martes, 31 de diciembre de 2024

Recuerdo y homenaje a José Sánchez Rojas

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS Y JORGE DE ALBA, SU ALTER EGO,
EN LOS ALBORES DE LA SEGUNDA REPÚBLICA
(Evocación en el 93 aniversario de su muerte)

                                                “La elegancia, la exquisitez, la ternura que ponía en su prosa,
 era su propia delicada alma, un alma de niño encerrada en un cuerpo desvaído,
en una indumentaria estrafalaria. Rojas veía las cosas de distinto modo que los demás.”
(José Sánchez Gómez)

     Cuando en enero de 1930 se produce la caída de Miguel Primo de Rivera y el comienzo del fin de la Dictadura, traída de la mano de Alfonso XIII, el cronista salmantino José Sánchez Rojas sale de un letargo de más de seis años «de bozal y de lápiz rojo», separado de su maestro y amigo Miguel de Unamuno, sometido a la censura, privado de la plaza de cronista de la Diputación de Salamanca y desterrado a Huesca por reivindicar al rector salmantino en Éibar («¡Con qué placer recordaré toda mi vida aquel remanso de Huesca! Algún día contaré por qué fui echado de allí y por qué arte de birlibirloque no fui a continuación a una aldea de Ciudad Rodrigo donde querían prepararme un alojamiento ‘sine die’»).

     En sus crónicas, reconoce que «Sin la grata amistad de los compañeros de Prensa Gráfica, de la Agencia de Luis de Sirval y de mis colaboraciones en “El Hogar”, de Buenos Aires, hubiera perecido, sencillamente, de hambre. Tengo el orgullo de decir que he llevado los tacones rotos durante los seis años y pico que ha durado la Dictadura.»
    
 
José Sánchez Rojas en febrero de 1930.
    
 En mayo, muere su íntimo amigo Julio Romero de Torres. En la inauguración de su museo en Córdoba, un año después, confiesa al recordarlo: «Mis palabras mejores serán las que no broten jamás de mis labios. Es una plegaria la mía de silencio y de dolor. Cuando murió Julio, sollocé y lloré como un niño; con lágrimas pagué el tributo de veinte años de camaradería diaria. Escribí después, porque de la pluma vivo y con la pluma expreso habitualmente mi sentir, pero aquellas líneas no supieron decir mi tristeza, y menos, el vacío que ha dejado en mi espíritu aquel varón ejemplar, caballeroso y bueno, hombre de solera como este pueblo suyo que guarda la huella de tres civilizaciones, y que él amó con ternura de novio y con la serenidad tranquila del hijo que prefiere a todos el calor de su propio hogar

     A lo largo de 1930, se prodigan los textos de Sánchez Rojas en la prensa española y desde abril de ese año aparecen trabajos suyos, bajo el seudónimo que ya utilizara en 1904 en Salamanca: Jorge de Alba, uniendo su segundo nombre con la localidad de nacimiento. Seguramente, una de las razones para emplearlo es el extenso número de textos suyos que publican diarios y revistas, hasta tal punto que, en algunas de ellas, aparecen sus dos firmas (en los semanarios Crónica y Mundo Gráfico), incluso en el mismo número.

     En septiembre de 1930, se encuentra enfermo en Peñaranda y en los primeros meses de 1931 participa promoviendo la República en la provincia de Salamanca, junto con Miguel de Unamuno, Francisco Ruipérez… tanto antes como después de su proclamación.

     A primeros de octubre de 1930, publica el artículo “En el Ateneo y en la calle”, en el que destaca el papel tanto del Ateneo como de los libros durante la Dictadura:

   «La tribuna del Ateneo es la válvula de escape más importante en el momento actual. Hasta que no se restablezcan las garantías esta tribuna servirá de contrapeso a la ausencia de otras expansiones necesarias, siquiera ya, aunque tímidamente vaya el Gobierno autorizando algunos actos públicos. El Ateneo presta al Gobierno del General Berenguer el servicio incomparable de permitirle husmear cuál es la opinión de la calle –aunque de antemano la sepa de sobra– y saber a qué atenerse respecto a sus afirmaciones y exigencias. Toda la ideología liberal del país se ha refugiado en la cátedra del Ateneo».

   (…) «Esos libros aparecieron precisamente por la censura previa. Vea usted cómo, ahora que esa censura ha sido suprimida, gran parte de los periódicos han comenzado a publicar el relato y análisis de los siete años de Dictadura, relato y crítica que hasta aquí hubo que refugiar en el libro. El periodismo huía al libro porque solamente en él podía moverse con desenvoltura

     Son numerosas sus artículos, no sólo de carácter político (junto a ellos se cuentan textos de crítica teatral y literaria, los dedicados a Salamanca y la Región Leonesa, sociales, turísticos, orientados a la infancia o centrados en figuras del cristianismo, históricos…). Algunos agrupados en series: El domingo de los estudiantes: un itinerario de excursión (JSR, Crónica, años 29-30); La niñez de los grandes españoles (JSR, Crónica, años 29-31); Crónica de la semana (JSR, Crónica, año 31 VI); Figuras del parlamento (JSR, Mundo Gráfico, año 31 VII-XII); Impresión del parlamento (JSR, Crónica, año 31); Los héroes del cristianismo (JA, Crónica, año 31 VIII-XI), y Constituyentes (JSR, Nuevo Mundo, año 31).
 
Sánchez Rojas en Julio de 1931.

     En la segunda quincena de diciembre de 1931 José Sánchez Rojas publica tres artículos que sintetizan su visión de la evolución de los dos últimos años y de la República, un tríptico revelador de su republicanismo y su patriotismo.

   “Aquel domingo, 12 de abril, vamos a votar todos, con una emoción indescriptible; nos duele España dentro del corazón y daríamos nuestra sangre por la suya sin una alharaca y sin ningún gesto. De madrugada sabemos que hemos ganado la partida y, durante el lunes, 13, nos consume y devora la fiebre de la impaciencia. Al fin, el 14… Al fin, el 14, a los cuatro meses justos del alzamiento de Galán y de García Hernández, presenciamos el cambio. En una pequeña ciudad de Castilla, nos coge a nosotros, enfermos y convalecientes; a las siete de la tarde ondea una bandera tricolor en el balcón del Concejo (16 XII, El Adelanto, “Año de nieves, año de bienes”).

   
No le demos vueltas: vamos hacia delante; lo que pasó, está biológicamente liquidado y muerto. Hoy somos ciudadanos; nada más y nada menos que ciudadanos; todos estamos forjando historia y haciendo patria. ¿No sentís un santo temblor al escribir o al hablar a nuestros hermanos los españoles, en esta hora, cuajada de eternidad?”(27 XII, Crónica, “Balance de 1931”)

   
Un año por delante, sin anécdotas aún, sin sucesos, tan blanco como la cuartilla en que trazamos estas líneas, limpio todavía de pecado y sugestivo con todo su silencio. En la vida individual, cada año que nace de las entrañas del tiempo, este terrible Cronos que se devora a sí mismo, es un nuevo torcedor de angustia y a la vez un verde brote de esperanza. Vivimos, sencillamente, porque esperamos.”

   (…) Nos interesa la experiencia de la patria, que es la proyección de nuestro yo en los demás, en el tiempo y en el espacio.” (1 I 1932, Crónica, “Año nuevo, vida nueva”)
 
José Sánchez Rojas pocos días antes de su muerte.

     José Sánchez Rojas fallece en el hotel “Términus” de Salamanca en la mañana del 31 de diciembre, cuando su carrera periodística y literaria había despegado y tomado cuerpo, se publican nuevas ediciones de sus traducciones y de su Tratado de la perfecta novia, su figura se acrecienta y revaloriza, se convierte en cronista oficial de la República, incluso se le ofrece un banquete en desagravio en Salamanca, que iba a contar con la presencia de don Miguel de Unamuno, uno de sus maestros, al que ha guardado una fidelidad de treinta años.

     Su significación en la España del momento viene reflejada por los participantes en su traslado y entierro, junto con los telegramas de pésame: la presidencia de la República, la Asociación de la Prensa nacional, y la Asociación salmantina, que preside Fernando Iscar-Peyra; el Rectorado de Salamanca personificado en Miguel de Unamuno; Filiberto Villalobos representando al Ateneo de Madrid y al ministro Indalecio Prieto; el diputado y presidente de la Diputación, Tomás Marcos Escribano; los alcaldes de Salamanca y de Peñaranda. Todos ellos junto con amigos personales: la familia de Julio Romero, la familia Santiago Mirat, Francisco Ruipérez, Juan Montero, José Sánchez Gómez “El Timbalero”; los amigos de la infancia Tomás Rodríguez y Joaquín González; el Ayuntamiento de Alba en pleno, José Núñez Alegría en representación de “Prensa Gráfica”, también El Adelanto y La Voz de Peñaranda, sin olvidar a una multitud que le despide en Salamanca y la que lo acompaña hasta el cementerio albense.

     Salamanca y Alba de Tormes, la Universidad, las instituciones locales, provinciales y autonómicas están llamadas a recordar como se merece a José Sánchez Rojas en 2031, centenario de su fallecimiento; a una figura importante del periodismo, la traducción del italiano, la literatura y el compromiso con la libertad de expresión, el liberalismo y la democracia.

Miguel Ángel Diego Núñez
Autor del libro Regionalismo y regionalistas leoneses del siglo XX (una antología).

93 aniversario de la muerte de Sánchez Rojas

A LA MEMORIA DE SÁNCHEZ ROJAS

Antonio Álamo Salazar

     Ella tiene su nombre; nombre muy femenino, porque ella es muy señora..., nombre de amaneceres, quebrándose en escarchas, en armiños, en cosas blancas..., se llama Alba. Alba, con el patronímico de un río lírico, del “rio de los poetas”, el Tormes. Y los dos rebuscaron en las brisas el gesto nobiliario de un “de” rancio y señero: y así, se llama ALBA DE TORMES.
     Tendida en la geografía salmantina, Alba de Tormes, parada y peregrina, extática y andariega, se forja con meditación y se alimenta con inquietudes...; para las meditaciones, los campos de la vera del río, son su mejor breviario, con salmos esmeraldinos en invierno y en verano...; para las inquietudes y el peregrinaje, tiene un bordón de piedra, vertical y enhiesto, clavado en roca para no inclinarse..., es el torreón de una muralla que fue cilicio en otros tiempos mejores, que pasaron.
     Ella, Alba, había tenido un hijo…, y él era cantor; con los ojos vivos, muy abiertos, como si por ellos quisiera escaparse un torrente de vibrante poesía; se llamaba José... ¡José Sánchez Rojas! Aprendió a cantar con las gasas inquietas de unas pesqueras espumosas, y supo de los reposos meditacionales, porque la umbría de un templo carmelitano era propicia a las quietudes del espíritu, frente a unos barrotes de sepulcro paradójico (“muerte de la mida”) y de un corazón quebrado con fuegos divinales.
     Así, Sánchez Rojas aprendió a reír y a meditar..., aprendió a saber ser poeta; y se lanzó a cantar, haciéndose amigo de las alturas y de las oquedades, surcando –al trote matalón de su caballo invisible– los caminos de andadura bohemia. Se lanzó a cantar, y su canto era fulgente como el sol y nostálgico como la niebla..., porque él, el poeta, sabia de luces y de claroscuros; por ello tiene el valor de un símbolo el título de aquellas sus intimas y doloridas confesiones en un añoso periódico local, en “El Tormes”; “Sol entre nieblas” era el título, y sol entre nieblas era la vida de aquel poeta hijo de una villa que es dama con belleza de alma y de cuerpo y de atuendos históricos.
     Pero un día de fin de año, Sánchez Rojas, el hijo de la dama, detuvo el trote matalón de su cabaldadura..., paróse en una llanura bucólica y doctoral, miró al cielo y sucumbió su cuerpo. Ya estaba muerto cuando se lo trajeron a su madre, aquella tarde de San Silvestre, en que Navales se endomingaba con empalagos de dulzaina pueblerina..: ¡Ya estaba muerto!, y Alba de Tormes, la madre, lloró lágrimas de bronce en su pañuelo negro del “reloj de la Plaza”. El mediodía del “Día del Niño” se vistió de romance a lo García Lorca, pero sin nardos ni flexibilidades, cuando lo llevaban, Condado adelante, camino del cementerio; y allí quedó su cuerpo, bajo una cruz y un sudario, con la escolta de una flor que no le deja; allí quedó su cuerpo..., pero el espíritu volvió a cabalgar por las andaduras bohemias, como una ráfaga de ultratumba que quisiera eternizar el sol entre nieblas de su peregrinaje terrenal.
     Todos los 31 de diciembre, cuando los adoradores del Cristo-Pan, funden sus rostros con la madera de “San Juan”, a golpe de badajada, que es incisión metálica en dos años pegados..., a las doce de la noche..., Alba, la madre que se quedó sin hijo, se estremece de recuerdos y llora estrellas en el espejo del Tormes, porque una vez más, después de otro año, pasa vertiginosa, los ojos vivos, muy abiertos para que salgan rimas, la figura inmortal de Sánchez Rojas..., pasa, melancólica y fugaz, la sombra de aquel hijo.

El Adelanto, 31-12-1949

martes, 10 de diciembre de 2024

Fuero de Alba de Tormes

Ya se encuentra disponible en nuestra sección dedicada a la Biblioteca de Temas Albenses la edición digital del catorceavo libro de este sello editorial que desde junio de 2015 nos viene ofreciendo una colección de variopintas publicaciones, todas ellas directa o indirectamente relacionadas con Alba de Tormes, que no debería faltar en la librería de ninguno de cuantos se interesan por nuestra tierra.

Fuero de Alba de Tormes es un pormenorizado estudio del más antiguo de los documentos conservados en nuestro Archivo Histórico Municipal donde se recogen las leyes, derechos y privilegios concedidos en el año 1140 a la villa de Alba por el rey Alfonso VII, que su autor, Jesús María García García, nos presenta en texto bilingüe –castellano antiguo y actual– y sobre el que nos ofrece comentarios explicativos de cada uno de sus títulos.