lunes, 28 de noviembre de 2016

Transparencia municipal

Por fin parece que nuestro Ayuntamiento se aplica en temas de transparencia municipal y, tras unos años de “raquíticos” resultados en los que ni siquiera nos acercábamos al “aprobado” (19 puntos en el año 2012, 18 en 2013, 20 en 2014 y 18 en 2015), actualmente, en este 2016, se pone a la cabeza de las corporaciones salmantinas y alcanza (junto a otros nueve ayuntamientos) una calificación de 53 puntos, la máxima que otorga REGTSA a través de su Portal de transparencia. 
Confiamos en que esta notable mejoría no sea algo transitorio y se mantenga en años venideros, y, ya de puestos, esperamos también que estos niveles de transparencia se alcancen desde principios de año.

                      

lunes, 21 de noviembre de 2016

Teresa de Jesús de la A a la Z

La Biblioteca de Temas Albenses, en colaboración con Entre el Tormes y Butarque, nos ofrece la edición digital del segundo de sus volúmenes: Teresa de Jesús de la A a la Z.
Se trata de una obra coral, coordinada por Jesús Mª García, con textos de Manuel Cojo, Jesús Mª Corredera, José Ignacio Cotobal, Paloma de la Cruz, Manuel Diego, Gonzalo Escamilla, Jesús Mª García,  Ángel González, Florentino Gutiérrez, Roberto Jiménez, Nicolás Miñambres, Julián Moreiro , José Sánchez Figueras, Ascensión Sánchez, José Sánchez Rojas, José Sánchez Rueda, Miguel Ángel Sánchez, Lázaro Sastre, Lauren Sevillano, Francisco M. Tejedor y Mª Jesús Villar, y fotografías de Francisco Cañizal, Luis García, Delfín Pérez y Rubén Vicente.
Este libro fue publicado en octubre de 2015, año en el que se conmemoraba quinto centenario del nacimiento de santa Teresa, y desde hoy se encuentra disponible en la sección que dedicamos a la B.T.A.



martes, 15 de noviembre de 2016

Nueva semblanza en "Aquellos albenses de entonces"

PATROCINIO RUEDA SARDINA (1870 – 1945)

El señor Patro Rueda, junto a otro señor Patro, “El de la luz”, fue muy popular en Alba. Fue mi abuelo materno. El único abuelo que conocí. En mi opinión fue un bohemio con ribetes de romanticismo. Tuvo varios oficios: Sastre, conserje del Casino, interventor del Banco del Oeste de España, siendo director Don Francisco Sánchez Bordona, recaudador del impuesto sobre el consumo, empresario taurino, y un buen “escribiente” en el Registro de la Propiedad. –“Aquí hay muchos escritos de tu abuelo”– me dijo el señor Canete, Oficial Mayor de dicha oficina.
Fue gran aficionado a los toros, y amigo del vizconde de Garcigrande, que tuvo una ganadería de bravo, y de don Emilio Clavijo, dueño de otra ganadería de toros bravos, los cuales pastaban en su finca de Revilla, cercana a Martinamor, el pueblo que vio nacer en una feria de Alba al cantante Farina, y a Encinas de Arriba.
De él aprendí muchas cosas, y todas buenas. Recuerdo un consejo que no he olvidado: “No vayas nunca a la calle sin llevar al menos un duro en el bolsillo”. Tampoco olvidaré el siguiente refrán que oí de él: “Desde los tiempos de Adán, unos calientan el horno y otros se comen el pan”.
Todos los años nos regalaba a mi hermana Mary Paz y a mí un corderillo al que llevábamos a pasear hasta la Fuente del Santo, un manantial, hoy dentro de una finca particular, sito en el viejo camino de Amatos.
Todos los años, también, me llevaba, en la feria de Salamanca, a una de las cuatro corridas que se celebraban: Los días 12, 13, 14 y 21. Ese día sorteaban un “toro de oro” o 5.000 pesetas, a elegir. Un año le tocó a un albense, cuyo nombre no doy porque no me acuerdo. Si del apodo con que se conocía a toda la familia, no sea que les pareciera mal.
También me llevaba al “Empastre” y al Desenjaule de los toros que se iban a lidiar. Eso tenía lugar el ocho de septiembre, día –que si no recuerdo mal– comienza la feria de Salamanca.
Con mucha frecuencia nos llevaba a mi hermana y a mí a dar un paseo hasta una huerta que compró a un tal Pepe el Cabrero, sita entre una propiedad de la familia Perlines y otra que fuera propiedad del médico don Luis Acevedo. Mi hermana llevaba una cestita de mimbre de color rojo en donde guardaba las moras que íbamos recogiendo.
Antes he dicho que era mi abuelo muy aficionado a los toros y que me llevaba con él a una corrida. También me parece recordar, en una nebulosa, que me llevó alguna vez a presenciar los tentaderos en Revilla.
En mi poder tengo el programa de una corrida celebrada en Alba el 22 de octubre de 1932 en cuyo reverso dejó escrito, de su puño y letra, lo siguiente: “Primera corrida que presenció mi nieto José Sánchez Rueda. Alba 1932. A los dos años de edad.
Era poseedor de una biblioteca no muy extensa en cantidad, pero si en calidad. Allí leí, siendo aún un niño “Nuestra Señora de París”, “Los miserables”, “El conde de Montecristo”, “Los tres mosqueteros”, “Rocambole”, “Raflles el elegante”, “Del sentimiento trágico de la vida”, “Recuerdos de niñez y mocedad” (Unamuno), “Tratado de la perfecta casada” , “Los galeotes”, “Don Juan Tenorio”, y alguna de las obras de José Sánchez Rojas, amigo de mi familia.
Fue mi abuelo un hombre de buen carácter, con un dejo de tristeza. No me extrañaba. Su único hijo varón, Antonio, murió en la Batalla del Jarama en febrero de 1937. Conservo la medalla que se entregaba a los familiares del fallecido, en cuyo reverso está grabada la fecha del fallecimiento. En el anverso hay dibujada una torre rodeada con esta inscripción: “Sufrimiento por la Patria”.
Ahora vamos con una anécdota. Fue en los tiempos en que llevaba en arrendamiento el impuesto de consumos. Para vigilar por la noche solía darse un paseo por las afueras de Alba. Una noche, paseando cerca del cementerio, comenzó a llover. Para resguardarse de la lluvia se refugió en la puerta, que entonces era de madera. Encendió un cigarrillo y esperó a que cesara la lluvia. De repente sintió que daban unos golpes que procedían de dentro del cementerio. Mi abuelo, que de miedoso no tenía nada, acabó el cigarro y se fue a casa. A la mañana siguiente preguntó al sepulturero la causa de aquellos golpes. Era de una cabra que por la noche soltaba en el camposanto. ¿No te dio miedo? – le dije. Y él me contesto: “A los muertos no hay que temerlos, es a los vivos a quien hay que temer”.
Mi abuelo murió en marzo de 1945, después de una larga enfermedad que le dejó las piernas inmóviles y que le producía fuertes dolores. Mi madre, todo abnegación, le atendió con entereza. Fue una época difícil. Entonces no se llevaban, como ahora, las sillas de ruedas y era grande el esfuerzo de ella para llevarlo de la cama a una mesa camilla donde pasaba las horas. ¡Dicen del sexo débil! De eso nada. Las mujeres tienen un espíritu de sacrificio del que carecemos los hombres. ¡Si nosotros tuviéramos que dar a luz, el mundo se quedaría vacío! Él llevó la enfermedad con resignación. A veces se ponía a canturrear alguna canción, siendo una de sus preferidas aquel famoso tango de Carlos Gardel que empezaba así. “Todo está en silenció, la noche está en calma, el músculo duerme, la ambición descansa”.
Todo cuanto estoy diciendo ocurrió en aquellos años confusos de la Guerra Civil y postguerra, en que vivir tranquilo era difícil: Hambre, cartillas de racionamiento… En mi familia fuimos tirando gracias a mi padre, a quien no le faltaba trabajo en su carpintería, pero hubo gente que las pasó canutas. Acabada la guerra “incivil” –dijo Unamuno– empezó la Segunda Guerra Mundial por culpa de aquel loco llamado Hitler, y las cosas siguieron poco bien.
Un día que hablábamos de la guerra, le leí unos versos que venían en los libros de bachillerato. No recuerdo al autor, si a los versos:


“Con esta ametralladora,
dice el sabio Sisebuto,
mil disparos por minuto
y sesenta mil por hora.
¿Qué gloria será la mía
si esta máquina potente
llega a matar buenamente
un millón de horas al día?
Proclamarán su bondad
en las más remotas tierras
y así acabarán las guerras
y también la humanidad”
Mi abuelo asintió.

Y esto es todo. Con este trabajo añado una semblanza más a “Aquellos albenses de entonces”.

José Sánchez Rueda
Almería, Octubre de 2016

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Desde hoy actualizamos, con esta nueva semblanza, el libro de este mismo autor alojado en nuestra Biblioteca digital.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Ya estamos en Instagram

Hasta hoy podías encontrarnos, además de en Blogger, en Facebook, Google+, Twitter y YouTube. A partir de ahora, también podrás hacerlo en Instagram, una red social especializada en fotografía a la que, de forma paulatina, iremos incorporando las imágenes compartidas en nuestra página.

   
                            
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jueves, 10 de noviembre de 2016

Defensa de Alba de Tormes

El mariscal Soult frente a Alba

Grabado que ilustra el capítulo 110 –Alba de Tormes y Huebra– del libro British Battles on Land and Sea [Batallas británicas en tierra y mar] de James Grant (Cassell & company, limited, London, Paris, New York & Melbourne) en el que se describe, de forma somera, el paso por Alba de las tropas aliadas, perseguidas por el ejército francés, en su retirada desde Burgos a Portugal en el mes de noviembre de 1812
Resulta curioso que las dos acciones bélicas más notables desarrolladas en Alba tuvieran lugar en el mes de noviembre: La batalla de Alba (28 de noviembre de 1809) y la defensa del castillo y del puente de Alba (Del 10 al 25 de noviembre de 1812). A su recuerdo dedicamos, con este grabado, nuestra imagen del mes en este noviembre de 2016. 

Enlaces relacionados:

     Diario de la defensa y evacuación del castillo de Alba:

viernes, 4 de noviembre de 2016

Julián Moreiro: El hombre cordial.

El pasado 27 de octubre se desarrolló un acto de recuerdo y homenaje a Julián Moreiro en el IES madrileño Ciudad de los Poetas, último de los centros educativos en los ejerció como profesor de lengua y literatura. En el transcurso del mismo se le dedicó la biblioteca del centro y también se presentó el libro Julian Moreiro: El hombre cordial, una publicación no venal –de la que ya se prepara una segunda edición– costeada y elaborada por amigos, compañeros y discípulos de Julián llena de entrañables recuerdos y de algunos de sus textos, como este que transcribimos que escribió con motivo de su jubilación. 

Elogio del oficio de enseñar. 
Cuando empecé a dar clase, Franco todavía no se había muerto, que ya eran ganas de fastidiar. Fue en un colegio semiclandestino de Vallecas, regido por dos enigmáticos personajes que debían de pertenecer a alguna secta y por un conserje mucho menos subrepticio que aún llevaba en la frente la huella del tricornio. No sé muy bien qué hice, cómo sobreviví al miedo escénico y qué diablos pude enseñar a aquellos vociferantes zangolotinos de octavo de EGB. Yo no había llegado a la enseñanza por vocación, aunque tampoco recuerdo que lo hiciera por descarte o por despecho; no sé, a lo mejor lo hice porque, como dijo George Bernard Shaw, «el que sabe hacer una cosa, la hace; el que no sabe, la enseña». El caso es que muy pronto me noté en mi medio natural, como si hubiera nacido para esto. Hoy estoy seguro de que, de no haber sido profesor, solo hubiera sido un cantamañanas que sabía hacer cosas.
En mi despedida, quiero afirmar algo que he dicho otras veces, una de las pocas certezas que he adquirido con los años: este es el mejor oficio que existe. Y no por aquellas tres famosas razones que esgrimían los cínicos: julio, agosto y septiembre.
No. Yo creo que este es un oficio inestimable porque las relaciones laborales han sido siempre en él menos importantes que las relaciones afectivas. Porque la experiencia mágica de notar cómo de pronto, en una clase, un martes cualquiera, se establece una comunión absoluta con los alumnos, es difícilmente igualable (aunque esporádica: no se puede ser sublime sin interrupción, diga lo que quiera Baudelaire). Porque tratar siempre con personas que tienen la misma edad mientras uno va atravesando las crisis que trae cada nueva decena es lo más parecido que puede vivirse a la ilusión de la inmortalidad. Porque ver crecer a niños que aprenden menos de lo que desearíamos pero mucho más de lo que solemos creer y de lo que alcanzamos a comprobar es un espectáculo maravilloso, como todos los que ofrece la Naturaleza. Porque, como dijo no sé quién, enseñar es aprender dos veces. Porque, en un mundo tan sobrado de individuos hoscos, insatisfechos y desabridos, tratar a diario con adolescentes que siempre parecen felices es una suerte. Y en fin, porque compartir intereses con todos los compañeros de trabajo, afinidades con muchos y cierta intimidad con algunos es un privilegio que ninguna orden de principio de curso puede arrebatarnos.
Ahora que corren malos tiempos sigo pensando lo mismo, a despecho de reformas ominosas, de instrucciones furtivas y de autoridades maleducadas, malencaradas y malintencionadas. Como ya tengo pie y medio fuera, puedo decirlo sin pudor: somos gente importante y no podemos tolerarnos el desaliento. Este oficio, a prueba de ocurrencias y descarríos legales, trasciende nuestra propia circunstancia; lo dijo Henry Brooks Adams, un intelectual americano que vivió entre el siglo XIX y el XX: «Un profesor trabaja para la eternidad: nadie puede decir dónde acaba su influencia». Ya dije antes que somos un poco inmortales…
Hasta siempre. Salud y Escuela Pública.
28/6/2013

Última actualización: 08-11-2016

jueves, 3 de noviembre de 2016

Paso a paso, foto a foto


El pasado 21 de octubre tuvo lugar el acto de entrega de premios correspondientes al I concurso de fotografía Ruta Teresiana convocado por la asociación De la Cuna al Sepulcro.
En el concurso participaron un total 58 fotografía, presentadas desde distintos puntos de España, y de ellas resultaron galardonadas las siguientes:
  • 1º Premio: Paso a paso, foto a foto, de Juan Manuel Hernández Velayos (Ávila).
  • 2º Premio: De la cuna al sepulcro sobre ruedas, de Salud González Calvo (Alba de Tormes.
  • 3º Premio: …venga lo que viniere, suceda lo que sucediere…, de Ramón Martínez Artigas (Ávila). 
  • Premio local:  Oh prado de verduras de flores esmaltado decid si por vosotros ha pasado…, de Máximo López Huerta (Fontiveros).

Enlaces relacionados