sábado, 31 de diciembre de 2022

91 aniversario de la muerte de Sánchez Rojas

LINTERNA MÁGICA 
El escritor Sánchez Rojas

Una nota dolorosa nos ha dejado a última hora el año 1931, que al morir se ha llevado consigo a un escritor. Esta coincidencia lamentable hace que el primer artículo del año nuevo sea para hablar de la muerte, y si fuésemos supersticiosos sacaríamos de este hecho un motivo para fúnebres presentimientos.
El escritor que pone un velo denso a la alegría del año que nace es Sánchez Rojas, arrebatado por la muerte con una prisa que ya la están sintiendo las letras españolas, el Periodismo, la Poesía, la Literatura, y llorándola la Amistad, la Simpatía, la Liberalidad y la Modestia, que en Sánchez Rojas, verdadero artista de la pluma, estilo inimitable, pureza de léxico, emoción poética y pensamiento elevado, se reunían aquellas virtudes y estos talentos.
Sánchez Rojas era ese último bohemio (que nunca es el último), dando a esto vocablo su sentido literario, espiritual y romántico. Hombre que desdeñaba las menudencias y detalles de la vida vulgar para envolverse en su propia imaginación, tejida de fantasías y de ensueños. Su desorganización material, su desaseo y desorden le valían no pocas cuchufletas, bromas y sátiras de los compañeros; pero Sánchez Rojas pasaba por ellas, sobre ellas, como un filósofo. Viendo el espectáculo de los demás, se olvidaba de si mismo; precisamente lo contrario de lo que les sucede a los narcisistas preciosos.
Le recuerdo en este momento según le vi la última vez, hace dos años, a través del humazo denso del sin igual Café Regina madrileño, con su rostro de jacobino de barricada, en el que sus ojos saltones, siempre asombrados, miraban el vacío. Sobre su cabeza pensadora tenía un flamante sombrero gris perla que se destacaba a lo lejos como una luz. Pero al acercarse se veía que el sombrero no correspondía a lo demás de la indumentaria, y así se recibía la sensación de que una racha de aire se lo había arrebatado a alguno de aquellos pintureros toreros del Café, yendo a caer casualmente sobre la cabeza de Rojas.
¿Pero qué importa esto? Menudencias, miseriucas, vulgaridades y preocupaciones de lechuguinos. Para Sánchez Rojas había algo más en el mundo que la corbata, el sombrero, los zapatos y la camisa. ¿Sabía él mismo si andaba por la calle vestido y cómo? Su atención estaba muy atareada por otras regiones, superiores y excelsas.
Sánchez Rojas deja escritos y publicados artículos maravillosos. No olvidaré nunca uno que dedicó al comentario de un libro de la bailarina Mata Hari. De Teresa Cepeda, la monja de Ávila, ha escrito igualmente prodigiosas páginas; de Castilla, de «su» Salamanca, más suya que de Unamuno; de fiestas de toros de costumbres españolas, de política. . . Cualquier tema hacia Rojas, apellido de ilustre tradición literaria, interesante, ameno o conmovedor, porque su espíritu sutil, alado, verdaderamente exquisito, ponía en sus escritos ese secreto que pocos escritores poseen para hacer sus obras ligeras y cálidas, ingeniosas e instructivas sin ser pedantes.
No nos consolaremos fácilmente de esta gran desgracia; pero, si al fin nos consolamos, jamás olvidaremos al ido.

T. MENDIVE

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