sábado, 24 de diciembre de 2022

José Sánchez Rojas: Últimos días de 1931

Miguel Ángel Diego Núñez
Autor del libro
“Regionalismo y regionalistas leoneses del siglo XX (una antología).”

     Al comenzar el año 31, José Sánchez Rojas cayó gravemente enfermo con los pulmones destrozados; Francesc Cambó sufragó los gastos de un sanatorio de altura y le ordenó que no lo abandonara hasta estar completamente curado. La proximidad de la República y su compromiso vital con la misma le espolearon; no pudo por menos de ver, participar y contar los acontecimientos políticos y sociales del momento. Así que abandonó el sanatorio y volvió a Madrid, a las tertulias de café, al Ateneo, a las calles… Participó, como Unamuno en Salamanca, en la proclamación de la República en Peñaranda. No podía parar ni perder un segundo. Quería colaborar en la obra de construir la República, relatar la crónica de su desarrollo y evolución, así como presentar los perfiles de los políticos de aquella hora a todos.
     1931 era un año denso en acontecimientos. La firma de Sánchez Rojas aparecía en prestigiosas revistas; él mismo compartiendo protagonismo en algunos actos, como la inauguración del Museo dedicado a Julio Romero de Torres en Córdoba, en noviembre, junto a ministros republicanos y Niceto Alcalá Zamora. El 9 de diciembre es aprobada la Constitución de la Segunda República; al día siguiente, las Cortes eligen presidente de la misma a Niceto Alcalá-Zamora. Los hechos se suceden a una velocidad de vértigo. El gobierno republicano, a través del ministro de Hacienda, Indalecio Prieto, le encarga una crónica de la promesa del presidente ante las Cortes, realizada el 11 de diciembre.
     Se acerca el paréntesis navideño; Sánchez Rojas tiene prevista una conferencia en Ciudad Rodrigo el domingo 27, por lo que decide regresar unos días a Salamanca tras dejar varios artículos en la redacción de algún medio de Madrid, como nos cuenta Antonio González de Linares:
“― Me voy a Salamanca. Pasaré allí las Pascuas. Luego marcharé a Galicia, para dar algunas conferencias en Santiago, en La Coruña, en Vigo.
— ¿Y esa salud?
― Bien
— ¿Se acostó usted temprano, anoche? 
― Sí. A las cuatro de la madrugada. 
― ¡Pero hombre! 
— No me riña, maestrito. Voy a enmendarme. Se lo prometo.
—Adiós, Rojas. Buen viaje. Cuídese mucho.
― ¡Adiós, maestrito!”
     En Salamanca, el 20 de diciembre, Eloy Díaz Jiménez y Molleda lanza públicamente la idea de un banquete-homenaje a José Sánchez Rojas, a los seis años de un suceso sonado: “por no haber sido nombrado cronista de la provincia de Salamanca, después de habérsele ofrecido, a mi presencia, el cargo por los que ostentaban los más altos puestos en los organismos provinciales”. El Adelanto se adhiere cordial y efusivamente a la misma, y se pone a disposición de los organizadores de “tan simpática fiesta de tributo de cariño al querido compañero”. El 23 de diciembre, el mismo diario, publica la carta de respuesta de Sánchez Rojas del día 22 a Eloy Díaz, en la que acepta el homenaje. Su despedida es sencilla: “Hasta mañana, que voy a pasar con vosotros estas vacaciones, y recibe un fuerte abrazo de tu amigo, José Sánchez Rojas.” Se prevé el homenaje para el 2 de enero ofrecido por Fernando Iscar Peyra, presidente de la Asociación de la Prensa, y se constata un gran entusiasmo por asistir desde las diversas comarcas de la provincia.
     Como tiene por costumbre, se hospeda en el Hotel Terminus, próximo a la Plaza Mayor, y en su habitación redacta el discurso que pretende leer a los postres del homenaje que se le prepara, en el que no puede olvidar a Miguel de Unamuno:    
 “El Sr. Unamuno ha querido asociarse a esta fiesta. Su presencia aquí le da tanto realce y tanta relevancia espiritual, que estoy orgulloso de haberla provocado. ¡Don Miguel, Don Miguel…! Es toda nuestra mocedad estudiantil, son todos nuestros sueños de hombres los que despiertan al conjuro de este hombre, maestro nuestro, padre nuestro y padre de nuestra España. ¡Muchas gracias, Don Miguel!”
     El 25 de diciembre, Nuevo Mundo, publica su “Comentario de Navidad y de Reyes”, donde expresa: 
 “Dios no es monárquico ni republicano, individualista ni socialista, rojo o azul. Dios lo es porque está por encima de nuestras querellas. Solamente despojados de todo interés, de toda finalidad práctica, podemos glorificarle. En las alturas a que se eleva nuestro corazón, en las alturas a que se eleva nuestro cerebro. Pensando o sintiendo más allá de nuestro egoísmo, sintiéndonos hijos del sacrificio que no del interés, podemos glorificarle, haciéndolo nuestro, porque nuestra posesión entonces es de amor y no de odio.”
     “Hay momentos en la vida en que ni el rencor, ni la pasión, ni la vileza, ni la calumnia, ni la injusticia nos mueven a dejar de practicar el bien. Lo de menos es el juicio que merezcamos a los demás; el premio a que aspiran es el de la estimación de sí mismos ante el propio juez de la conciencia, que no sabe ni quiere ocultar ningún móvil personal.”
     “… al final está el portal de Belén, con un Niño que ha de mover el mundo y que ha de agradecernos el tributo de nuestra adhesión fervorosa. Todo lo que tenemos, todo lo que podemos tener —oro, incienso y mirra— démoslo por entero al ideal, para que el ideal con creces nos lo torne.”
     En la noche del sábado 26 de diciembre, Sánchez Rojas prepara en el Novelty la conferencia que debe exponer al día siguiente en Ciudad Rodrigo sobre la actuación de los diputados agrarios en las Cortes. Fumaba sin descanso y tosía sin cesar. De vez en cuando, se llevaba la mano al costado izquierdo. Tenía un fuerte dolor y dijo cerca ya de las diez de la noche: 
“― Voy a tomar un chocolate; no ceno y me acuesto pronto, para salir a las cinco de la mañana, en el tren, para Ciudad Rodrigo.”
     No llega a tomar ese tren, se siente enfermo y se recluye en la habitación del Hotel Terminus donde se aloja.
     El 27 de diciembre, simultáneamente, la revista Crónica publica su “Balance de 1931”, que resume su perspectiva del año:    
 “Los acontecimientos políticos han sido de tal importancia en el año que termina ahora, que han borrado por completo todos los demás; por altos que hayan sido el alcance y la significación de ellos.”
     “Se hacían de prisa, sin la selección que sólo puede buscarse en los días normales, las primeras elecciones. Nacía otra España. Funcionan las Cortes durante seis meses. Hacen una nueva Constitución. El año acaba con la elección presidencial. Tenemos la base jurídica donde asentarnos para caminar, o, como ha dicho Ortega y Gasset, «terreno firme para hincar los talones». 
     “Y así nos despide el año 1931. Todo marcha. España vive. Vive agitada, anhelosa, ensoñadora, porque vive horas de juventud y de esperanza. Tenemos una tarea urgente: la de dar un sentido español a nuestra vida colectiva. La política sigue borrando las demás actividades espirituales del pueblo. Durante el año 1932, que ahora comienza, España tiene que rellenar de la substancia de su Constitución el contenido de sus leyes del porvenir. No le demos vueltas; vamos hacia adelante; lo que pasó, está biológicamente liquidado y muerto. Hoy somos ciudadanos; nada más y nada menos que ciudadanos; todos estamos forjando historia y haciendo patria. ¿No sentís un santo temblor al escribir o al hablar a nuestros hermanos los españoles, en esta hora, cuajada de eternidad?”
     Desde el 28, guarda cama en su cuarto del Hotel Terminus por el que los dos días siguientes desfilan amigos que se interesan por su salud, así como distinguidos médicos que se han apresurado a prestarle sus servicios. La prensa nacional se hace eco de que el escritor padece una bronconeumonía. 
     El día 30, su estado de salud inspira serio peligro; la bronconeumonía pone en grave aprieto la vida del gran cronista dado lo débil de su organismo, muy quebrantado. Los cuidados de su madre y los esfuerzos de los amigos médicos que le asisten hacen concebir la esperanza de su alivio y curación. El doctor Adolfo Núñez se muestra por la noche pesimista, pero confía en una reacción que le ponga en camino de la mejoría. Sánchez Rojas pasa la noche en el mismo estado de gravedad.
     En la mañana del último día del año, Sánchez Rojas, al que acompaña su madre, se levanta con optimismo aduciendo que debe acabar un trabajo inaplazable que le han encargado. Se sienta a la mesa, coge su pluma, no puede continuar y vuelve al lecho. Poco después le rodean hermanos con otros familiares. Ante la suma gravedad del paciente y la inminencia de la muerte, son reclamados los auxilios espirituales. Al reaccionar, recibe los Sacramentos; momentos después fallece, hacia las diez y media de la mañana.
     La noticia del fallecimiento circula rápidamente por toda la ciudad. Acuden al Hotel Terminus Unamuno, Marcos Escribano, la Diputación en pleno, el Ayuntamiento, la Asociación de la Prensa, el Rectorado y numeroso público.
     A las 16,30, se organiza la comitiva fúnebre desde el hotel a las afueras bajo la presidencia de don Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad y diputado a Cortes, previa al traslado de Sánchez Rojas a Alba de Tormes. La carroza lleva tres coronas con las siguientes dedicatorias: “Cariñoso recuerdo de tus hermanos y sobrinos”, “A Pepe Sánchez Rojas, con mucho cariño, Mary Santiago Mirat”, y “El Ayuntamiento de Alba de Tormes, a su querido Pepe Sánchez Rojas.”

Despedida del duelo, en Salamanca, presidida por Miguel de Unamuno

     En la despedida del duelo, en la Puerta de San Pablo, ofrecen su pésame cientos de personas ante la presidencia; luego, una caravana de automóviles sigue al coche fúnebre hasta Alba de Tormes, donde llega hacia las 17,30. Tras pasar por la casa donde nació, el cuerpo de Sánchez Rojas es depositado en el Salón de sesiones del Ayuntamiento, constituido en capilla ardiente.
     Pese al pesimismo de su artículo publicado el 1 de enero del año 32, “Año nuevo, vida nueva”, aún encontramos en él cierta esperanza:     
“En la vida individual, cada año que nace de las entrañas del tiempo, este terrible Cronos que se devora a sí mismo, es un nuevo torcedor de angustia y a la vez un verde brote de esperanza. Vivimos, sencillamente, porque esperamos. ¿Qué esperamos? El corazón no lo sabe jamás a punto fijo.”
     “Sin embargo, a guisa de españoles, este en que entramos de 1932 nos sorprende con un gesto de interrogación infinita. Nuestra vida de relación, nuestra vida política se funden por primera vez en nuestros adentros con los anhelos y con las inquietudes de nuestra vida íntima. Advertimos que hasta nuestra economía espiritual está limitada e intervenida, y que la patria, que no es cosa externa, integra también nuestro tesoro interior. Porque 1932 va a ser uno de los años decisivos en los anales históricos de España. El cambio de rumbo, el viraje, se iniciarán en él. El año que entra es el puente que nos ligará con el porvenir. Todas las energías dormidas, latentes, de la raza, empezarán a actuar con las primeras flores de la primavera y antes que los frutos tempranos del estío. Con la primavera de 1932 coincidirá la del país.”
     “He aquí como la patria nos distrae de nuestro pesimismo personal, que no se convierte, gracias a ella, en cósmico, como el del pobre poeta de Recanati. Nos interesa la experiencia de la patria, que es la proyección de nuestro yo en los demás, en el tiempo y en el espacio.”
     Fiel a sí mismo, hasta el final tiene en su pensamiento a España, a los españoles, y mantiene su fe en la restauración y el futuro del país. Su muerte le evitará ser testigo del terrible enfrentamiento cainita que se desencadenaría poco después.

Capilla ardiente instalada en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Alba de Tormes


1 comentario:

  1. Doy las gracias a Gerardo Nieto por acoger estas páginas en recuerdo de José Sánchez Rojas en el aniversario de su fallecimiento.
    Un erudito como Federico Carlos Sainz de Robles ha sintetizado atinadamente: “Una bohemia caprichosa y absurda malogró a uno de los mejores prosistas que ha tenido la literatura española. Sánchez Rojas escribió, con soltura asombrosa, en un castellano recio, terso, castizo, riquísimo, lleno de naturalidad, de calor y colorido. Entre los escritores contemporáneos ninguno –ni aun Pérez de Ayala, más “trabajador del idioma”- le ha superado como estilista.”
    Un elogio merecido que le hace justicia.

    Miguel Ángel Diego Núñez

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