LA CASA DE LOS BORDONA
José Luis Miñambres
Desde la subida de la puerta del Río, como camino de las tierras y de aguas lejanas, se yergue la mole de la Casona de los Bordona, un paquebote del ayer, que exhibe sus ventanas oscuras, con tristonas acacias, en la Plaza del Grano. Arrastra su triste pasado, mostrando sin miedo su volumen. Mira el mediodía y escucha las aguas del Tormes, respira el espíritu de la Basílica, respetando el silencio y la recia armonía del Torreón. Y contempla con dolor a la Puerta del Río, un Tormes que sigue mirando hacia Poniente, camino de las besanas y de las tierras de Amatos, cerca de los Arapiles por el norte y la Mesa de Carpio, hacia poniente. En la casona, que se va con el tiempo y la vida, no importan sus desconchones desenjalbegados, ni las heridas horrendas de la vida, ni las resquebrajaduras del olvido.
A fin de cuentas, La Casona y esas marcas y grietas en el negro azogue de su rostro, discurre la callecita por medio, con los viejos torreones albenses y con sus marcas señeras, seculares, pasa el tiempo, rodeando esa plaza donde vegetan sus tristes palmeras. Y ahora, en los duros inviernos, acunando los rosales podados, que exhiben su calor. Entre la plaza, las torres y los viejos tejados, la Casona, subsiste en la calle ya vieja, por donde llega la esencia de lo albense, con un triste y humilde recuerdo del tiempo tan lejano. Pero la Casona se fue para siempre, aunque…¿permanecerán su espíritu y los recuerdos del ayer? Solo Dios lo sabrá…y acaso su lejana y eterna tristeza entre los hombres.