viernes, 26 de julio de 2019

El jardín ducal de Alba

(Foto: Ansede)

RELIGIO BELLI
José Luis Miñambres

Tempus fugit escribió el clásico y, desgraciadamente, sigue vivo el aforismo, tan próximo y tan pleno. Basta leer al teresiano albense Pepe Sánchez Rojas. En sus páginas, y viendo la imagen adjunta, es inevitable una desoladora y triste visión  del ayer. El muro, aunque deshecho, es un perfecto recuerdo clasicista del Duque. Tal vez disfrutaba abandonando las recias hechuras en el altozano del Castillo, contemplando el Torreón y otros encantos albenses. Pero… ¿por qué no iba a mostrar su respeto a la villa, su rendido homenaje él, dueño y señor de tantos mundos?
       Pero he aquí la humildad, y a veces la desidia, de las tierras de Alba. Frente a ellas, la zona acabó señoreada con el nombre de La Verbena y los trigales de  Alba, trigos candeales, fuente del pan de la villa como lo era por el norte, el trigo de las tierras de Amatos. Y, hacia oriente, la carretera de Aldeaseca sería el camino polvoriento hacía el espacio de las bellas iglesias románicas. Y la Dehesa al fondo, al lado de la villa.
       Tal vez, lo robó el tiempo, o los viejos anticuarios. O los ladrones de pan llevar… Pero los restos gráficos soportan la mentira de la desolación y el exterminio. Y observamos en la fotografía un recio muro, con ventanas de hierro, motivos artísticos, religiosos, mitológicos acaso, que desafiaron el paso del tiempo, apoyados en rudo y bello basamento. Es difusa y lejana la foto, pero se descubren motivos piadosos, símbolo de la Religio belli, tal vez testimonio de fervores ducales. Próximo, surge el fruto espontáneo de la tierra, la belleza arbórea de lo verde, cubriendo los restos, abrazando y acogiendo lo que el paso del tiempo no había destruido. 
       Solo nos queda la tristeza en la mirada. Como la vida, al fin, como la vida.

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