiertos, ofreciendo lo mejor de sí nada más cruzar desde el otro lado del puente. Los poyos donde nuestros mayores se sientan desde primera hora a ver pasar la vida, el tránsito continuo de gente al coche de línea,
el saludo cómplice y cálido de sus gentes, el olor a peces fritos, el sabor a chanfaina, las tardes de chapas en el bar de Manolo, las noches al fresco de verano… Estás en “La Puerta del Río”. Estás en la puerta de Alba. (Jaime Jiménez Pérez)

A nuestra Puerta del Río
ya no la cierran Murallas,
permanece siempre abierta
para que entren a Alba
gentes de tantos lugares
para rezar a la Santa,
y mostrarle su cariño
y los secretos del alma;
para descubrir historias
en monumentos y plazas,
para compartir vivencias
con gente noble y bizarra…
¡Entrad, que aquí no hay cerrojos!
¡Alba de Tormes aguarda!
   (Pepita Robles)

2  Plaza de Santa Teresa - Sonidos Carmelitanos

Compositor:  Álvaro Martín Pérez
Interprete:     Banda de Música de Alba de Tormes (18-11-2017)

Un silencio solemne invade la “plazuela”. Suenan las campanas e irrumpen, de repente, el bullicio y alegría de los niños que juegan, el interés de los turistas que se acercan al sepulcro y la rutina del paso de los albenses en su día a día.
Melodías intercaladas entre sonidos que recuerdan momentos vividos en la Plaza de Santa Teresa: Sonidos Carmelitanos. (Álvaro Martín Pérez)
  
Cofre de inmensos tesoros
donde el corazón de Alba
late con fuerza y fervores
al penetrar en la plaza…
con rumores de estameña
y repicar de campanas,
con sentidas oraciones
y música emocionada…
Conventos Carmelitanos
y Sepulcro de la Santa
donde reposa por siempre
con el cariño de Alba.
¡Te velaremos el sueño,
vela tú por nuestras almas!
   (Pepita Robles)

 3  En la Alfarería – Filigrana

Compositor:  Maravillas Cañizal Tello
Interprete:     Banda de Música de Alba de Tormes (18-11-2017)
Solista:          Maravillas Cañizal Tello

Lo que para otros es simplemente un trozo de barro, para el alfarero es un proyecto de obra que quiere crear. Pone en marcha el torno, que poco a poco va girando cada vez más deprisa, hasta que sus manos y corazón comienzan a moldear su idea, escuchada anteriormente por el fagot y la trompa, y ahora por la sección del metal.
La característica más relevante de la alfarería albense es su filigrana, representada en este caso por el instrumento tradicional charro por excelencia, la gaita y el tamboril. De esta manera, el cacharro está representado por la banda y la filigrana por el instrumento solista, haciendo los dibujos, a veces a modo de improvisación (cadencia), que el alfarero va realizando para embellecer su obra. (Maravillas Cañizal Tello)
  
La humilde arcilla que manos
del alfarero amasaran,
eterno girar del torno,
fuego, sudores y magia…
y raudales de cariño,
y paciencia ilimitada,
se va trocando en encaje
de preciosa filigrana
que llevará por el mundo,
como auténtica embajada,
el arte de nuestras gentes
¡unido al nombre de Alba!
   (Pepita Robles)

 4  Plaza Mayor - El día de la octava

Compositor:  Sergio Aparicio Guevara
Interprete:     Banda de Música de Alba de Tormes (18-11-2017)

En el corazón de la Villa Ducal, en uno de los días más simbólicos del año, la Plaza Mayor se viste de gala para despedir a la Doctora Mística en su día de la octava. Son las siete de la tarde y se escuchan los primeros compases que anuncian la salida de la Santa. Instantes después recorre por última vez la Plaza Mayor, camino de su clausura. En el ambiente se pueden respirar sentimientos de emoción, alegría, devoción, fe, tristeza, fervor.
El flautín y el requinto nos conducen esta vez a una Plaza Mayor rebosante de alegría y diversión en una música rápida, ligera, que recuerda e invita al baile. Por último, el júbilo da paso al estruendo de la “bomba final”, que cada veintidós de octubre los albenses escuchamos con una mezcla de anhelo, felicidad y melancolía. (Sergio Aparicio Guevara)
  
Las entrañables palmeras
se arrullan al son del agua
y observan en derredor
la multitud congregada
que con alegre bullicio
y con impaciencia aguarda.
¡Ya llega la procesión!
¡Qué preciosa está la Santa!
Los vivas de sus devotos
y el sonido de la banda
presienten la despedida…
¡Es el día de la Octava!
   (Pepita Robles)

 5  Castillo Ducal – Elegía

Compositor:  José Ignacio Cotobal Robles
Interprete:     Banda de Música de Alba de Tormes (18-11-2017)

La imponente Torre del Homenaje recibe al viajero con aires guerreros. Al pasear entre las ruinas del antiguo palacio, la música se vuelve un doloroso lamento y, en medio de la destrucción disonante de incendios y guerras, se escucha la sabia sentencia que Juan del Enzina cantara antaño en este mismo lugar: “Todos los bienes del mundo / pasan presto y su memoria / salvo la fama y la gloria”.
En el interior de la torre, los objetos del museo permiten al viajero evocar el ambiente cortesano, representado por una pavana que introduce la flauta de pico. Retornan los aires militares al entrar en la Sala de la Armería que, con sus frescos renacentistas, da testimonio de la fama y la gloria de la Casa de Alba. (José Ignacio Cotobal Robles)
  
Imponente fortaleza,
estratégica atalaya
que conserva entre sus piedras
el fragor de la batalla,
el susurro de poemas,
de músicas y de danzas,
de novedosos teatros
para delicia de damas
y de nobles y plebeyos…
¡Cuántas historias se guardan
entre sus recios sillares!
¡Ay si las piedras hablaran!
   (Pepita Robles)

 6  Murmullos del Tormes

Compositor:  Manuel Rico Gómez
Interprete:     Banda de Música de Alba de Tormes (18-11-2017)
Soprano:       Amparo Mateos Diego

“¡Qué mansa pena me da! El puente siempre se queda y el agua siempre se va”. Pero en Alba, el Tormes parece no pasar, sino aquietarse. El agua suspende su viaje para curiosear una hermosa voz que desde el puente canta, murmurando sus aguas que agita el río con su voz cálida. Son murmullos; son los Murmullos del Tormes. (Manuel Rico Gómez)
  
Bajo el románico puente
que abre las puertas de Alba
corre el Tormes silencioso;
pero el lenguaje del agua
habla de tantos lugares…
De las montañas lejanas,
de ciudades y de pueblos
y de gente que trabaja
o disfruta en su ribera,
de su pesca y de sus playas.
Son los murmullos del Tormes…
¡no te pierdas sus palabras!
   (Pepita Robles)

 7  El Espolón – El paso del tiempo

Compositor:  Matías Cañizal Tello
Interprete:     Banda de Música de Alba de Tormes (18-11-2017)

El parque de “El Espolón" es, sin duda, uno de los lugares de Alba de Tormes que mejor ha visto pasar el tiempo.
Cierra los ojos. Imagina una gran roca llena de árboles mirando al río. Hombres, mujeres, niños y ancianos pasean, hablan, ríen, se divierten y recuerdan cómo desde hace generaciones otros hombres estuvieron también allí. Son tu padre, tu madre, tu abuelo, tu abuela, recordándote que hay lugares que nunca envejecen.
Hoy en día todo sigue igual, seguimos asomándonos al mirador y observando desde arriba la preciosa ribera del Tormes. (Matías Cañizal Tello)
  
Mirador privilegiado
sobre muralla y Alcázar
donde el alma se serena,
donde la vista se explaya:
islas de verdor, el Tormes,
Sierra de Gredos nevada…
juegos y risas de niños,
trinos y viento en las ramas,
y paseos fatigados
entre memoria y nostalgia…
¡Ay jardín del Espolón
cuántos secretos te guardas!
   (Pepita Robles)


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